/ domingo 27 de febrero de 2022

El cronista sanjuanense | Panteón de la Soledad

En San Juan del Río lo conocemos como Panteón 1. Este el primer panteón civil que se instauró oficialmente en la ciudad. Fue fundado en el año 1845 con el nombre de Panteón de la Soledad, fincado sobre lo que fue el camposanto del antiguo convento de San Juan de Dios.

En las poblaciones de la Nueva España los sitios de inhumación se hallaban a cargo de la Iglesia, ubicándose por lo general en el interior de los templos y en sus atrios. Los camposantos, como su nombre lo indica, eran vistos como lugares consagrados destinados de manera exclusiva a los creyentes católicos. La elección del sitio de entierro estaba determinada por criterios religiosos. Los costos de los entierros aumentaban de acuerdo con la cercanía que el espacio guardaba respecto del altar mayor, disminuyendo hasta llegar a las puertas y al cementerio en el atrio, lugar de los pobres y otros “miserables” que se enterraban “de a gratis”.

Existía la creencia de que el difunto entre más cerca fuera enterrado del santo de su devoción o del altar, mayores indulgencias tendría para tener menor estancia en el purgatorio. El ser enterrado dentro del templo también se consideraba un signo de prestigio. Es por ello que se pueden encontrar dentro de los templos algunas tumbas en los muros, en los pisos, en criptas y en nichos.

Hasta antes de la exigencia de las Leyes de Reforma, expedidas en el siglo XIX, los pisos de los templos eran de tierra y eran cubiertos con madera, la cual era removida para depositar restos mortales en él; esto motivó que se hicieran reglas sobre la materia, ordenaron la colocación de pisos firmes de tal suerte que se evitara realizar entierros que hasta de forma clandestina seguían ocurriendo dentro de los templos, sobre todo de la clase alta quienes eran los que tenían el poder adquisitivo y la gracia del clero para poder hacerlo.

El surgimiento de los panteones civiles se dio en el siglo XIX, motivado, como ya se ha dicho, por las Leyes de Reforma, aunque antes de estas se habían creado panteones fuera de los templos desde mediados del siglo XVIII en lo que era la Nueva España. Las Leyes de reforma prohibieron la sepultura de restos mortales tanto en el interior de los templos como en los atrios de los mismos por cuestiones de salubridad, ya que eran foco de infección para la población que se congregaba en ellos durante las ceremonias religiosas. Lo que parecía “santo” y “habitual” pasó a convertirse en una amenaza para la salud. Los cadáveres, sobre todo los fallecidos por enfermedades epidémicas, empezaron a verse como causantes de contagio de enfermedades y muertes.

Originalmente, para dar cumplimiento a las nuevas disposiciones, el ayuntamiento de aquel entonces tuvo la intensión de construir un panteón a las afueras de la ciudad, sin embargo, esto se tuvo que postergar y “mientras tanto” se decidió que fuera ocupado el camposanto del hospital de San Juan de Dios para el efecto de continuar sepultando cadáveres. Aquel panteón nunca se construyó, quedando el antiguo camposanto del convento para el uso civil.

La tumba más antigua que aquí se contiene data del año 1812, en el entendido de que provino del antiguo camposanto de la parroquia de San Juan Bautista, que estuvo dentro de su atrio ya desaparecido, sitio en donde actualmente está la Plaza de los Fundadores.

El Panteón de la Soledad (Panteón 1) fue abierto en 1845, siendo el primero. Posteriormente, entre los años 1854 y 1857 se edificó el Panteón de la Santa Vera Cruz a espaldas del templo del Calvario. Y para finalizar con estos panteones antiguos, se abrió el Panteón de los Dolores al lado poniente del río, que conocemos como Panteón 2.

A estos cementerios se suman el Panteón 3, inaugurado a inicios del siglo XXI y en proceso está otro sobre el Bulevar Alfonso Patiño. Cabe mencionar que algunas, muy pocas, comunidades rurales de la municipalidad, se cuenta con panteones.

En San Juan del Río lo conocemos como Panteón 1. Este el primer panteón civil que se instauró oficialmente en la ciudad. Fue fundado en el año 1845 con el nombre de Panteón de la Soledad, fincado sobre lo que fue el camposanto del antiguo convento de San Juan de Dios.

En las poblaciones de la Nueva España los sitios de inhumación se hallaban a cargo de la Iglesia, ubicándose por lo general en el interior de los templos y en sus atrios. Los camposantos, como su nombre lo indica, eran vistos como lugares consagrados destinados de manera exclusiva a los creyentes católicos. La elección del sitio de entierro estaba determinada por criterios religiosos. Los costos de los entierros aumentaban de acuerdo con la cercanía que el espacio guardaba respecto del altar mayor, disminuyendo hasta llegar a las puertas y al cementerio en el atrio, lugar de los pobres y otros “miserables” que se enterraban “de a gratis”.

Existía la creencia de que el difunto entre más cerca fuera enterrado del santo de su devoción o del altar, mayores indulgencias tendría para tener menor estancia en el purgatorio. El ser enterrado dentro del templo también se consideraba un signo de prestigio. Es por ello que se pueden encontrar dentro de los templos algunas tumbas en los muros, en los pisos, en criptas y en nichos.

Hasta antes de la exigencia de las Leyes de Reforma, expedidas en el siglo XIX, los pisos de los templos eran de tierra y eran cubiertos con madera, la cual era removida para depositar restos mortales en él; esto motivó que se hicieran reglas sobre la materia, ordenaron la colocación de pisos firmes de tal suerte que se evitara realizar entierros que hasta de forma clandestina seguían ocurriendo dentro de los templos, sobre todo de la clase alta quienes eran los que tenían el poder adquisitivo y la gracia del clero para poder hacerlo.

El surgimiento de los panteones civiles se dio en el siglo XIX, motivado, como ya se ha dicho, por las Leyes de Reforma, aunque antes de estas se habían creado panteones fuera de los templos desde mediados del siglo XVIII en lo que era la Nueva España. Las Leyes de reforma prohibieron la sepultura de restos mortales tanto en el interior de los templos como en los atrios de los mismos por cuestiones de salubridad, ya que eran foco de infección para la población que se congregaba en ellos durante las ceremonias religiosas. Lo que parecía “santo” y “habitual” pasó a convertirse en una amenaza para la salud. Los cadáveres, sobre todo los fallecidos por enfermedades epidémicas, empezaron a verse como causantes de contagio de enfermedades y muertes.

Originalmente, para dar cumplimiento a las nuevas disposiciones, el ayuntamiento de aquel entonces tuvo la intensión de construir un panteón a las afueras de la ciudad, sin embargo, esto se tuvo que postergar y “mientras tanto” se decidió que fuera ocupado el camposanto del hospital de San Juan de Dios para el efecto de continuar sepultando cadáveres. Aquel panteón nunca se construyó, quedando el antiguo camposanto del convento para el uso civil.

La tumba más antigua que aquí se contiene data del año 1812, en el entendido de que provino del antiguo camposanto de la parroquia de San Juan Bautista, que estuvo dentro de su atrio ya desaparecido, sitio en donde actualmente está la Plaza de los Fundadores.

El Panteón de la Soledad (Panteón 1) fue abierto en 1845, siendo el primero. Posteriormente, entre los años 1854 y 1857 se edificó el Panteón de la Santa Vera Cruz a espaldas del templo del Calvario. Y para finalizar con estos panteones antiguos, se abrió el Panteón de los Dolores al lado poniente del río, que conocemos como Panteón 2.

A estos cementerios se suman el Panteón 3, inaugurado a inicios del siglo XXI y en proceso está otro sobre el Bulevar Alfonso Patiño. Cabe mencionar que algunas, muy pocas, comunidades rurales de la municipalidad, se cuenta con panteones.