/ domingo 5 de junio de 2022

El cronista sanjuanense | Los “monstruos” en Nueva España

Los españoles durante el virreinato, elaboraban descripciones de casi todo lo que veían, entre ellas, la observación de los "monstruos" como le nombraban a toda clase de malformación en el cuerpo, ya sea por nacimiento o que se iba dando en la vida.

En lo que respecta a Querétaro, en aquella época, también daban cuenta de que las personas morían a edades muy avanzadas, más allá de los ciento veinticinco años de edad. Incluso se registró sobre un anciano que llegó a vivir hasta los ciento ochenta y seis años y mujeres a los ciento cuarenta y cinco. Incluso se elaboró una gaceta describiendo los diferentes tipos de "enfermedades" y sus remedios. Muchas de estas "enfermedades" eran castigos de Dios a la idolatría (según ellos), y los remedios eran, en su mayoría, basados en lo que los naturales hacían para curar a sus enfermos: hiervas, especias, etc.

Fueron tres las gacetas que se escribieron en el siglo XVIII, y los primeros años del XIX. Estas gacetas recogían las principales preocupaciones de los novohispanos de aquel entonces en la Nueva España.

En el primer tercio del siglo XVI, los conquistadores españoles Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo, tras recorrer el reino mexica, describieron haber visto unos jardines muy hermosos, colmados de flores y hierbas medicinales. En estos jardines, también advirtieron la presencia de gente fuera de lo normal: ciegos, siameses, enanos y deformes, a quienes llamaron “monstruos”, ya que en Europa terminaban exhibiéndose en gabinetes de curiosidades, ferias y verbenas.

Famosos por su belleza y diversidad, los jardines de Tenochtitlan, Texcoco, Tepetzingo, Chapultepec, Iztapalapa, Coyoacan, Xochimilco y Oaxtepec, que eran propiedad de los gobernantes mexicas, estaban al cuidado de hombres y mujeres enanos, corcovados y con otras deformidades. Por ejemplo, Moctezuma Xocoyotzin había designado los terrenos de Culhuacán, cercanos a Tenochtitlan, como sitio para el recogimiento de los inválidos e impedidos.

En sus Cartas de relación, Hernán Cortés confirmó el testimonio de Torquemada “[El emperador] tenía una casa donde tenía un hermoso jardín con ciertos miradores […]. Había […] diez estanques de agua, donde tenía todos los linajes de aves de agua que en estas partes se hallan, que son muchos y diversos, todas domésticas. […] Tenía en esta casa un cuarto en que tenía hombres y mujeres y niños blancos de su nacimiento en el rostro y cuerpo y cabellos y cejas y pestañas (albinos). Tenía otra casa donde tenía muchos hombres y mujeres monstruos, en que había enanos, corcovados y contrahechos, y otros con otras disformidades…”

A quienes nacían con anomalías físicas —deformes, enanos, albinos, siameses y jorobados— se les respetaba, pues eran considerados hijos del Sol, y se les atribuían poderes sobrenaturales. Además, se pensaba que eran emisarios de los cielos y se les asociaba con los ahuiateteo, dioses del placer y de los excesos físicos.

Entre los toltecas, aunque los albinos eran reverenciados con respeto, se les consideraba un signo de mal agüero y por ello estaban destinados a ser ofrecidos en sacrificio. Al parecer, este concepto data del reinado del último señor de Tula. Dicta la tradición que Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl encontró en un monte cercano a un niño blanco y rubio, hacia el año de 1098 y que, al poco tiempo, se desató en la población una epidemia que causó gran mortandad y que contribuyó a la destrucción de la cultura tolteca.

Los enanos y jorobados también eran considerados seres sagrados y signos de la divinidad, Las relaciones europeas sobre este tema cuentan que, por tal atribución “eran incorporados al grupo de bufones de la corte del Tlatoani en turno, y otros eran alojados en una casa especial, donde podían ser vistos por el público”

Los españoles durante el virreinato, elaboraban descripciones de casi todo lo que veían, entre ellas, la observación de los "monstruos" como le nombraban a toda clase de malformación en el cuerpo, ya sea por nacimiento o que se iba dando en la vida.

En lo que respecta a Querétaro, en aquella época, también daban cuenta de que las personas morían a edades muy avanzadas, más allá de los ciento veinticinco años de edad. Incluso se registró sobre un anciano que llegó a vivir hasta los ciento ochenta y seis años y mujeres a los ciento cuarenta y cinco. Incluso se elaboró una gaceta describiendo los diferentes tipos de "enfermedades" y sus remedios. Muchas de estas "enfermedades" eran castigos de Dios a la idolatría (según ellos), y los remedios eran, en su mayoría, basados en lo que los naturales hacían para curar a sus enfermos: hiervas, especias, etc.

Fueron tres las gacetas que se escribieron en el siglo XVIII, y los primeros años del XIX. Estas gacetas recogían las principales preocupaciones de los novohispanos de aquel entonces en la Nueva España.

En el primer tercio del siglo XVI, los conquistadores españoles Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo, tras recorrer el reino mexica, describieron haber visto unos jardines muy hermosos, colmados de flores y hierbas medicinales. En estos jardines, también advirtieron la presencia de gente fuera de lo normal: ciegos, siameses, enanos y deformes, a quienes llamaron “monstruos”, ya que en Europa terminaban exhibiéndose en gabinetes de curiosidades, ferias y verbenas.

Famosos por su belleza y diversidad, los jardines de Tenochtitlan, Texcoco, Tepetzingo, Chapultepec, Iztapalapa, Coyoacan, Xochimilco y Oaxtepec, que eran propiedad de los gobernantes mexicas, estaban al cuidado de hombres y mujeres enanos, corcovados y con otras deformidades. Por ejemplo, Moctezuma Xocoyotzin había designado los terrenos de Culhuacán, cercanos a Tenochtitlan, como sitio para el recogimiento de los inválidos e impedidos.

En sus Cartas de relación, Hernán Cortés confirmó el testimonio de Torquemada “[El emperador] tenía una casa donde tenía un hermoso jardín con ciertos miradores […]. Había […] diez estanques de agua, donde tenía todos los linajes de aves de agua que en estas partes se hallan, que son muchos y diversos, todas domésticas. […] Tenía en esta casa un cuarto en que tenía hombres y mujeres y niños blancos de su nacimiento en el rostro y cuerpo y cabellos y cejas y pestañas (albinos). Tenía otra casa donde tenía muchos hombres y mujeres monstruos, en que había enanos, corcovados y contrahechos, y otros con otras disformidades…”

A quienes nacían con anomalías físicas —deformes, enanos, albinos, siameses y jorobados— se les respetaba, pues eran considerados hijos del Sol, y se les atribuían poderes sobrenaturales. Además, se pensaba que eran emisarios de los cielos y se les asociaba con los ahuiateteo, dioses del placer y de los excesos físicos.

Entre los toltecas, aunque los albinos eran reverenciados con respeto, se les consideraba un signo de mal agüero y por ello estaban destinados a ser ofrecidos en sacrificio. Al parecer, este concepto data del reinado del último señor de Tula. Dicta la tradición que Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl encontró en un monte cercano a un niño blanco y rubio, hacia el año de 1098 y que, al poco tiempo, se desató en la población una epidemia que causó gran mortandad y que contribuyó a la destrucción de la cultura tolteca.

Los enanos y jorobados también eran considerados seres sagrados y signos de la divinidad, Las relaciones europeas sobre este tema cuentan que, por tal atribución “eran incorporados al grupo de bufones de la corte del Tlatoani en turno, y otros eran alojados en una casa especial, donde podían ser vistos por el público”