/ domingo 18 de octubre de 2020

El cronista sanjuanense | De campaniles y campanas

Todos los días, en el centro histórico de la ciudad, vamos a escuchar varios repiques de campanas, algunos breves, otros prolongados y algunos más intensos. Hoy platicaré sobre campanas, en específico las que se albergan en la torre del Santuario Diocesano de Nuestra Señora de Guadalupe en la ciudad de San Juan del Río. Cada una tiene su nombre e incluso la fecha de su fundición y colocación.

Son siete las campanas con que cuenta este importante templo. La más antigua se fundió en el año 1835, pues tiene grabada la fecha MDCCCXXXV. Fue dedicada al Santísimo Sacramento en 1925 y en su yugo de madera tiene la fecha del año 1926. Se ubica hacia el sur del campanario.

Si se logra visitar la torre del campanario de este templo que fue la antigua parroquia de San Juan, siendo observador se descubre con fascinación una deliciosa historia. La construcción de este templo duró alrededor de casi cuarenta años. Inició la obra cerca de 1693 y concluyó hacia 1730. Su campanario tiene alrededor de treinta metros de altura, es de dos cuerpos y linternilla. Los dos cuerpos tienen espacio para albergar hasta dieciocho campanas de diferentes tamaños.

La escalada tiene su gracia, ya que se sube por una escalera helicoidal de cantera morena, desde la base de la torre del reloj. El esfuerzo bien vale la pena porque se ve premiado al llegar con una impresionante vista a trescientos sesenta grados de la ciudad y por supuesto la admiración por tan hermosa e imponente arquitectura de la torre del campanario, de la cúpula del Santuario y la torre del reloj de cuatro caras, pero también de las cuatro cúpulas y torre de la Parroquia de San Juan Bautista, templo contiguo al Santuario.

La segunda campana fue fundida en 1878 y se le conoce como la Santa Isabel, que se ubica al oriente del campanario, mirando hacia el reloj.

Entre todas las campanas la que destaca por su tamaño es la llamada Campana Mayor, dedicada a Santa María de Guadalupe, también se le conoce como “la dominical”, fundida el 12 de diciembre de 1892. Se encuentra pendiendo de la parte central del primer cuerpo.

Otra esquila es la dedicada a San Luis Gonzaga, fundida en 1884, del lado norte del campanario.

Hacia el poniente se encuentra la campana dedicada a La Purísima Concepción, fundida en 1885. El yugo que la sostiene tiene grabada la fecha de 1886, quizá el año en que fue colocada.

La campana de San Juan Bautista se ubica en el lado sur, fundida en 1920; esta esquila tiene vista a la Plaza Independencia, al igual que la del Santísimo Sacramento. Ésta última en el espacio a la derecha, hacia el reloj.

La última de las campanas no está en el campanario, sino en un campanil pequeño, de un solo arco y rematado por una cruz patriarcal protegida por dos almenas. Se ubica hacia el norte del templo, más allá de la cúpula. Se trata de una pequeña campana a la que le llaman “la señal”, pues su cordel llega a la sacristía y su función es dar aviso, mediante su toque, de la salida del cura a la celebración de la misa para que, a su vez, se dé la última campanada de llamado a la eucaristía.

Las campanas no se tocan solas, si hablamos de ellas hay que hablar de campaneros. Cómo no recordar a don Jesús Ruiz Sánchez (+) quien por más de cincuenta años fue custodio de un instrumento litúrgico que convoca a la sociedad en sus alegrías o en sus tristezas, pero también a organizó y dirigió, junto con ayudantes, el repicar controlado de las campanas durante varias festividades, entre religiosas y cívicas, como la fiesta de la Virgen de Guadalupe el 12 de diciembre y el Grito de Independencia el 15 de septiembre de cada año. Antes que él hubo otros como don Lucio y habrá después continuando la tradición virreinal.

Los toques de campana formaban parte de la vida cotidiana, transmitiéndose de generación en generación, avisaban a la población de diferentes circunstancias. En nuestra época puede pasar desapercibido el sonar de las campanas, pero estas se siguen tocando, no solo en este templo sino en todos los demás, puntualmente.

Todos los días, en el centro histórico de la ciudad, vamos a escuchar varios repiques de campanas, algunos breves, otros prolongados y algunos más intensos. Hoy platicaré sobre campanas, en específico las que se albergan en la torre del Santuario Diocesano de Nuestra Señora de Guadalupe en la ciudad de San Juan del Río. Cada una tiene su nombre e incluso la fecha de su fundición y colocación.

Son siete las campanas con que cuenta este importante templo. La más antigua se fundió en el año 1835, pues tiene grabada la fecha MDCCCXXXV. Fue dedicada al Santísimo Sacramento en 1925 y en su yugo de madera tiene la fecha del año 1926. Se ubica hacia el sur del campanario.

Si se logra visitar la torre del campanario de este templo que fue la antigua parroquia de San Juan, siendo observador se descubre con fascinación una deliciosa historia. La construcción de este templo duró alrededor de casi cuarenta años. Inició la obra cerca de 1693 y concluyó hacia 1730. Su campanario tiene alrededor de treinta metros de altura, es de dos cuerpos y linternilla. Los dos cuerpos tienen espacio para albergar hasta dieciocho campanas de diferentes tamaños.

La escalada tiene su gracia, ya que se sube por una escalera helicoidal de cantera morena, desde la base de la torre del reloj. El esfuerzo bien vale la pena porque se ve premiado al llegar con una impresionante vista a trescientos sesenta grados de la ciudad y por supuesto la admiración por tan hermosa e imponente arquitectura de la torre del campanario, de la cúpula del Santuario y la torre del reloj de cuatro caras, pero también de las cuatro cúpulas y torre de la Parroquia de San Juan Bautista, templo contiguo al Santuario.

La segunda campana fue fundida en 1878 y se le conoce como la Santa Isabel, que se ubica al oriente del campanario, mirando hacia el reloj.

Entre todas las campanas la que destaca por su tamaño es la llamada Campana Mayor, dedicada a Santa María de Guadalupe, también se le conoce como “la dominical”, fundida el 12 de diciembre de 1892. Se encuentra pendiendo de la parte central del primer cuerpo.

Otra esquila es la dedicada a San Luis Gonzaga, fundida en 1884, del lado norte del campanario.

Hacia el poniente se encuentra la campana dedicada a La Purísima Concepción, fundida en 1885. El yugo que la sostiene tiene grabada la fecha de 1886, quizá el año en que fue colocada.

La campana de San Juan Bautista se ubica en el lado sur, fundida en 1920; esta esquila tiene vista a la Plaza Independencia, al igual que la del Santísimo Sacramento. Ésta última en el espacio a la derecha, hacia el reloj.

La última de las campanas no está en el campanario, sino en un campanil pequeño, de un solo arco y rematado por una cruz patriarcal protegida por dos almenas. Se ubica hacia el norte del templo, más allá de la cúpula. Se trata de una pequeña campana a la que le llaman “la señal”, pues su cordel llega a la sacristía y su función es dar aviso, mediante su toque, de la salida del cura a la celebración de la misa para que, a su vez, se dé la última campanada de llamado a la eucaristía.

Las campanas no se tocan solas, si hablamos de ellas hay que hablar de campaneros. Cómo no recordar a don Jesús Ruiz Sánchez (+) quien por más de cincuenta años fue custodio de un instrumento litúrgico que convoca a la sociedad en sus alegrías o en sus tristezas, pero también a organizó y dirigió, junto con ayudantes, el repicar controlado de las campanas durante varias festividades, entre religiosas y cívicas, como la fiesta de la Virgen de Guadalupe el 12 de diciembre y el Grito de Independencia el 15 de septiembre de cada año. Antes que él hubo otros como don Lucio y habrá después continuando la tradición virreinal.

Los toques de campana formaban parte de la vida cotidiana, transmitiéndose de generación en generación, avisaban a la población de diferentes circunstancias. En nuestra época puede pasar desapercibido el sonar de las campanas, pero estas se siguen tocando, no solo en este templo sino en todos los demás, puntualmente.