/ domingo 4 de octubre de 2020

El Cronista Sanjuanense|¿Qué se hizo?

En 1921, don Valentín F. Frías, distinguida pluma queretana, aficionado a la historia, tradiciones, leyendas y costumbres de su terruño, escribió sobre informaciones verbales, lo que la gente cuenta, pero también sobre lo que él vio.

Seis años antes, la mañana del 20 de marzo de 1915, entre el vecindario de San Juan imperaba una pregunta sin respuesta: ¿qué se hizo?, refiriéndose al dragón que estaba a los pies de la pintura de la Santísima Virgen de la Luz, imagen que de tiempo inmemorial se encuentra entrando a mano derecha en el primer altar del antiguo templo parroquial, actual Santuario Guadalupano de la ciudad, y que como todas las de su clase tiene sus devotos.

A los pies de esta figura se ve, como en todas las imágenes similares, un dragón con el hocico abierto en actitud de tragarse aquella alma; pero Nuestra Señora como que la sostiene a fin de que no sea tragada por el dragón referido.

Entre otras muchas devotas de la imagen que nos ocupa, hay en dicha ciudad unas señoritas de apellido Basurto. Estás, muy especialmente la señorita Josefina, todos los días al ir al templo a los ejercicios piadosos, acostumbraba hacer una visita especial a la Virgen de la Luz.

Como sucedió en todas partes, llegó a dicha ciudad la oleada revolucionaria carrancista, y antes que profanasen el templo, por el desenfreno de las multitudes indisciplinadas, se sacaron de allí algunas imágenes de mayor veneración por personas piadosas, y los cuadros y pinturas fueron llevadas a la sacristía, entre ellos la pintura que nos ocupa.

Milagrosamente esos cuadros escaparon del desenfreno y cuando después de tiempo que calmaron las cosas y que los templos volvieron a abrirse al culto público, las señoritas Basurto tomaron empeño en que su imagen tan venerada volviese a ocupar su altar, agradeciendo a la Providencia que saliera ilesa.

Naturalmente que dichas señoritas, dado su acendrado amor y devoción a la Virgen de la Luz, al saber que se reabriría el templo, su primer empeño fue asear la sacristía y arreglar la venerada imagen; al ir a verificar, cuál sería su sorpresa al notar que el dragón de horrible aspecto había desaparecido de la pintura.

Cundió la noticia, y todo el pueblo al mirar a la Virgen ya sin ese emblema, se preguntaba lleno de admiración ¿qué se hizo? Sin encontrar una explicación o respuesta satisfactoria.

Don Valentín dijo que él conoció antes esta pintura y le vio todos los emblemas, aún el dragón, y después de este fenómeno acudió a verla en varias ocasiones, asegurando que en lo absoluto se notaba que haya tenido jamás el infernal endriago, pues la pintura es uniforme de la misma época y pudiendo asegurar que cualquiera que por primera mire la pintura, se convencerá que nunca ha tenido tal dragón.

Y desde entonces se ve, contra el acostumbrado en tales imágenes de la Madre de la Luz, que la Santísima Señora está sosteniendo a aquella alma en el espacio, faltándole por consiguiente el símbolo del abismo infernal, del cual se traduce que la Virgen libra a sus devotos.

¿Qué querrá indicar eso?... nadie lo sabe. Según don Valentín, a él le constó que estaba ahí el dragón y ya no lo tiene, y ni huella de haberlo tenido alguna vez.

En 1921, don Valentín F. Frías, distinguida pluma queretana, aficionado a la historia, tradiciones, leyendas y costumbres de su terruño, escribió sobre informaciones verbales, lo que la gente cuenta, pero también sobre lo que él vio.

Seis años antes, la mañana del 20 de marzo de 1915, entre el vecindario de San Juan imperaba una pregunta sin respuesta: ¿qué se hizo?, refiriéndose al dragón que estaba a los pies de la pintura de la Santísima Virgen de la Luz, imagen que de tiempo inmemorial se encuentra entrando a mano derecha en el primer altar del antiguo templo parroquial, actual Santuario Guadalupano de la ciudad, y que como todas las de su clase tiene sus devotos.

A los pies de esta figura se ve, como en todas las imágenes similares, un dragón con el hocico abierto en actitud de tragarse aquella alma; pero Nuestra Señora como que la sostiene a fin de que no sea tragada por el dragón referido.

Entre otras muchas devotas de la imagen que nos ocupa, hay en dicha ciudad unas señoritas de apellido Basurto. Estás, muy especialmente la señorita Josefina, todos los días al ir al templo a los ejercicios piadosos, acostumbraba hacer una visita especial a la Virgen de la Luz.

Como sucedió en todas partes, llegó a dicha ciudad la oleada revolucionaria carrancista, y antes que profanasen el templo, por el desenfreno de las multitudes indisciplinadas, se sacaron de allí algunas imágenes de mayor veneración por personas piadosas, y los cuadros y pinturas fueron llevadas a la sacristía, entre ellos la pintura que nos ocupa.

Milagrosamente esos cuadros escaparon del desenfreno y cuando después de tiempo que calmaron las cosas y que los templos volvieron a abrirse al culto público, las señoritas Basurto tomaron empeño en que su imagen tan venerada volviese a ocupar su altar, agradeciendo a la Providencia que saliera ilesa.

Naturalmente que dichas señoritas, dado su acendrado amor y devoción a la Virgen de la Luz, al saber que se reabriría el templo, su primer empeño fue asear la sacristía y arreglar la venerada imagen; al ir a verificar, cuál sería su sorpresa al notar que el dragón de horrible aspecto había desaparecido de la pintura.

Cundió la noticia, y todo el pueblo al mirar a la Virgen ya sin ese emblema, se preguntaba lleno de admiración ¿qué se hizo? Sin encontrar una explicación o respuesta satisfactoria.

Don Valentín dijo que él conoció antes esta pintura y le vio todos los emblemas, aún el dragón, y después de este fenómeno acudió a verla en varias ocasiones, asegurando que en lo absoluto se notaba que haya tenido jamás el infernal endriago, pues la pintura es uniforme de la misma época y pudiendo asegurar que cualquiera que por primera mire la pintura, se convencerá que nunca ha tenido tal dragón.

Y desde entonces se ve, contra el acostumbrado en tales imágenes de la Madre de la Luz, que la Santísima Señora está sosteniendo a aquella alma en el espacio, faltándole por consiguiente el símbolo del abismo infernal, del cual se traduce que la Virgen libra a sus devotos.

¿Qué querrá indicar eso?... nadie lo sabe. Según don Valentín, a él le constó que estaba ahí el dragón y ya no lo tiene, y ni huella de haberlo tenido alguna vez.