/ jueves 12 de julio de 2018

El Teatro de la República

PRIMER ACTO. COMPLEJOS SOCIALES. Toda nación siempre está en construcción. La consolidación de la identidad nacional es una tarea permanentemente inacabada. Y lo que debe mover verdaderamente a México es la aspiración comunitaria de vivir mejor. Sin progreso no hay cohesión social. Sin desarrollo se diluye el sentimiento de pertenencia. Por ello, no habrá manera de retomar la ruta de la unidad nacional hasta en tanto no se logre cerrar la brecha social que prevalece en nuestro país. En otras palabras, la esperanza de un México mejor está supeditada a nuestra capacidad como nación, lo que abarca gobierno y sociedad, para lograr hacer de nuestro país un espacio de iguales, en el que todos los mexicanos recibamos una educación y oportunidades similares; uno en el que los abismos culturales no existan, el económico se reduzca y, en consecuencia, desaparezcan los complejos de superioridad o inferioridad social que tanto daño nos hacen.

SEGUNDO ACTO. ¿VEREMOS LA REIVINDICACIÓN DEL PRESIDENCIALISMO MEXICANO? En 1995 Ernesto Zedillo impulsó una trascendente reforma judicial que “emancipó” al poder judicial federal del ejecutivo; luego, en 1997 llegó la pluralidad legislativa al no alcanzar el PRI por primera vez la mayoría parlamentaria en las cámaras; y, unos pocos años después, se dio con Vicente Fox la primera alternancia democrática del México contemporáneo. Esta trilogía de relevantes acontecimientos políticos que operó en tan solo un lustro nos hizo suponer o, más bien dicho, caer en el engaño, de que el sistema político mexicano se había transformado. Nos equivocamos. El régimen permanecería intocado durante 18 años y como sociedad tardaríamos mucho tiempo en reconocerlo. Como magistralmente expuso el destacado historiador y politólogo Daniel Cosío Villegas, fundador del Colegio de México, las dos columnas que sostienen y hacen operante a nuestro régimen político son: el presidencialismo y el partido hegemónico. Cuando se esfumó el partido hegemónico al “balcanizarse” la representación legislativa y no tener ninguna fuerza política mayoría congresional, uno de los dos cimientos del sistema se colapsó; después, la alternancia restó fuerza al otro cimiento, el presidencialismo, que se debilitó al grado que surgió la CONAGO para enfrentarlo, quedando así un andamiaje frágil e inoperante que, más allá de maniqueísmos políticos, provocó una parálisis parlamentaria e ineficacia gubernamental que solo se pudieron superar momentáneamente con la ficción del Pacto por México. El problema es que nunca se hizo al sistema el trabajo de “reingeniería política” que necesitaba dada la nueva coyuntura político-social. Paradójicamente, antes de que instituyera el parlamentarismo regresaron por la vía democrática un partido hegemónico que cuenta casi con mayoría absoluta en las cámaras y un presidente de la República fuertemente legitimado en las urnas con el 53% de los sufragios. De esta manera, podemos decir que se reivindica el régimen presidencialista mexicano. En 21 años fuimos y venimos sin haber cambiado casi nada de las bases del sistema, de ahí que esta nueva realidad política por la que muchos se están desgarrando las vestiduras pueda ser, en última instancia, la que dote de operatividad y eficacia a nuestro régimen. Interrogante que solamente el tiempo resolverá.

TERCER ACTO. URGE UN NUEVO FEDERALISMO. Hubo quienes sacaron raja durante dos décadas a la crisis del sistema presidencialista. En este periodo pasamos de la dictadura del Gran Tlatoani a los virreinatos de los gobernadores, quienes en esa confusión sistémica quedaron como amos y señores del poder en sus entidades, viéndose excesos como de dictador de república bananera de la segunda mitad del siglo pasado. Verdaderos Leoniditas Trujillo región 4. Simple y sencillamente se perdieron la integridad y congruencia federal. Y esta inoperancia ha cobrado caras facturas, como son: la imposibilidad de combatir adecuadamente la pobreza; la estúpidamente evidente corrupción; la galopante inseguridad e impunidad que prevalecen en México; el hecho de que tenemos al ejército en las calles; ser el segundo lugar en lavado de dinero de entre las denominadas economías emergentes y exportadores de mafias, drogas y sicarios a todo el mundo; la solidificación de monopolios en sectores de alto impacto social; y, la utilización del sistema de procuración e impartición justicia con fines político-electorales, entre otras.

TRAS BAMBALINAS. ROSTRO POLÍTICO. Esta elección cambió el rostro político de Querétaro. Las nuevas piezas en el ajedrez de la grilla local exigen una también nueva estrategia del gobierno estatal. Las formas son fondo y, si bien en lo nacional el indiscutible ganador de la elección está realizando un ejercicio de reconciliación e integración, la pregunta es: ¿tendrán la capacidad de hacer lo propio a nivel estatal?

Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com

PRIMER ACTO. COMPLEJOS SOCIALES. Toda nación siempre está en construcción. La consolidación de la identidad nacional es una tarea permanentemente inacabada. Y lo que debe mover verdaderamente a México es la aspiración comunitaria de vivir mejor. Sin progreso no hay cohesión social. Sin desarrollo se diluye el sentimiento de pertenencia. Por ello, no habrá manera de retomar la ruta de la unidad nacional hasta en tanto no se logre cerrar la brecha social que prevalece en nuestro país. En otras palabras, la esperanza de un México mejor está supeditada a nuestra capacidad como nación, lo que abarca gobierno y sociedad, para lograr hacer de nuestro país un espacio de iguales, en el que todos los mexicanos recibamos una educación y oportunidades similares; uno en el que los abismos culturales no existan, el económico se reduzca y, en consecuencia, desaparezcan los complejos de superioridad o inferioridad social que tanto daño nos hacen.

SEGUNDO ACTO. ¿VEREMOS LA REIVINDICACIÓN DEL PRESIDENCIALISMO MEXICANO? En 1995 Ernesto Zedillo impulsó una trascendente reforma judicial que “emancipó” al poder judicial federal del ejecutivo; luego, en 1997 llegó la pluralidad legislativa al no alcanzar el PRI por primera vez la mayoría parlamentaria en las cámaras; y, unos pocos años después, se dio con Vicente Fox la primera alternancia democrática del México contemporáneo. Esta trilogía de relevantes acontecimientos políticos que operó en tan solo un lustro nos hizo suponer o, más bien dicho, caer en el engaño, de que el sistema político mexicano se había transformado. Nos equivocamos. El régimen permanecería intocado durante 18 años y como sociedad tardaríamos mucho tiempo en reconocerlo. Como magistralmente expuso el destacado historiador y politólogo Daniel Cosío Villegas, fundador del Colegio de México, las dos columnas que sostienen y hacen operante a nuestro régimen político son: el presidencialismo y el partido hegemónico. Cuando se esfumó el partido hegemónico al “balcanizarse” la representación legislativa y no tener ninguna fuerza política mayoría congresional, uno de los dos cimientos del sistema se colapsó; después, la alternancia restó fuerza al otro cimiento, el presidencialismo, que se debilitó al grado que surgió la CONAGO para enfrentarlo, quedando así un andamiaje frágil e inoperante que, más allá de maniqueísmos políticos, provocó una parálisis parlamentaria e ineficacia gubernamental que solo se pudieron superar momentáneamente con la ficción del Pacto por México. El problema es que nunca se hizo al sistema el trabajo de “reingeniería política” que necesitaba dada la nueva coyuntura político-social. Paradójicamente, antes de que instituyera el parlamentarismo regresaron por la vía democrática un partido hegemónico que cuenta casi con mayoría absoluta en las cámaras y un presidente de la República fuertemente legitimado en las urnas con el 53% de los sufragios. De esta manera, podemos decir que se reivindica el régimen presidencialista mexicano. En 21 años fuimos y venimos sin haber cambiado casi nada de las bases del sistema, de ahí que esta nueva realidad política por la que muchos se están desgarrando las vestiduras pueda ser, en última instancia, la que dote de operatividad y eficacia a nuestro régimen. Interrogante que solamente el tiempo resolverá.

TERCER ACTO. URGE UN NUEVO FEDERALISMO. Hubo quienes sacaron raja durante dos décadas a la crisis del sistema presidencialista. En este periodo pasamos de la dictadura del Gran Tlatoani a los virreinatos de los gobernadores, quienes en esa confusión sistémica quedaron como amos y señores del poder en sus entidades, viéndose excesos como de dictador de república bananera de la segunda mitad del siglo pasado. Verdaderos Leoniditas Trujillo región 4. Simple y sencillamente se perdieron la integridad y congruencia federal. Y esta inoperancia ha cobrado caras facturas, como son: la imposibilidad de combatir adecuadamente la pobreza; la estúpidamente evidente corrupción; la galopante inseguridad e impunidad que prevalecen en México; el hecho de que tenemos al ejército en las calles; ser el segundo lugar en lavado de dinero de entre las denominadas economías emergentes y exportadores de mafias, drogas y sicarios a todo el mundo; la solidificación de monopolios en sectores de alto impacto social; y, la utilización del sistema de procuración e impartición justicia con fines político-electorales, entre otras.

TRAS BAMBALINAS. ROSTRO POLÍTICO. Esta elección cambió el rostro político de Querétaro. Las nuevas piezas en el ajedrez de la grilla local exigen una también nueva estrategia del gobierno estatal. Las formas son fondo y, si bien en lo nacional el indiscutible ganador de la elección está realizando un ejercicio de reconciliación e integración, la pregunta es: ¿tendrán la capacidad de hacer lo propio a nivel estatal?

Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com