/ jueves 26 de abril de 2018

El Teatro de la República

PRIMER ACTO. DEBATE HUECO. Que el formato del debate fue mucho más ágil y atractivo que los anteriores, sin duda; que la pluralidad y calidad de quienes moderaron rebasó las expectativas, también; que hubo ocurrencias divinas, ni que decir; sin embargo, el problema nuevamente fue la ausencia de contenido, lo hueco del debate. Digamos que se quedó en un buen show. Lo más profundo fue la aparente coincidencia en la segunda vuelta electoral. Luego, nada. La cuestión es que el debate político es la herramienta con la que contamos los ciudadanos para contrastar y evaluar las personalidades, propuestas y compromisos de los distintos candidatos. La discusión política brinda a los electores los elementos de juicio que nos permiten discernir el trasfondo del engañoso “marketing político”, dejándonos en posición de dotar de sentido y utilidad a nuestro sufragio. Pero lo que vemos en México más que debates son altercados y disputas. Como quedó claro el domingo pasado, si bien estos ejercicios resultan sustanciosos en otras realidades democráticas, en México no dejan de ser una mezcla de concurso de oratoria con juego de dígalo con mímica y pleito de automovilistas. Los candidatos no salieron del ring de las acusaciones aderezadas con los insultos, injurias, verdades a medias, calumnias y mentiras que se disparan unos a otros. Es lamentable la ausencia de un debate de las ideas. El objetivo de las disputas políticas que nos ofrecen es el descrédito. Se busca el voto en función del rechazo al contrincante, y no el sufragio comprometido con el proyecto que se ofrece. Por el bien de México, la comunidad política, esto es, aquellos que aspiran al ejercicio del poder, deben elevar el nivel de la discusión política para transitar del altercado a un verdadero debate de las ideas, que aporte elementos de juicio a la inteligencia y no ocurrencias al hígado de los electores.

SEGUNDO ACTO. ¿EL TAMAÑO IMPORTA? El proceso electoral pone una vez más sobre la mesa el debate sobre la conveniencia de disminuir el tamaño de nuestro Congreso, mediante la reducción de escaños senatoriales y curules legislativas, así como a través de la eliminación de los legisladores plurinominales. Quienes apoyan estas medidas hacen valer un doble argumento: por un lado, que nuestro parlamento es muy grande; y, por otro lado, que los colegios legislativos con menos integrantes son más efectivos. En nuestra opinión ambas cuestiones son equivocadas. Ni nuestro Legislativo es grande ni tampoco con menos legisladores se agiliza la función parlamentaria. En otras palabras: no forzosamente por ser menos burros habría más olotes. Y procedemos a explicarnos. Nuestro parlamento parece inmenso si lo comparamos con el de los Estados Unidos de América que en la escala internacional es una asamblea legislativa pequeñita. Sin embargo, si revisamos el tamaño de los parlamentos en el mundo mediante el criterio de número de habitantes por legislador, entonces vemos que el mexicano no es ni grande ni chico, digamos que es mediano. Asimismo, si el número de legisladores fuera inversamente proporcional a la eficacia del trabajo parlamentario, entonces el Senado mexicano trabajaría dos veces mejor que la Cámara de Diputados. Evidentemente esto no es así, por lo que en la práctica tenemos un ejemplo de la inviabilidad pragmática de dicha fórmula que no sabemos de dónde salió. Por el contrario, a más legisladores se da una mejor representación lo que siempre es más conveniente para la salud democrática de un Estado. En lo que toca a los satanizados plurinominales, en nuestra experiencia se trata de un segmento de legisladores particularmente productivo. Los parlamentarios de partido generalmente son personas con experiencia en las lides políticas y, muchas veces, también en las legislativas, que dinamizan el trabajo del Congreso y contribuyen a la curva de aprendizaje indispensable en cualquier actividad.

TERCER ACTO. LEGISLADORES HONORARIOS. Ahora bien, si lo que se quiere es incluir en los cuerpos colegiados de representación a figuras de la academia, la ciencia, la cultura y el arte que pudieran inyectar talento y profundidad a las propuestas y debates, incluso apartidistas, entonces convendría explorar la figura de los legisladores honorarios que existe en otros países. Por ejemplo, en Italia existe la figura de los "senadores vitalicios", que son individuos que han ocupado el cargo de presidente o primer ministro o bien que han destacado en otros ámbitos. Así, por esta ruta ocuparon escaños senatoriales y nutrieron el debate parlamentario en sus áreas desde Rita Levi Montalcini, ganadora del premio Nobel de medicina, hasta Sergio Pininfarina, destacado diseñador. En México podríamos ver como senadores o diputados honorarios a personalidades como Juan Ramón de la Fuente, Concepción Company, Enrique Krauze, Guillermo Soberón, Héctor Fix-Zamudio, Alondra de la Parra, José Emilio Pacheco, Mario Molina, Carmen Aristegui, Alfonso Cuarón, Silvia Torres Castilleja o Carlos Slim, por citar unos ejemplos que, me queda claro, si bien no estarán exentos de controversia nadie puede negar que elevarían el nivel del debate y trabajo legislativos.

TRAS BAMBALINAS. PLATA. Todo indica que el debate poco movió las preferencias electorales. En el mejor de los casos, sirvió para definir la medalla de plata en favor del paisano.

Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com

PRIMER ACTO. DEBATE HUECO. Que el formato del debate fue mucho más ágil y atractivo que los anteriores, sin duda; que la pluralidad y calidad de quienes moderaron rebasó las expectativas, también; que hubo ocurrencias divinas, ni que decir; sin embargo, el problema nuevamente fue la ausencia de contenido, lo hueco del debate. Digamos que se quedó en un buen show. Lo más profundo fue la aparente coincidencia en la segunda vuelta electoral. Luego, nada. La cuestión es que el debate político es la herramienta con la que contamos los ciudadanos para contrastar y evaluar las personalidades, propuestas y compromisos de los distintos candidatos. La discusión política brinda a los electores los elementos de juicio que nos permiten discernir el trasfondo del engañoso “marketing político”, dejándonos en posición de dotar de sentido y utilidad a nuestro sufragio. Pero lo que vemos en México más que debates son altercados y disputas. Como quedó claro el domingo pasado, si bien estos ejercicios resultan sustanciosos en otras realidades democráticas, en México no dejan de ser una mezcla de concurso de oratoria con juego de dígalo con mímica y pleito de automovilistas. Los candidatos no salieron del ring de las acusaciones aderezadas con los insultos, injurias, verdades a medias, calumnias y mentiras que se disparan unos a otros. Es lamentable la ausencia de un debate de las ideas. El objetivo de las disputas políticas que nos ofrecen es el descrédito. Se busca el voto en función del rechazo al contrincante, y no el sufragio comprometido con el proyecto que se ofrece. Por el bien de México, la comunidad política, esto es, aquellos que aspiran al ejercicio del poder, deben elevar el nivel de la discusión política para transitar del altercado a un verdadero debate de las ideas, que aporte elementos de juicio a la inteligencia y no ocurrencias al hígado de los electores.

SEGUNDO ACTO. ¿EL TAMAÑO IMPORTA? El proceso electoral pone una vez más sobre la mesa el debate sobre la conveniencia de disminuir el tamaño de nuestro Congreso, mediante la reducción de escaños senatoriales y curules legislativas, así como a través de la eliminación de los legisladores plurinominales. Quienes apoyan estas medidas hacen valer un doble argumento: por un lado, que nuestro parlamento es muy grande; y, por otro lado, que los colegios legislativos con menos integrantes son más efectivos. En nuestra opinión ambas cuestiones son equivocadas. Ni nuestro Legislativo es grande ni tampoco con menos legisladores se agiliza la función parlamentaria. En otras palabras: no forzosamente por ser menos burros habría más olotes. Y procedemos a explicarnos. Nuestro parlamento parece inmenso si lo comparamos con el de los Estados Unidos de América que en la escala internacional es una asamblea legislativa pequeñita. Sin embargo, si revisamos el tamaño de los parlamentos en el mundo mediante el criterio de número de habitantes por legislador, entonces vemos que el mexicano no es ni grande ni chico, digamos que es mediano. Asimismo, si el número de legisladores fuera inversamente proporcional a la eficacia del trabajo parlamentario, entonces el Senado mexicano trabajaría dos veces mejor que la Cámara de Diputados. Evidentemente esto no es así, por lo que en la práctica tenemos un ejemplo de la inviabilidad pragmática de dicha fórmula que no sabemos de dónde salió. Por el contrario, a más legisladores se da una mejor representación lo que siempre es más conveniente para la salud democrática de un Estado. En lo que toca a los satanizados plurinominales, en nuestra experiencia se trata de un segmento de legisladores particularmente productivo. Los parlamentarios de partido generalmente son personas con experiencia en las lides políticas y, muchas veces, también en las legislativas, que dinamizan el trabajo del Congreso y contribuyen a la curva de aprendizaje indispensable en cualquier actividad.

TERCER ACTO. LEGISLADORES HONORARIOS. Ahora bien, si lo que se quiere es incluir en los cuerpos colegiados de representación a figuras de la academia, la ciencia, la cultura y el arte que pudieran inyectar talento y profundidad a las propuestas y debates, incluso apartidistas, entonces convendría explorar la figura de los legisladores honorarios que existe en otros países. Por ejemplo, en Italia existe la figura de los "senadores vitalicios", que son individuos que han ocupado el cargo de presidente o primer ministro o bien que han destacado en otros ámbitos. Así, por esta ruta ocuparon escaños senatoriales y nutrieron el debate parlamentario en sus áreas desde Rita Levi Montalcini, ganadora del premio Nobel de medicina, hasta Sergio Pininfarina, destacado diseñador. En México podríamos ver como senadores o diputados honorarios a personalidades como Juan Ramón de la Fuente, Concepción Company, Enrique Krauze, Guillermo Soberón, Héctor Fix-Zamudio, Alondra de la Parra, José Emilio Pacheco, Mario Molina, Carmen Aristegui, Alfonso Cuarón, Silvia Torres Castilleja o Carlos Slim, por citar unos ejemplos que, me queda claro, si bien no estarán exentos de controversia nadie puede negar que elevarían el nivel del debate y trabajo legislativos.

TRAS BAMBALINAS. PLATA. Todo indica que el debate poco movió las preferencias electorales. En el mejor de los casos, sirvió para definir la medalla de plata en favor del paisano.

Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com