/ domingo 22 de agosto de 2021

El Cronista sanjuanense | Beaterio

El Diccionario de la lengua española define la palabra “beaterio” como: “Casa en que viven las beatas formando comunidad y siguiendo alguna regla”.

El Diccionario enciclopédico multimedia Larousse es más lacónico: “Casa en que viven las religiosas en comunidad”.

Beata y religiosa no son sinónimos; monja y religiosa, sí, de manera que es preferible optar por la definición de la Academia, que es más precisa.

Como es sabido, una monja forma parte de una comunidad religiosa en la cual profesa y toma hábito, vive en clausura y cumple votos de pobreza, castidad y obediencia.

Una beata, en cambio, vive en comunidad y hace votos de obediencia y disciplina, pero no de pobreza ni de castidad, ya que puede dejar el beaterio y casarse cuando lo desee.

Un beaterio, que es diferente a un convento, no está sujeto a normas tan estrictas como las que rigen la vida de las congregaciones religiosas; es una casa de oración habitada por mujeres que se dedican a realizar obras pías, a rehabilitar a otras mujeres y, eventualmente, a educar niñas.

Una monja puede ser pobre, y frecuentemente lo es (excepción hecha de algunas, como sor Juana Inés de la Cruz, que tenía la protección de virreyes y virreinas), pero una beata, generalmente, dispone de recursos para sufragar sus gastos personales, ya sea porque procede de familia rica o porque recibe dote de un benefactor (padrino) generoso. Su compromiso es vivir en comunidad, pero no en clausura; puede, además, interactuar con otras beatas y recibir orientación y guía de un sacerdote.

Los primeros beaterios aparecieron en los Países Bajos durante la Edad Media con la intención de auxiliar y proteger a las viudas y huérfanas de las Cruzadas en una época que fue de grandes mortandades, sobre todo de varones, a causa de las guerras y epidemias, por lo que era común observar que mujeres y niñas quedaran en el desamparo.

Los beaterios se extendieron rápidamente en Europa, pues respondían a una necesidad social y ello hizo posible que, en algunos casos, funcionaran no como simples albergues, sino como pequeñas ciudades dotadas de espacios y edificios que cumplían plenamente sus necesidades.

El Beaterio de Brujas, situado en el condado de Flandes, que hoy forma parte de Bélgica, es el más antiguo y famoso de todos. Fue edificado en 1245 y sirvió de refugio a numerosas mujeres rescatadas de la soledad, pero fue ocupado después por monjas benedictinas, quienes hasta el día de hoy lo administran.

A partir del siglo XVI comenzaron a aparecer beaterios en la Nueva España. Se fundaron los primeros beaterios y colegios de niñas en ciudades como México, Puebla, Guadalajara, San Juan del Río, San Luis Potosí, entre otras. En San Juan del Río el Colegio de Niñas Educandas de Nuestra Señora de los Dolores.

Estas comunidades fueron bien acogidas en América y se consolidaron relativamente en poco tiempo, pues no todas las mujeres que deseaban ser monjas tenían oportunidad de ingresar a un convento y como la Iglesia no podía hacerse cargo de ellas optaban por vivir en un beaterio.

Por otra parte, había niñas huérfanas y mujeres “de conducta desviada” que no tenían oportunidad de llevar una vida decente. Colegios y beaterios se multiplicaron también debido a que las órdenes religiosas ayudaban a organizarlos y reclutaban a mujeres que requerían protección.

En los albores de la época independiente, los beaterios mexicanos se convirtieron en casas de monjas e internados, como sucedió en Europa.

La historia del beaterio de San Juan del Río (actual Monasterio de Nuestra Señora de los Dolores), comienza en el año 1670, cuando se funda la escuela de Nuestra Señora de los Dolores de Niñas Educadas por parte de las hermanas de la tercera orden de San Francisco de Asís, es decir, monjas franciscanas.

El 11 de agosto de 1683, cuando fray Antonio Margil de Jesús impuso el hábito de la tercera orden regular franciscana a las hermanas Beatriz, Josefa, Isabel y Ana María, todas de apellido Flores, se dio por iniciada la fundación en San Juan del Río, Querétaro, del Beaterio de Nuestra Señora de los Dolores de Niñas Educandas, como casa de recogimiento para aquellas jovencitas que desearan vivir consagrados al servicio de Dios. Se dice que el mismo fraile dirigió la obra. El convento fue reedificado en el año 1850, bajo la dirección del bachiller don Domingo García.

Este convento fue edificado a la vera del Camino Real de Tierra Adentro (antigua Calle Real y actual Av. Juárez). Fue el segundo recinto religioso fundado en San Juan del Río, después del Hospital y Convento de San Juan de Dios, también ubicado sobre el Camino Real, veintidós años antes (1661). Siete años (1690) después llegarían los dominicos a San Juan.

El Diccionario de la lengua española define la palabra “beaterio” como: “Casa en que viven las beatas formando comunidad y siguiendo alguna regla”.

El Diccionario enciclopédico multimedia Larousse es más lacónico: “Casa en que viven las religiosas en comunidad”.

Beata y religiosa no son sinónimos; monja y religiosa, sí, de manera que es preferible optar por la definición de la Academia, que es más precisa.

Como es sabido, una monja forma parte de una comunidad religiosa en la cual profesa y toma hábito, vive en clausura y cumple votos de pobreza, castidad y obediencia.

Una beata, en cambio, vive en comunidad y hace votos de obediencia y disciplina, pero no de pobreza ni de castidad, ya que puede dejar el beaterio y casarse cuando lo desee.

Un beaterio, que es diferente a un convento, no está sujeto a normas tan estrictas como las que rigen la vida de las congregaciones religiosas; es una casa de oración habitada por mujeres que se dedican a realizar obras pías, a rehabilitar a otras mujeres y, eventualmente, a educar niñas.

Una monja puede ser pobre, y frecuentemente lo es (excepción hecha de algunas, como sor Juana Inés de la Cruz, que tenía la protección de virreyes y virreinas), pero una beata, generalmente, dispone de recursos para sufragar sus gastos personales, ya sea porque procede de familia rica o porque recibe dote de un benefactor (padrino) generoso. Su compromiso es vivir en comunidad, pero no en clausura; puede, además, interactuar con otras beatas y recibir orientación y guía de un sacerdote.

Los primeros beaterios aparecieron en los Países Bajos durante la Edad Media con la intención de auxiliar y proteger a las viudas y huérfanas de las Cruzadas en una época que fue de grandes mortandades, sobre todo de varones, a causa de las guerras y epidemias, por lo que era común observar que mujeres y niñas quedaran en el desamparo.

Los beaterios se extendieron rápidamente en Europa, pues respondían a una necesidad social y ello hizo posible que, en algunos casos, funcionaran no como simples albergues, sino como pequeñas ciudades dotadas de espacios y edificios que cumplían plenamente sus necesidades.

El Beaterio de Brujas, situado en el condado de Flandes, que hoy forma parte de Bélgica, es el más antiguo y famoso de todos. Fue edificado en 1245 y sirvió de refugio a numerosas mujeres rescatadas de la soledad, pero fue ocupado después por monjas benedictinas, quienes hasta el día de hoy lo administran.

A partir del siglo XVI comenzaron a aparecer beaterios en la Nueva España. Se fundaron los primeros beaterios y colegios de niñas en ciudades como México, Puebla, Guadalajara, San Juan del Río, San Luis Potosí, entre otras. En San Juan del Río el Colegio de Niñas Educandas de Nuestra Señora de los Dolores.

Estas comunidades fueron bien acogidas en América y se consolidaron relativamente en poco tiempo, pues no todas las mujeres que deseaban ser monjas tenían oportunidad de ingresar a un convento y como la Iglesia no podía hacerse cargo de ellas optaban por vivir en un beaterio.

Por otra parte, había niñas huérfanas y mujeres “de conducta desviada” que no tenían oportunidad de llevar una vida decente. Colegios y beaterios se multiplicaron también debido a que las órdenes religiosas ayudaban a organizarlos y reclutaban a mujeres que requerían protección.

En los albores de la época independiente, los beaterios mexicanos se convirtieron en casas de monjas e internados, como sucedió en Europa.

La historia del beaterio de San Juan del Río (actual Monasterio de Nuestra Señora de los Dolores), comienza en el año 1670, cuando se funda la escuela de Nuestra Señora de los Dolores de Niñas Educadas por parte de las hermanas de la tercera orden de San Francisco de Asís, es decir, monjas franciscanas.

El 11 de agosto de 1683, cuando fray Antonio Margil de Jesús impuso el hábito de la tercera orden regular franciscana a las hermanas Beatriz, Josefa, Isabel y Ana María, todas de apellido Flores, se dio por iniciada la fundación en San Juan del Río, Querétaro, del Beaterio de Nuestra Señora de los Dolores de Niñas Educandas, como casa de recogimiento para aquellas jovencitas que desearan vivir consagrados al servicio de Dios. Se dice que el mismo fraile dirigió la obra. El convento fue reedificado en el año 1850, bajo la dirección del bachiller don Domingo García.

Este convento fue edificado a la vera del Camino Real de Tierra Adentro (antigua Calle Real y actual Av. Juárez). Fue el segundo recinto religioso fundado en San Juan del Río, después del Hospital y Convento de San Juan de Dios, también ubicado sobre el Camino Real, veintidós años antes (1661). Siete años (1690) después llegarían los dominicos a San Juan.