/ domingo 24 de abril de 2022

El cronista sanjuanense | Pablo Cabrera Pedraza


Nació el 28 de abril de 1911 en la ciudad de San Juan del Río. Sus padres fueron Martín Cabrera Feregrino y Trinidad Pedraza. Cursó su enseñanza primaria en el plantel Guadalupano, que dirigía el presbítero José Borja. Paralelamente estudió dibujo y pintura, que fueron dos de sus grandes aficiones a lo largo de su vida.

En 1924 fue invitado por el padre Borja a dar clases en su escuela, por lo que desde los trece años de edad se dedicó a la docencia, labor que compaginó con el apoyo que brindó a su padre en el comercio, una fábrica de limonadas.

En 1929 se trasladó a la capital del estado y allí prosiguió sus estudios en el Conservatorio de Música J. Guadalupe Velázquez, donde estudió canto gregoriano, composición, contrapunto y armonía, así como declamación con el maestro Julio Viderique. Ese mismo año continuó sus estudios de educación secundaria y media superior en el Centro Educativo y el Colegio Morelos de México.

En 1932 fundó, junto con su amigo José Antonio Ruiz Acosta, el Ateneo Literario de Querétaro, donde se dedicó a la creación literaria sin abandonar sus demás estudios. En ese tiempo ya era común ver a Pablo caminar por las calles de la ciudad, vestido de negro, con un portafolios cargado de recortes periodísticos, hojas con poemas, libros de diversas materias y un cúmulo de inquietudes intelectuales. Con su andar pausado, saludaba a todas las personas con una sonrisa en los labios, al grado de que algunos lo llamaban “el hombre feliz”. Dada su versatilidad y amplitud de conocimientos, el profesor Eduardo Loarca Castillo lo denominó “El último juglar”.

En 1934 obtuvo su primer premio de literatura al lograr la medalla de oro en los VI Juegos Florales de la ciudad de Querétaro, con la composición “Sombras y claridades”. Ese mismo año recibió el primer premio del Concurso de Madrigal celebrado en nuestra entidad y publicó su primer libro de poemas: “Sombras y claridades”. En 1935 consiguió su primer Flor Natural en los IV Juegos Florales de León, con la composición “Flores, mujeres y versos”. Al año siguiente nuevamente se hizo acreedor a la medalla de oro en los VII Juegos Flores de Querétaro, con el poema “Provincia”.

Para entonces estudiaba en la Escuela Libre de Derecho, en la Ciudad de México, donde conoció y convivió con personajes de la talla de Diego Rivera, David Alfaro Siqueros, Frida Kahlo y José Vasconcelos; los poetas Efraín Huerta y José Vázquez Méndez; así como el periodista Carlos Septién García y otros. En un ambiente impregnado de cultura, arte y filosofía, el poeta vivía en su elemento.

En 1939, regresó a San Juan y se vio en la necesidad de atender la fábrica de limonadas de la familia. Allí conoció a la joven María de Jesús Ruiz, con quien casó el 24 de febrero de 1941. Procrearon diez hijos: Guadalupe, Rosa María, Carlos, Miguel, Alonso, Luis, María Magdalena, Héctor y Margarita.

Al año siguiente, Pablo regresó a la ciudad de Querétaro, donde se dedicó durante más de cuarenta años a las labores docentes en escuelas secundarias, preparatorias, normales, de comercio y el Colegio Civil del Estado, así como el Instituto de Bellas Artes de la Universidad Autónoma de Querétaro. En dichas instituciones impartió varias cátedras, como Geografía, Biología, Matemáticas, Historia de México, Historia Universal, Lógica, Ética, Pedagogía, Didáctica, Literatura Universal, Cosmología y Literatura Hispanomexicana.

En 1947 fundó la revista Querétaro. En 1950 hizo lo propio con el periódico El Diario de Querétaro, el primero de circulación diaria en la ciudad.

Entre 1951 y 1980, obtuvo los principales galardones en afamados certámenes poéticos, entre otros, los Juegos Florales en Irapuato, Tijuana, Mazatlán y los de su tierra natal, San Juan del Río.

En 1966 fue director de Difusión Cultural del Instituto de Bellas Artes de la Universidad Autónoma de Querétaro. En 1967 publicó poemas en Cantos del silencio. Al siguiente año publicó Geografía Elemental del Estado de Guanajuato. En 1973 recibió la medalla Carlos María Bustamante por su trayectoria dentro del periodismo queretano, al fundar, además de El Diario de Querétaro, los semanarios El Plan de San Juan y La Opinión.

Durante los últimos años de su vida, Pablo se dedicó por completo a la práctica del naturismo: en su casa se daba baños de sol, de aire, de agua fría y se ponía cataplasmas de barro, para disfrutar de los cuatro elementos vitales de la naturaleza. También acostumbraba pasear descalzo por las calles de Querétaro. Siguió trabajando hasta el día de su muerte, que tuvo lugar el 20 de junio de 1982. El Gobierno del Estado lo invitó a dar un discurso sobre historia de Querétaro en el Palacio de la Corregidora a los niños más aplicados de todo el país, que entonces eran premiados con un recorrido por varias ciudades llamado “Ruta de la Independencia”. Pronunció su discurso con toda emotividad y al terminar se sentó en una silla, donde sufrió un paro cardiaco.

Una calle, una escuela primaria en la comunidad La Llave y un jardín de niños en el centro de la ciudad de San Juan del Río, llevan su nombre.


Nació el 28 de abril de 1911 en la ciudad de San Juan del Río. Sus padres fueron Martín Cabrera Feregrino y Trinidad Pedraza. Cursó su enseñanza primaria en el plantel Guadalupano, que dirigía el presbítero José Borja. Paralelamente estudió dibujo y pintura, que fueron dos de sus grandes aficiones a lo largo de su vida.

En 1924 fue invitado por el padre Borja a dar clases en su escuela, por lo que desde los trece años de edad se dedicó a la docencia, labor que compaginó con el apoyo que brindó a su padre en el comercio, una fábrica de limonadas.

En 1929 se trasladó a la capital del estado y allí prosiguió sus estudios en el Conservatorio de Música J. Guadalupe Velázquez, donde estudió canto gregoriano, composición, contrapunto y armonía, así como declamación con el maestro Julio Viderique. Ese mismo año continuó sus estudios de educación secundaria y media superior en el Centro Educativo y el Colegio Morelos de México.

En 1932 fundó, junto con su amigo José Antonio Ruiz Acosta, el Ateneo Literario de Querétaro, donde se dedicó a la creación literaria sin abandonar sus demás estudios. En ese tiempo ya era común ver a Pablo caminar por las calles de la ciudad, vestido de negro, con un portafolios cargado de recortes periodísticos, hojas con poemas, libros de diversas materias y un cúmulo de inquietudes intelectuales. Con su andar pausado, saludaba a todas las personas con una sonrisa en los labios, al grado de que algunos lo llamaban “el hombre feliz”. Dada su versatilidad y amplitud de conocimientos, el profesor Eduardo Loarca Castillo lo denominó “El último juglar”.

En 1934 obtuvo su primer premio de literatura al lograr la medalla de oro en los VI Juegos Florales de la ciudad de Querétaro, con la composición “Sombras y claridades”. Ese mismo año recibió el primer premio del Concurso de Madrigal celebrado en nuestra entidad y publicó su primer libro de poemas: “Sombras y claridades”. En 1935 consiguió su primer Flor Natural en los IV Juegos Florales de León, con la composición “Flores, mujeres y versos”. Al año siguiente nuevamente se hizo acreedor a la medalla de oro en los VII Juegos Flores de Querétaro, con el poema “Provincia”.

Para entonces estudiaba en la Escuela Libre de Derecho, en la Ciudad de México, donde conoció y convivió con personajes de la talla de Diego Rivera, David Alfaro Siqueros, Frida Kahlo y José Vasconcelos; los poetas Efraín Huerta y José Vázquez Méndez; así como el periodista Carlos Septién García y otros. En un ambiente impregnado de cultura, arte y filosofía, el poeta vivía en su elemento.

En 1939, regresó a San Juan y se vio en la necesidad de atender la fábrica de limonadas de la familia. Allí conoció a la joven María de Jesús Ruiz, con quien casó el 24 de febrero de 1941. Procrearon diez hijos: Guadalupe, Rosa María, Carlos, Miguel, Alonso, Luis, María Magdalena, Héctor y Margarita.

Al año siguiente, Pablo regresó a la ciudad de Querétaro, donde se dedicó durante más de cuarenta años a las labores docentes en escuelas secundarias, preparatorias, normales, de comercio y el Colegio Civil del Estado, así como el Instituto de Bellas Artes de la Universidad Autónoma de Querétaro. En dichas instituciones impartió varias cátedras, como Geografía, Biología, Matemáticas, Historia de México, Historia Universal, Lógica, Ética, Pedagogía, Didáctica, Literatura Universal, Cosmología y Literatura Hispanomexicana.

En 1947 fundó la revista Querétaro. En 1950 hizo lo propio con el periódico El Diario de Querétaro, el primero de circulación diaria en la ciudad.

Entre 1951 y 1980, obtuvo los principales galardones en afamados certámenes poéticos, entre otros, los Juegos Florales en Irapuato, Tijuana, Mazatlán y los de su tierra natal, San Juan del Río.

En 1966 fue director de Difusión Cultural del Instituto de Bellas Artes de la Universidad Autónoma de Querétaro. En 1967 publicó poemas en Cantos del silencio. Al siguiente año publicó Geografía Elemental del Estado de Guanajuato. En 1973 recibió la medalla Carlos María Bustamante por su trayectoria dentro del periodismo queretano, al fundar, además de El Diario de Querétaro, los semanarios El Plan de San Juan y La Opinión.

Durante los últimos años de su vida, Pablo se dedicó por completo a la práctica del naturismo: en su casa se daba baños de sol, de aire, de agua fría y se ponía cataplasmas de barro, para disfrutar de los cuatro elementos vitales de la naturaleza. También acostumbraba pasear descalzo por las calles de Querétaro. Siguió trabajando hasta el día de su muerte, que tuvo lugar el 20 de junio de 1982. El Gobierno del Estado lo invitó a dar un discurso sobre historia de Querétaro en el Palacio de la Corregidora a los niños más aplicados de todo el país, que entonces eran premiados con un recorrido por varias ciudades llamado “Ruta de la Independencia”. Pronunció su discurso con toda emotividad y al terminar se sentó en una silla, donde sufrió un paro cardiaco.

Una calle, una escuela primaria en la comunidad La Llave y un jardín de niños en el centro de la ciudad de San Juan del Río, llevan su nombre.