/ jueves 29 de marzo de 2018

El Teatro de la República

PRIMER ACTO. LA PARADOJA DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS. No obstante su privilegiada posición en el universo democrático, los partidos políticos han perdido credibilidad y son cada vez más los ciudadanos que los aprecian como cofradías de intereses ajenos al bienestar de la población. ¿Héroes o villanos? Quién sabe. Lo cierto es que los partidos políticos son instituciones indispensables en las democracias modernas, cuya perversión no los exime del rol que, cuando menos en teoría, juegan en la actualidad. Si nos preguntamos de dónde deriva la importancia constitucional y política de estas organizaciones de ciudadanos, la respuesta la encontramos en su papel de instrumentos para el sufragio y en su misión legislativa. Sin embargo, los partidos también cumplen otras funciones relevantes para la comunidad política, hasta el punto que algunos autores - aunque es generalizada la negativa a concederles el carácter de órganos estatales - no vacilan en considerarlos como auxiliares del Estado. En este contexto, el artículo 41 de nuestra Constitución Federal los define como “entidades de interés público”. La justificación de la necesidad de estas organizaciones parte de la premisa básica de que el derecho a la libre asociación política tiene como finalidad tripartita: alcanzar, ejercer y conservar el poder político. Para ello, es menester la participación activa en el Gobierno y la aportación de un conjunto de soluciones a los problemas sociales, partiendo siempre de las exigencias o necesidades que resultan esenciales o fundamentales por su calidad o bien de las que son mayoritariamente requeridas.

SEGUNDO ACTO. COLECTIVIDAD. En este sentido, la asociación política se distingue de la mera asociación de intereses particulares, parciales o sectoriales, en cuanto a que pretende que los ciudadanos se habitúen a relacionar sus necesidades privadas a la satisfacción de la problemática colectiva. Por eso los partidos políticos tienen como tarea conducir conscientemente a las masas en la dirección suprema del Estado, ya sea mediante la representación o bien mediante la vertebración del autogobierno. Los partidos políticos lo son en verdad en tanto cumplen una función integradora y comunitaria, dejando de conducirse como simples grupos de presión. Así las cosas, al atender la dimensión partidista no hay que olvidar la dimensión comunitaria, que es la que define en sí misma y substancialmente al partido político. Lo anterior equivale a afirmar que cuanto más políticos o comunitarios son los partidos, más alejados se encuentran de responder a grupos de intereses particulares o de clase. El problema es que la “socialización” de los partidos recrudeció la lucha por el poder político dado que las organizaciones políticas pretenden imponerse como partidos únicos o dominantes. En este sentido Maurice Duverger establece lacónicamente que un partido “es una comunidad con una estructura particular” cuyo objetivo es “conquistar el poder y ejercerlo”.

TERCER ACTO. PLURALISMO. El problema surge cuando se aprecia a los partidos a la luz del pluralismo. Y es que la relación entre pluralismo y partidos es sutil y, en muchos casos, elusiva. El pluralismo es factor de fondo y su relación con los partidos difícilmente es directa. El paradigma de esta concepción reconoce la existencia de una sociedad compuesta por muchos grupos o centros de poder - algunos de ellos en conflicto recíproco - a los cuales se les ha asignado la función de limitar, controlar, contrastar e inclusive eliminar el centro de poder dominante históricamente identificado con el Estado. Para decirlo de manera clara, la paradoja está en querer establecer un solo rumbo siendo que existen distintas fuerzas que tiran también en distintas direcciones. En estas condiciones terminamos dando vueltas en nuestro eje, lo que además de agotarnos nos hace pensar que avanzamos sin que así sea, ¿le suena familiar?

TRAS BAMBALINAS. DOMINÓ. La política y el juego del dominó son dos actividades que en mucho se parecen. En principio, implican una contienda que en la mayoría de los casos se polariza en dos partes rivales. A muchos les gusta el pasatiempo pero son pocos los que entienden el juego. Si el compañero no sabe jugar, es más peligroso que los rivales. En un momento dado, prácticamente todos creen, equivocadamente, saber cuáles son las jugadas de los contrincantes. Con cierta frecuencia se cierra el juego y pierde el equipo que no supo liberarse a tiempo de las fichas más pesadas. Y… hay varias mulas.

Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com

PRIMER ACTO. LA PARADOJA DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS. No obstante su privilegiada posición en el universo democrático, los partidos políticos han perdido credibilidad y son cada vez más los ciudadanos que los aprecian como cofradías de intereses ajenos al bienestar de la población. ¿Héroes o villanos? Quién sabe. Lo cierto es que los partidos políticos son instituciones indispensables en las democracias modernas, cuya perversión no los exime del rol que, cuando menos en teoría, juegan en la actualidad. Si nos preguntamos de dónde deriva la importancia constitucional y política de estas organizaciones de ciudadanos, la respuesta la encontramos en su papel de instrumentos para el sufragio y en su misión legislativa. Sin embargo, los partidos también cumplen otras funciones relevantes para la comunidad política, hasta el punto que algunos autores - aunque es generalizada la negativa a concederles el carácter de órganos estatales - no vacilan en considerarlos como auxiliares del Estado. En este contexto, el artículo 41 de nuestra Constitución Federal los define como “entidades de interés público”. La justificación de la necesidad de estas organizaciones parte de la premisa básica de que el derecho a la libre asociación política tiene como finalidad tripartita: alcanzar, ejercer y conservar el poder político. Para ello, es menester la participación activa en el Gobierno y la aportación de un conjunto de soluciones a los problemas sociales, partiendo siempre de las exigencias o necesidades que resultan esenciales o fundamentales por su calidad o bien de las que son mayoritariamente requeridas.

SEGUNDO ACTO. COLECTIVIDAD. En este sentido, la asociación política se distingue de la mera asociación de intereses particulares, parciales o sectoriales, en cuanto a que pretende que los ciudadanos se habitúen a relacionar sus necesidades privadas a la satisfacción de la problemática colectiva. Por eso los partidos políticos tienen como tarea conducir conscientemente a las masas en la dirección suprema del Estado, ya sea mediante la representación o bien mediante la vertebración del autogobierno. Los partidos políticos lo son en verdad en tanto cumplen una función integradora y comunitaria, dejando de conducirse como simples grupos de presión. Así las cosas, al atender la dimensión partidista no hay que olvidar la dimensión comunitaria, que es la que define en sí misma y substancialmente al partido político. Lo anterior equivale a afirmar que cuanto más políticos o comunitarios son los partidos, más alejados se encuentran de responder a grupos de intereses particulares o de clase. El problema es que la “socialización” de los partidos recrudeció la lucha por el poder político dado que las organizaciones políticas pretenden imponerse como partidos únicos o dominantes. En este sentido Maurice Duverger establece lacónicamente que un partido “es una comunidad con una estructura particular” cuyo objetivo es “conquistar el poder y ejercerlo”.

TERCER ACTO. PLURALISMO. El problema surge cuando se aprecia a los partidos a la luz del pluralismo. Y es que la relación entre pluralismo y partidos es sutil y, en muchos casos, elusiva. El pluralismo es factor de fondo y su relación con los partidos difícilmente es directa. El paradigma de esta concepción reconoce la existencia de una sociedad compuesta por muchos grupos o centros de poder - algunos de ellos en conflicto recíproco - a los cuales se les ha asignado la función de limitar, controlar, contrastar e inclusive eliminar el centro de poder dominante históricamente identificado con el Estado. Para decirlo de manera clara, la paradoja está en querer establecer un solo rumbo siendo que existen distintas fuerzas que tiran también en distintas direcciones. En estas condiciones terminamos dando vueltas en nuestro eje, lo que además de agotarnos nos hace pensar que avanzamos sin que así sea, ¿le suena familiar?

TRAS BAMBALINAS. DOMINÓ. La política y el juego del dominó son dos actividades que en mucho se parecen. En principio, implican una contienda que en la mayoría de los casos se polariza en dos partes rivales. A muchos les gusta el pasatiempo pero son pocos los que entienden el juego. Si el compañero no sabe jugar, es más peligroso que los rivales. En un momento dado, prácticamente todos creen, equivocadamente, saber cuáles son las jugadas de los contrincantes. Con cierta frecuencia se cierra el juego y pierde el equipo que no supo liberarse a tiempo de las fichas más pesadas. Y… hay varias mulas.

Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com