/ domingo 13 de diciembre de 2020

El cronista sanjuanense|¿Qué es la Navidad?

Este año viene una nueva oportunidad para que los que encabezan a la familia, trasmitamos a los demás miembros de ella lo que llamamos el espíritu de la Navidad ¿cómo? Conociendo e informando el origen de los diversos símbolos que la componen para tener presente qué se celebra. Una de las gratas costumbres que asociamos con la Navidad es la de los regalos, que son motivo de gran ilusión sobre todo entre los pequeños. En medio de este ambiente festivo no debemos olvidar en qué reside el verdadero valor de un obsequio. Un regalo es mucho más que un objeto, es una muestra de amor, de interés, algunos presentes por insignificantes o intangibles que parezcan, dejan huella imborrable en aquellos que los reciben, cuando son entregados como muestra de ese aprecio por el otro. A veces el verdadero espíritu navideño surge en circunstancias adversas. En la actualidad, con tanta información a nuestro alcance por diversos medios, sobre todo a través de la Internet, todos estamos enterados de los pormenores, las raíces y el origen de las diferentes tradiciones del mundo, en lo que nos toca a las mexicanas, y pareciera obvio que todos sabemos cuál es el origen de la Navidad. Casi todos contestaríamos muy seguros de saber qué se celebra en Navidad, cómo, desde cuándo y quienes la iniciaron. Sin embargo, no es así. Hoy me referiré al nacimiento, a las posadas y al Árbol de Navidad.

En el México colonial, los frailes agustinos celebraban en el interior de sus conventos la misa de aguinaldo, en la cual conmemoraban el nacimiento del niño Jesús, “el niño Dios”. Esta costumbre pronto pasó a otros conventos y templos, luego a las haciendas, las cuales tenían una población cautiva, de ahí a rancherías y caseríos que contaran con capilla, así se fue extendiendo la tradición de la Navidad en el nuevo mundo. Aunque existen controversias sobre la precisión de la fecha del nacimiento del niño Jesús, en Occidente la Navidad se ha celebrado el 25 de diciembre, al menos desde el año 354 d. C., fecha que coincide con el solsticio de invierno y las fiestas saturnales romanas. La tradición de la representación del nacimiento del niño Jesús es atribuida a San Francisco de Asís, pues fue él que hizo popular esta costumbre al montar el establo con animales y personas reales representado el nacimiento del niño Dios entre los años 1200 a 1226 de nuestra era. Los seguidores de San Francisco introdujeron esta singular tradición a España en el siglo XIV, pero ya no con representaciones en vivo sino con esculturas. Al llegar a México en el siglo XVI, la representación del nacimiento con figuras y las pastorelas (representaciones teatrales en vivo) fueron un medio eficaz para difundir la religión cristiana entre los nuevos evangelizados. Esta tradición de celebrar la natividad del Jesucristo en Belén de Judá, cuando José y María fueron a empadronarse por orden del emperador romano, se inicia en México con la tradición de las posadas, festividad pagana religiosa.

Las posadas representan los nueve días -16 al 24 de diciembre- del peregrinar de José y María, previos al nacimiento de su hijo. En la posada se celebra con cántico de villancicos, el rezo del santo rosario, la posada se pide en las casas de las calles que se van recorriendo; al concluir el rezo del santo rosario, finalmente se encuentra una casa que abre sus puertas brindando posada a los peregrinos, permitiéndoles pernoctar para dar alumbramiento al niño Dios. Es aquí, en la posada, donde se preserva una tradición muy a la mexicana; un acto meramente social, cuando los vecinos, amigos, conocidos y familiares comparten un convite. Se reparte fruta, se bebe ponche y se rompen las piñatas.

El infaltable en estas tradiciones ancestrales es el Árbol de Navidad, el cual tiene su origen en Alemania. Los hogares alemanes lo ponían desde el siglo XVI. Con el tiempo el Árbol de Navidad inspiró muchas historias o más leyendas, una de ellas cuenta que en una fría noche invernal un niño extraviado se refugió en la choza en la que vivía un leñador con su esposa, y que ellos le brindaron bondades y protección, después este niño se convirtió en un ángel: era el niño Dios. A fin de recompensar a tan buenos anfitriones que le dieron abrigo aquel frío día y como agradecimiento a sus benefactores, el niño les dio una varita de pino para que la sembraran, así le hicieron, la varita creció y se transformó en un frondoso árbol que año con año les dio como fruto manzanas de oro y nueces de plata. De ahí viene el colocar en nuestras casas un árbol de pino y adornarlo con tonos brillantes de oro y plata que conmemoran los frutos de aquel árbol que creció de la mano del niño Dios.

Este año viene una nueva oportunidad para que los que encabezan a la familia, trasmitamos a los demás miembros de ella lo que llamamos el espíritu de la Navidad ¿cómo? Conociendo e informando el origen de los diversos símbolos que la componen para tener presente qué se celebra. Una de las gratas costumbres que asociamos con la Navidad es la de los regalos, que son motivo de gran ilusión sobre todo entre los pequeños. En medio de este ambiente festivo no debemos olvidar en qué reside el verdadero valor de un obsequio. Un regalo es mucho más que un objeto, es una muestra de amor, de interés, algunos presentes por insignificantes o intangibles que parezcan, dejan huella imborrable en aquellos que los reciben, cuando son entregados como muestra de ese aprecio por el otro. A veces el verdadero espíritu navideño surge en circunstancias adversas. En la actualidad, con tanta información a nuestro alcance por diversos medios, sobre todo a través de la Internet, todos estamos enterados de los pormenores, las raíces y el origen de las diferentes tradiciones del mundo, en lo que nos toca a las mexicanas, y pareciera obvio que todos sabemos cuál es el origen de la Navidad. Casi todos contestaríamos muy seguros de saber qué se celebra en Navidad, cómo, desde cuándo y quienes la iniciaron. Sin embargo, no es así. Hoy me referiré al nacimiento, a las posadas y al Árbol de Navidad.

En el México colonial, los frailes agustinos celebraban en el interior de sus conventos la misa de aguinaldo, en la cual conmemoraban el nacimiento del niño Jesús, “el niño Dios”. Esta costumbre pronto pasó a otros conventos y templos, luego a las haciendas, las cuales tenían una población cautiva, de ahí a rancherías y caseríos que contaran con capilla, así se fue extendiendo la tradición de la Navidad en el nuevo mundo. Aunque existen controversias sobre la precisión de la fecha del nacimiento del niño Jesús, en Occidente la Navidad se ha celebrado el 25 de diciembre, al menos desde el año 354 d. C., fecha que coincide con el solsticio de invierno y las fiestas saturnales romanas. La tradición de la representación del nacimiento del niño Jesús es atribuida a San Francisco de Asís, pues fue él que hizo popular esta costumbre al montar el establo con animales y personas reales representado el nacimiento del niño Dios entre los años 1200 a 1226 de nuestra era. Los seguidores de San Francisco introdujeron esta singular tradición a España en el siglo XIV, pero ya no con representaciones en vivo sino con esculturas. Al llegar a México en el siglo XVI, la representación del nacimiento con figuras y las pastorelas (representaciones teatrales en vivo) fueron un medio eficaz para difundir la religión cristiana entre los nuevos evangelizados. Esta tradición de celebrar la natividad del Jesucristo en Belén de Judá, cuando José y María fueron a empadronarse por orden del emperador romano, se inicia en México con la tradición de las posadas, festividad pagana religiosa.

Las posadas representan los nueve días -16 al 24 de diciembre- del peregrinar de José y María, previos al nacimiento de su hijo. En la posada se celebra con cántico de villancicos, el rezo del santo rosario, la posada se pide en las casas de las calles que se van recorriendo; al concluir el rezo del santo rosario, finalmente se encuentra una casa que abre sus puertas brindando posada a los peregrinos, permitiéndoles pernoctar para dar alumbramiento al niño Dios. Es aquí, en la posada, donde se preserva una tradición muy a la mexicana; un acto meramente social, cuando los vecinos, amigos, conocidos y familiares comparten un convite. Se reparte fruta, se bebe ponche y se rompen las piñatas.

El infaltable en estas tradiciones ancestrales es el Árbol de Navidad, el cual tiene su origen en Alemania. Los hogares alemanes lo ponían desde el siglo XVI. Con el tiempo el Árbol de Navidad inspiró muchas historias o más leyendas, una de ellas cuenta que en una fría noche invernal un niño extraviado se refugió en la choza en la que vivía un leñador con su esposa, y que ellos le brindaron bondades y protección, después este niño se convirtió en un ángel: era el niño Dios. A fin de recompensar a tan buenos anfitriones que le dieron abrigo aquel frío día y como agradecimiento a sus benefactores, el niño les dio una varita de pino para que la sembraran, así le hicieron, la varita creció y se transformó en un frondoso árbol que año con año les dio como fruto manzanas de oro y nueces de plata. De ahí viene el colocar en nuestras casas un árbol de pino y adornarlo con tonos brillantes de oro y plata que conmemoran los frutos de aquel árbol que creció de la mano del niño Dios.