/ domingo 18 de abril de 2021

El cronista sanjuenense|Misiones dominicas

Vayamos al siglo XVI cuando la orden de Santo Domingo -llamados así en honor a Domingo de Guzmán (canonizado en 1234) quién la fundó en el siglo XIII con el fin de predicar el evangelio de Cristo- llegaron al continente americano el año 1510, a la isla que llamaban La Española y que hoy está dividida en dos países: Haití y Santo Domingo.

De esta orden evangelizadora vinieron Antonio de Montesinos, Domingo de Betanzos y Bartolomé de las Casas, acérrimos defensores de la racionalidad de los indios. Los dominicos llegaron a tierras mexicanas cerca del año 1526 asentándose en los territorios de los actuales estados de Morelos, Oaxaca, Chiapas y también en América Central, pero fue hasta finales del siglo XVII, en 1686, que a petición del rey español Carlos II llegaron a tierras queretanas fundando en poco tiempo siete centros misionales dirigidos por el padre provincial de Santiago de México, fray Felipe Galindo y Chávez, repartidas estas en el corregimiento de Querétaro y alcaldías de Cadereyta y Zimapan.

Para que los dominicos llegaran a la región queretana, se contó con la intervención del ilustre Antonio de Monroy e Hijar (nacido en Querétaro hacia 1634), quien se hizo fraile dominico en el convento de México. Brillando por su sabiduría y prudencia, llegó a ser maestro en la Universidad, rector del Colegio de Santo Domingo de Porta Coeli y prior del convento de Santo Domingo en México; en 1675 fue enviado a España y Roma para representar a los dominicos mexicanos a los asuntos que allá se ventilaban.

En 1677 se realizó en Roma el Capítulo General de la Orden, en el que, reunidos los representantes de todo el mundo, eligieron nuevo maestro de la Orden, que así se llamaba entre los dominicos al superior general. Los padres reunidos en aquel capítulo eligieron a fray Antonio de Monroy quien los dirigió nivel mundial hasta el año 1685, en que la nombraron arzobispo de Santiago de Compostela en España.

Para 1684 la Corte Española se enteró de que las misiones del “Cerro Gordo” -nombre que le dieron los conquistadores a la vertiente de la Sierra Madre Oriental, que conocemos como la Sierra Gorda y que ocupa parte de los actuales estados de Hidalgo, San Luis Potosí, Querétaro y Guanajuato- que en la región queretana eran servidas por los agustinos, habían quedado desoladas y no había quién continuará con ellas. A su paso por Madrid rumbo a Santiago de Compostela fue fray Antonio de Monroy quien aconsejó al rey encomendara estas misiones al fraile Felipe Galindo, ilustre dominico que había nacido en Veracruz.

En 1686 fray Felipe Galindo recibió la orden de hacerse cargo de las misiones de la Sierra Gorda de Querétaro y en ese mismo año puso en práctica su labor fundando los auspicios del Santísimo Redentor de San Juan del Río y el de San Pedro y San Pablo de predicadores de Querétaro, ambos conocidos por el nombre común de Santo Domingo de San Juan del Río y Santo Domingo de Querétaro. Estos dos hospicios, que fueron elevados a la categoría de conventos formales en el año 1693, fueron los puntos de entrada hacia las misiones dominicanas de la Sierra Gorda.

De estas misiones se conoce poco, entre ellas está la Misión de Nuestro Padre Santo Domingo de Soriano que como su principal tesorero guarda la imagen de Nuestra Señora de los Dolores de Soriano, que de la misión toma su nombre; otras son La Nopalera, Maconí, Cerro Gordo, El Doctor, Ahuacatlán, Punginguía, Coatlán, El Potrero, La Laja, San Miguel Palmas, San José Vizarrón, Zimapan, Hidalgo y Santa Rosa Xichú (Guanajuato).

El virrey conde de Revillagigedo, satisfecho por las obras, intercedió ante el rey y éste concedió licencia en 1690 para que se fundara en la ciudad de San Juan del Río un convento y hospital en donde los misioneros pudieran descansar y curarse en caso de necesidad, comenzándose de inmediato.

Por aquel tiempo, fray Felipe Galindo y otros misioneros dominicos emprendieron la fundación de misiones en la Sierra Gorda de Querétaro para la evangelización de los chichimecas jonaces y pames quienes, en los primeros años de 1700, saquearon e incendiaron las capillas y las habitaciones de los pobladores de las misiones. En 1711 los religiosos de Santo Domingo fundaron otras misiones en la Sierra Gorda, pero estás también fracasaron. Fue hasta 1743 cuando el virrey dispuso que las misiones fueran entregadas a los religiosos franciscanos.

Vayamos al siglo XVI cuando la orden de Santo Domingo -llamados así en honor a Domingo de Guzmán (canonizado en 1234) quién la fundó en el siglo XIII con el fin de predicar el evangelio de Cristo- llegaron al continente americano el año 1510, a la isla que llamaban La Española y que hoy está dividida en dos países: Haití y Santo Domingo.

De esta orden evangelizadora vinieron Antonio de Montesinos, Domingo de Betanzos y Bartolomé de las Casas, acérrimos defensores de la racionalidad de los indios. Los dominicos llegaron a tierras mexicanas cerca del año 1526 asentándose en los territorios de los actuales estados de Morelos, Oaxaca, Chiapas y también en América Central, pero fue hasta finales del siglo XVII, en 1686, que a petición del rey español Carlos II llegaron a tierras queretanas fundando en poco tiempo siete centros misionales dirigidos por el padre provincial de Santiago de México, fray Felipe Galindo y Chávez, repartidas estas en el corregimiento de Querétaro y alcaldías de Cadereyta y Zimapan.

Para que los dominicos llegaran a la región queretana, se contó con la intervención del ilustre Antonio de Monroy e Hijar (nacido en Querétaro hacia 1634), quien se hizo fraile dominico en el convento de México. Brillando por su sabiduría y prudencia, llegó a ser maestro en la Universidad, rector del Colegio de Santo Domingo de Porta Coeli y prior del convento de Santo Domingo en México; en 1675 fue enviado a España y Roma para representar a los dominicos mexicanos a los asuntos que allá se ventilaban.

En 1677 se realizó en Roma el Capítulo General de la Orden, en el que, reunidos los representantes de todo el mundo, eligieron nuevo maestro de la Orden, que así se llamaba entre los dominicos al superior general. Los padres reunidos en aquel capítulo eligieron a fray Antonio de Monroy quien los dirigió nivel mundial hasta el año 1685, en que la nombraron arzobispo de Santiago de Compostela en España.

Para 1684 la Corte Española se enteró de que las misiones del “Cerro Gordo” -nombre que le dieron los conquistadores a la vertiente de la Sierra Madre Oriental, que conocemos como la Sierra Gorda y que ocupa parte de los actuales estados de Hidalgo, San Luis Potosí, Querétaro y Guanajuato- que en la región queretana eran servidas por los agustinos, habían quedado desoladas y no había quién continuará con ellas. A su paso por Madrid rumbo a Santiago de Compostela fue fray Antonio de Monroy quien aconsejó al rey encomendara estas misiones al fraile Felipe Galindo, ilustre dominico que había nacido en Veracruz.

En 1686 fray Felipe Galindo recibió la orden de hacerse cargo de las misiones de la Sierra Gorda de Querétaro y en ese mismo año puso en práctica su labor fundando los auspicios del Santísimo Redentor de San Juan del Río y el de San Pedro y San Pablo de predicadores de Querétaro, ambos conocidos por el nombre común de Santo Domingo de San Juan del Río y Santo Domingo de Querétaro. Estos dos hospicios, que fueron elevados a la categoría de conventos formales en el año 1693, fueron los puntos de entrada hacia las misiones dominicanas de la Sierra Gorda.

De estas misiones se conoce poco, entre ellas está la Misión de Nuestro Padre Santo Domingo de Soriano que como su principal tesorero guarda la imagen de Nuestra Señora de los Dolores de Soriano, que de la misión toma su nombre; otras son La Nopalera, Maconí, Cerro Gordo, El Doctor, Ahuacatlán, Punginguía, Coatlán, El Potrero, La Laja, San Miguel Palmas, San José Vizarrón, Zimapan, Hidalgo y Santa Rosa Xichú (Guanajuato).

El virrey conde de Revillagigedo, satisfecho por las obras, intercedió ante el rey y éste concedió licencia en 1690 para que se fundara en la ciudad de San Juan del Río un convento y hospital en donde los misioneros pudieran descansar y curarse en caso de necesidad, comenzándose de inmediato.

Por aquel tiempo, fray Felipe Galindo y otros misioneros dominicos emprendieron la fundación de misiones en la Sierra Gorda de Querétaro para la evangelización de los chichimecas jonaces y pames quienes, en los primeros años de 1700, saquearon e incendiaron las capillas y las habitaciones de los pobladores de las misiones. En 1711 los religiosos de Santo Domingo fundaron otras misiones en la Sierra Gorda, pero estás también fracasaron. Fue hasta 1743 cuando el virrey dispuso que las misiones fueran entregadas a los religiosos franciscanos.