/ domingo 9 de agosto de 2020

El Cronista Sanjuanense

El saqueo arqueológico


El rico legado de las civilizaciones antiguas que habitaron México, han hecho del país un enorme sitio arqueológico. Según cifras oficiales, existen cerca de doscientos mil sitios arqueológicos en el territorio nacional. Son una importante fuente de información sobre los usos y costumbres de esas civilizaciones y un importante atractivo turístico en un país en el que las visitas, sobre todo de extranjeros, son un factor clave para la economía.

A lo largo de los siglos los mexicanos hemos aprendido que nuestro prolífico pasado tiene costo. El gobierno federal ha admitido que sólo unos cuarenta mil sitios han sido registrados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH); de esos, sólo ciento sesenta están supervisados y abiertos al público. La mayoría de los sitios en el país no tienen control de la autoridad, muchos están en propiedad privada, otros en zonas remotas o casi inaccesibles, y por lo tanto son presa fácil de saqueadores que, de forma ilegal, extraen artefactos arqueológicos –cerámica, estatuillas, herramientas u objetos diversos-. El pillaje arqueológico a menudo comienza a nivel local. Lo que al inicio son hallazgos por casualidad, pronto se convertirán en un negocio al encontrar comprador, eso detona en comercio ilegal y contrabando. El mercado internacional es el más interesado en ello. La comercialización no se da solo de forma directa, sino también en sitios de Internet y muy recientemente fue público que una casa de subastas puso en venta piezas arqueológicas mexicanas.

Según el mismo gobierno, objetos del pasado prehispánico de México están siendo saqueados todos los días. La batalla contra ese comercio ilegal no es sencilla, pues ni siquiera existen cifras exactas del número de piezas que son contrabandeadas. El patrimonio prehispánico y cultural de México -y el de los países de Centroamérica - está severamente amenazado.

En algunos casos dentro del territorio queretano, habitantes de zonas rurales y pobres venden los artefactos que encuentran por “casualidad” como una formar de tener un ingreso extra. Además los cobran por una bicoca en su mayoría. Esa “casualidad” los lleva a entonces sí, dedicarse a buscar más objetos pues ahora les son necesarios para comerciar, realizando el saqueo y destruyendo con ello el contexto arqueológico de los sitios. Los delincuentes se aprovechar de la poca o nula supervisión que impera en miles de sitios arqueológicos.

Otro gran problema es el saqueo profesional. Gente que tiene la capacidad de hacer excavaciones que, incluso, ni los mismos arqueólogos tienen; elaborar todo un despliegue de exploración mediante trincheras en sitios donde, desde luego, ya tienen noción de dónde pueden aparecer los objetos, destruyendo el sitio. Con esta destrucción desaparece nuestro pasado, nuestra historia, nuestra cultura, etc.

En detrimento de esta criminal actividad está la difusión del patrimonio cultural. Debemos contribuir a fomentar el conocimiento y respeto a los monumentos arqueológicos, históricos y artísticos de nuestras comunidades; además ello otorgará identidad entre los pueblos, coadyuvando a la recomposición del tejido social y más.

La extracción y comercio de piezas arqueológicas está estrictamente prohibido por la ley. Existe en México la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos que determina que son “propiedad de la nación —inalienables e imprescriptibles— los monumentos arqueológicos muebles e inmuebles”. Además, en el artículo 29 se establece que quien encuentre bienes arqueológicos “deberá dar aviso a la autoridad civil más cercana”.

San Juan del Río cuenta con alrededor de setenta sitios arqueológicos muchos de los cuales han sido saqueados desde hace décadas. Ayudemos todos a que no se destruya nuestro pasado, la defensa del origen y riqueza de México lo exige.

El saqueo arqueológico


El rico legado de las civilizaciones antiguas que habitaron México, han hecho del país un enorme sitio arqueológico. Según cifras oficiales, existen cerca de doscientos mil sitios arqueológicos en el territorio nacional. Son una importante fuente de información sobre los usos y costumbres de esas civilizaciones y un importante atractivo turístico en un país en el que las visitas, sobre todo de extranjeros, son un factor clave para la economía.

A lo largo de los siglos los mexicanos hemos aprendido que nuestro prolífico pasado tiene costo. El gobierno federal ha admitido que sólo unos cuarenta mil sitios han sido registrados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH); de esos, sólo ciento sesenta están supervisados y abiertos al público. La mayoría de los sitios en el país no tienen control de la autoridad, muchos están en propiedad privada, otros en zonas remotas o casi inaccesibles, y por lo tanto son presa fácil de saqueadores que, de forma ilegal, extraen artefactos arqueológicos –cerámica, estatuillas, herramientas u objetos diversos-. El pillaje arqueológico a menudo comienza a nivel local. Lo que al inicio son hallazgos por casualidad, pronto se convertirán en un negocio al encontrar comprador, eso detona en comercio ilegal y contrabando. El mercado internacional es el más interesado en ello. La comercialización no se da solo de forma directa, sino también en sitios de Internet y muy recientemente fue público que una casa de subastas puso en venta piezas arqueológicas mexicanas.

Según el mismo gobierno, objetos del pasado prehispánico de México están siendo saqueados todos los días. La batalla contra ese comercio ilegal no es sencilla, pues ni siquiera existen cifras exactas del número de piezas que son contrabandeadas. El patrimonio prehispánico y cultural de México -y el de los países de Centroamérica - está severamente amenazado.

En algunos casos dentro del territorio queretano, habitantes de zonas rurales y pobres venden los artefactos que encuentran por “casualidad” como una formar de tener un ingreso extra. Además los cobran por una bicoca en su mayoría. Esa “casualidad” los lleva a entonces sí, dedicarse a buscar más objetos pues ahora les son necesarios para comerciar, realizando el saqueo y destruyendo con ello el contexto arqueológico de los sitios. Los delincuentes se aprovechar de la poca o nula supervisión que impera en miles de sitios arqueológicos.

Otro gran problema es el saqueo profesional. Gente que tiene la capacidad de hacer excavaciones que, incluso, ni los mismos arqueólogos tienen; elaborar todo un despliegue de exploración mediante trincheras en sitios donde, desde luego, ya tienen noción de dónde pueden aparecer los objetos, destruyendo el sitio. Con esta destrucción desaparece nuestro pasado, nuestra historia, nuestra cultura, etc.

En detrimento de esta criminal actividad está la difusión del patrimonio cultural. Debemos contribuir a fomentar el conocimiento y respeto a los monumentos arqueológicos, históricos y artísticos de nuestras comunidades; además ello otorgará identidad entre los pueblos, coadyuvando a la recomposición del tejido social y más.

La extracción y comercio de piezas arqueológicas está estrictamente prohibido por la ley. Existe en México la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos que determina que son “propiedad de la nación —inalienables e imprescriptibles— los monumentos arqueológicos muebles e inmuebles”. Además, en el artículo 29 se establece que quien encuentre bienes arqueológicos “deberá dar aviso a la autoridad civil más cercana”.

San Juan del Río cuenta con alrededor de setenta sitios arqueológicos muchos de los cuales han sido saqueados desde hace décadas. Ayudemos todos a que no se destruya nuestro pasado, la defensa del origen y riqueza de México lo exige.