/ domingo 17 de julio de 2022

El cronista sanjuanense | Guillermo Prieto en San Juan del Río

Los conflictos políticos destacados durante la dictadura de Antonio López de Santa Anna, llevaron al ilustre escritor liberal, Guillermo Prieto al destierro en el año 1853. En el trayecto hacia su destino, visitó la ciudad de San Juan del Río en aquel año y escribió uno de los testimonios más importantes de la época.

Muy franco en las descripciones que dejó escritas, explica cómo llegó a San Juan del Río después de dejar Arroyo Zarco. Venía en diligencia. “Reconocimos la inmediación a San Juan del Río por las rancherías y transeúntes, por las oficinas de peaje y alcabalas.”

Aunque al inicio nos reseña el valle de San Juan del Río como de lo más fértil, pintoresco y risueño que pueda imaginarse, por otro lado, contó que la industria era escasa, que estaba en franca decadencia y limitada a la fabricación de fustes, algunos tejidos ordinarios de lana como jerga y frazadas, curtidurías de gamuzas, suelas y badana. El comercio también estaba deprimido y la agricultura había mermado.

Guillermo Prieto anotó que los edificios religiosos de San Juan en esa época eran: la parroquia, San Isidro, el Sacro Monte, el Calvario, San Pedro Ahuacatlán, San Sebastián de las Barrancas, Santo Domingo, San Juan de Dios y el Beaterio de niñas educandas. Todos en buen estado, pero no podían comparase ni número ni en majestuosidad con los que existían en la ciudad de Querétaro.

También describió la hacienda La Llave, una de las más importantes de la región "la habitación de la hacienda es desagradable en extremo...de desapacible aspecto", pero en cambio la fecundidad de sus tierras y la belleza de algunos paisajes compensan la impresión causada por el edificio. Probablemente este estado de la finca haya sido el que motivó su reconstrucción total a finales del siglo XIX y principios del XX, además de las cuestiones estéticas y del prestigio que otorgaba a la familia la riqueza desplegada en la construcción, pues el hacendado acostumbraba recibir en su finca a grandes familias de la Ciudad de México.

El contraste entre los grupos sociales era visible. La clase alta de San Juan del Río, según Prieto, era el doble de religiosa que la de Querétaro, más afectada y más amante de los títulos, orgullosa hasta el extremo "en materia de sangre azul y pergaminos". Según Prieto, esta gente era poco amiga de los liberales y desdeñosa de todo adelanto y mejora, "no abandonan las costumbres del pasado siglo". Esta clase defendió por mucho tiempo sus formas de vida en un intento por mantener su estatus y aquello que consideraban como los valores de la tradición.

Guillermo Prieto dejo este y otros escritos en sus "Viajes de orden suprema” (1853-1855), un texto inconcluso donde narra, en forma amena y singular, sus peregrinaciones durante esos años por los estados de Querétaro y Oaxaca.

Por otra parte, la impresión de miseria que causó San Juan del Río a Guillermo Prieto fue compartida por Juan María Balbontín, quien, en 1854, en el libro Estadísticas del estado de Querétaro (1854-1855), informaba "Se dice que hasta hace pocos años el comercio era floreciente en esta ciudad, pero en el día ha decaído considerablemente". Le atribuyó la decadencia a la falta de agua en el río San Juan, fundamental para irrigar las huertas de los campesinos, así como el hecho de que las tierras estaban siendo acaparadas por los hacendados obligando a los campesinos a pagar renta por sus casas.

Otro dato que aporta es que, en ese tiempo, San Juan del Río tenía 28,654 habitantes, siendo más de la mitad de raza mixta de español y de indio.

Los conflictos políticos destacados durante la dictadura de Antonio López de Santa Anna, llevaron al ilustre escritor liberal, Guillermo Prieto al destierro en el año 1853. En el trayecto hacia su destino, visitó la ciudad de San Juan del Río en aquel año y escribió uno de los testimonios más importantes de la época.

Muy franco en las descripciones que dejó escritas, explica cómo llegó a San Juan del Río después de dejar Arroyo Zarco. Venía en diligencia. “Reconocimos la inmediación a San Juan del Río por las rancherías y transeúntes, por las oficinas de peaje y alcabalas.”

Aunque al inicio nos reseña el valle de San Juan del Río como de lo más fértil, pintoresco y risueño que pueda imaginarse, por otro lado, contó que la industria era escasa, que estaba en franca decadencia y limitada a la fabricación de fustes, algunos tejidos ordinarios de lana como jerga y frazadas, curtidurías de gamuzas, suelas y badana. El comercio también estaba deprimido y la agricultura había mermado.

Guillermo Prieto anotó que los edificios religiosos de San Juan en esa época eran: la parroquia, San Isidro, el Sacro Monte, el Calvario, San Pedro Ahuacatlán, San Sebastián de las Barrancas, Santo Domingo, San Juan de Dios y el Beaterio de niñas educandas. Todos en buen estado, pero no podían comparase ni número ni en majestuosidad con los que existían en la ciudad de Querétaro.

También describió la hacienda La Llave, una de las más importantes de la región "la habitación de la hacienda es desagradable en extremo...de desapacible aspecto", pero en cambio la fecundidad de sus tierras y la belleza de algunos paisajes compensan la impresión causada por el edificio. Probablemente este estado de la finca haya sido el que motivó su reconstrucción total a finales del siglo XIX y principios del XX, además de las cuestiones estéticas y del prestigio que otorgaba a la familia la riqueza desplegada en la construcción, pues el hacendado acostumbraba recibir en su finca a grandes familias de la Ciudad de México.

El contraste entre los grupos sociales era visible. La clase alta de San Juan del Río, según Prieto, era el doble de religiosa que la de Querétaro, más afectada y más amante de los títulos, orgullosa hasta el extremo "en materia de sangre azul y pergaminos". Según Prieto, esta gente era poco amiga de los liberales y desdeñosa de todo adelanto y mejora, "no abandonan las costumbres del pasado siglo". Esta clase defendió por mucho tiempo sus formas de vida en un intento por mantener su estatus y aquello que consideraban como los valores de la tradición.

Guillermo Prieto dejo este y otros escritos en sus "Viajes de orden suprema” (1853-1855), un texto inconcluso donde narra, en forma amena y singular, sus peregrinaciones durante esos años por los estados de Querétaro y Oaxaca.

Por otra parte, la impresión de miseria que causó San Juan del Río a Guillermo Prieto fue compartida por Juan María Balbontín, quien, en 1854, en el libro Estadísticas del estado de Querétaro (1854-1855), informaba "Se dice que hasta hace pocos años el comercio era floreciente en esta ciudad, pero en el día ha decaído considerablemente". Le atribuyó la decadencia a la falta de agua en el río San Juan, fundamental para irrigar las huertas de los campesinos, así como el hecho de que las tierras estaban siendo acaparadas por los hacendados obligando a los campesinos a pagar renta por sus casas.

Otro dato que aporta es que, en ese tiempo, San Juan del Río tenía 28,654 habitantes, siendo más de la mitad de raza mixta de español y de indio.