/ domingo 31 de enero de 2021

El cronista sanjuanense | 1945. Tragedia en Cazadero

Fue en la madrugada del jueves 1 de febrero de 1945 cuando se registró un accidente ferroviario de grandes proporciones y fatales consecuencias. En la estación Cazadero, localizada en el municipio de San Juan del Río, al límite norte de la entidad queretana, ocurrió un terrible choque de trenes; uno de carga que se dirigía al sur y otro que venía de la Ciudad de México con varios vagones, entre de pasajeros y de carga, repletos de peregrinos que se dirigían al santuario de la Virgen de San Juan de los Lagos.

En algún momento, personas que fueron testigos de aquel desastre contaron sobre el accidente, el cual ha sido catalogado como uno de los peores ocurridos en la historia de México. El tren que trasladaba a los peregrinos permanecía en alto total sobre la vía de escape de aquella estación, el personal de control de aquella estación cometió el error, según se dijo, de ordenar al maquinista salir del escape a la vía tangente para continuar hacia el norte. La tangente era una vía recta, grande, de unos tres kilómetros de largo. Era la vía principal.

Mientras los alrededor de mil cien pasajeros, ya dispuestos todos dentro de los vagones, esperaban el arranque para continuar el trayecto hasta Jalisco, de lleno fueron embestidos por otro tren que venía a tal velocidad que provocó el descarrilamiento de ambos y posterior incendio dado por las máquinas que de inmediato alcanzó a la mayoría de los vagones en los que estaban las personas encerradas, y así lo estaban, encerradas, pues los furgones de carga fueron habilitados con tablones y cajas de madera, entre otras cosas, que sirvieron como asientos para hacer el viaje más cómodo. El infortunio de viajar en esas condiciones, además de superar el cupo, no permitió que con rapidez se abrieran las puertas para sacarlos, el fuego lo impidió. La escena resultó dantesca. El choque ocurrió a las 00:56 horas.

El tren de carga conducía azúcar, cuyo elemento al ser tocado por el fuego contribuyó a hacer más grande la conflagración, aunado a que había espesa neblina en el lugar por lo que dificultó la vista de ambos convoyes. El tren de peregrinos iba tripulado por Ernesto Valladolid y Antonio Jiménez, como maquinista y fogonero, respectivamente; el de carga, con la máquina No. 506, era conducido por Abraham Martínez y Felipe Terrones.

Al producirse el choque, la destrucción de los dos trenes fue tan espantosa que fueron abatidas las líneas telegráficas y telefónica, por lo que hubo dificultades para obtener una rápida atención del evento. Los servicios de emergencia más cercanos al lugar, entre los que estaban los de San Juan del Río, Querétaro y algunos lugares de los estados de Hidalgo y México, incluido el ejército bajo las órdenes del general Juan Domínguez, comandante de la zona de Querétaro, llegaron alrededor de cuarenta minutos después de ocurrido el accidente y se encontraron con una escena que los dejó sin palabras. Los hospitales alrededor fueron insuficientes para atender a los heridos y también sus morgues para recibir a tanto cadáver. Los hospitales civiles de San Juan del Río y de Querétaro recibieron a todos los que pudieron a quienes atendieron en cualquier espacio de los mismos: cuartos, patios, jardines, a media calle, haciendo lo que en sus posibilidades estaba. En San Juan se destacó la atención de los estimados doctores Guillermo Margarito Rojas Rosas y Enrique Rojas López.

Altos funcionarios del gobierno y de ferrocarriles se trasladaron a sitio para dictar las medidas más urgentes. El presidente Lázaro Cárdenas estaba algo cerca de San Juan del Río, por una gira de trabajo al interior del país. En cuanto fue informado del desastre pidió dirigirse al lugar para apoyar en la labor de ayuda y rescate.


Tan solo el imaginar aquel desastre, conmueve a cualquiera por sus funestas consecuencias. Según las noticias de los diarios de aquella época, fueron más de seiscientos los muertos, entre calcinados y a consecuencia de otros horrores que no mencionaré.

El desastre ferroviario de 1945 en Cazadero ha pasado a la historia como uno de los más terribles de que se tengan memoria en México.

Fue en la madrugada del jueves 1 de febrero de 1945 cuando se registró un accidente ferroviario de grandes proporciones y fatales consecuencias. En la estación Cazadero, localizada en el municipio de San Juan del Río, al límite norte de la entidad queretana, ocurrió un terrible choque de trenes; uno de carga que se dirigía al sur y otro que venía de la Ciudad de México con varios vagones, entre de pasajeros y de carga, repletos de peregrinos que se dirigían al santuario de la Virgen de San Juan de los Lagos.

En algún momento, personas que fueron testigos de aquel desastre contaron sobre el accidente, el cual ha sido catalogado como uno de los peores ocurridos en la historia de México. El tren que trasladaba a los peregrinos permanecía en alto total sobre la vía de escape de aquella estación, el personal de control de aquella estación cometió el error, según se dijo, de ordenar al maquinista salir del escape a la vía tangente para continuar hacia el norte. La tangente era una vía recta, grande, de unos tres kilómetros de largo. Era la vía principal.

Mientras los alrededor de mil cien pasajeros, ya dispuestos todos dentro de los vagones, esperaban el arranque para continuar el trayecto hasta Jalisco, de lleno fueron embestidos por otro tren que venía a tal velocidad que provocó el descarrilamiento de ambos y posterior incendio dado por las máquinas que de inmediato alcanzó a la mayoría de los vagones en los que estaban las personas encerradas, y así lo estaban, encerradas, pues los furgones de carga fueron habilitados con tablones y cajas de madera, entre otras cosas, que sirvieron como asientos para hacer el viaje más cómodo. El infortunio de viajar en esas condiciones, además de superar el cupo, no permitió que con rapidez se abrieran las puertas para sacarlos, el fuego lo impidió. La escena resultó dantesca. El choque ocurrió a las 00:56 horas.

El tren de carga conducía azúcar, cuyo elemento al ser tocado por el fuego contribuyó a hacer más grande la conflagración, aunado a que había espesa neblina en el lugar por lo que dificultó la vista de ambos convoyes. El tren de peregrinos iba tripulado por Ernesto Valladolid y Antonio Jiménez, como maquinista y fogonero, respectivamente; el de carga, con la máquina No. 506, era conducido por Abraham Martínez y Felipe Terrones.

Al producirse el choque, la destrucción de los dos trenes fue tan espantosa que fueron abatidas las líneas telegráficas y telefónica, por lo que hubo dificultades para obtener una rápida atención del evento. Los servicios de emergencia más cercanos al lugar, entre los que estaban los de San Juan del Río, Querétaro y algunos lugares de los estados de Hidalgo y México, incluido el ejército bajo las órdenes del general Juan Domínguez, comandante de la zona de Querétaro, llegaron alrededor de cuarenta minutos después de ocurrido el accidente y se encontraron con una escena que los dejó sin palabras. Los hospitales alrededor fueron insuficientes para atender a los heridos y también sus morgues para recibir a tanto cadáver. Los hospitales civiles de San Juan del Río y de Querétaro recibieron a todos los que pudieron a quienes atendieron en cualquier espacio de los mismos: cuartos, patios, jardines, a media calle, haciendo lo que en sus posibilidades estaba. En San Juan se destacó la atención de los estimados doctores Guillermo Margarito Rojas Rosas y Enrique Rojas López.

Altos funcionarios del gobierno y de ferrocarriles se trasladaron a sitio para dictar las medidas más urgentes. El presidente Lázaro Cárdenas estaba algo cerca de San Juan del Río, por una gira de trabajo al interior del país. En cuanto fue informado del desastre pidió dirigirse al lugar para apoyar en la labor de ayuda y rescate.


Tan solo el imaginar aquel desastre, conmueve a cualquiera por sus funestas consecuencias. Según las noticias de los diarios de aquella época, fueron más de seiscientos los muertos, entre calcinados y a consecuencia de otros horrores que no mencionaré.

El desastre ferroviario de 1945 en Cazadero ha pasado a la historia como uno de los más terribles de que se tengan memoria en México.