/ jueves 26 de julio de 2018

El Teatro de la República

PRIMER ACTO. ATRASO SOCIAL. En la política mexicana la soberbia es la regla mientras que la autocrítica brilla por su ausencia. La comunidad política, entendida como el conjunto de hombres y mujeres que ostentan el ejercicio del poder público, vive atrincherada en su visión redentora y no es capaz de evaluar con objetividad su propio desempeño y, menos aún, la situación del país. Parece que todos ellos dan por hecho que los vientos democráticos que han soplado en los últimos años han construido un sistema perfecto de políticos sublimes, que las permanentes confrontaciones y falta de acuerdos entre ellos no son sino una muestra más del sano desarrollo político del país, y que las injusticias presentes, así como nuestro incierto futuro son solamente consecuencias de nuestro trágico pasado. En estas condiciones, resulta sumamente difícil ubicar en su justa dimensión la realidad política nacional. Y si bien nos queda claro que en los últimos años ha habido avances importantes en materia política - como son el respeto al sufragio, la pluralidad legislativa, la alternancia en el gobierno y la autonomía del poder judicial - desde la perspectiva social los progresos en esos mismos años son casi imperceptibles para la inmensa mayoría de la población. Muchos de nosotros crecimos convencidos de las bondades de la democracia per se. Se arraigo en nosotros la idea de que con la llegada de instituciones democráticas al sistema político mexicano también llegarían en automático las anheladas transformaciones sociales que finalmente se traducirían en un país más justo y de oportunidades para todos.


SEGUNDO ACTO. ROBERT ALAN DAHL. Desafortunadamente esto no ha sido así. Pese a los cambios positivos en el sistema político la pobreza y la injusticia continúan siendo un signo distintivo de nuestra sociedad. El abismo social se abre cada vez más y las oportunidades son escasas. El cáncer de la marginación se expande sin tregua. En este punto, ante la paradoja que nos plantean el progreso político y el desarrollo social, vale la pena retomar el debate sobre el verdadero significado del concepto democracia. Y para hacerlo no encuentro mejor directriz que las ideas del politólogo Robert Alan Dahl. Este norteamericano, quien fuera también doctor en filosofía y catedrático de ciencias políticas de la Universidad de Yale - fallecido en 2014 - es uno de los más destacados teóricos de la democracia de nuestro tiempo. El profesor Dahl fue un consistente crítico de la idea tradicional de la democracia. Siguiendo sus ideas, una verdadera democracia se aprecia por sus condiciones y no por sus instituciones. En otras palabras, la presencia en un régimen político de instituciones democráticas tales como la libre expresión de las ideas, el voto libre y secreto y el derecho de oposición, entre otras, no es suficiente para acreditar la existencia de un Estado democrático. Para Dahl una nación alcanza el grado de democrática cuando en ella se dan las condiciones necesarias para el desarrollo humano.


TERCER ACTO. PLURALISMO SÓLIDO. Esto significa que las pruebas de una verdadera democracia están en cuestiones tales como los servicios a los que tiene acceso la mayoría de la población, el ingreso per capita y el porcentaje de graduados. Lo interesante de esta teoría es que la condición para alcanzar esos objetivos de desarrollo humano radica en el nivel de pluralismo que se presente, entendido como un conjunto de momentos de la vida política y social, organizaciones, asociaciones, partidos, iglesias y grupos de interés, en los cuales se generan las condiciones para la democracia. Así entonces, para la efectiva vigencia de un sistema democrático, además de la presencia de instituciones como las que hemos señalado, se requiere de un progreso social derivado de la interacción de todos los sectores que intervienen en la vida comunitaria. Así, tenemos que una vez que se ha logrado construir una base institucional firme se debe construir un pluralismo sólido, y esta combinación va a derivar en mejores condiciones de vida para la población. Esta idea es exactamente el otro lado de la moneda de nuestro régimen. La pluralidad planteada por Dahl choca de frente con la entronización de un solo individuo que implica el presidencialismo mexicano. En nuestro sistema cada seis años entregamos un cheque en blanco a una sola persona, que de representar al superhéroe nacional conforme avanza su gestión transmuta al villano favorito. Así pues, la combinación de un régimen casi unipersonal con una absurda distribución del ingreso es un explosivo cóctel social. Simple y sencillamente no lo hemos entendido.


TRAS BAMBALINAS. LOS PERROS DUROS NO BAILAN. Escribimos estas líneas mientras disfrutamos de unas inmerecidas vacaciones en la hermosa costa yucateca. Como cada año, este espacio de descanso nos regala el tiempo y espacio ideal para disfrutar de la lectura. Es el caso que justo terminamos la más reciente novela del prestigiado Arturo Pérez Reverte que se llama “Los perros duros no bailan”. Esta espléndida obra corrobora la calidad del polifacético periodista y escritor, cuya capacidad narrativa va del mundo del narcotráfico en “La Reina del Sur” al de los grafiteros en “El francotirador paciente”, o bien de la esgrima en “El maestro de esgrima” a la grilla clerical de “La piel del tambor”. Pérez Reverte es fuera de serie. “Los perros duros no bailan” es una imperdible novela canino-policiaca, cuyo personaje protagónico, El Negro, cautiva con su profunda sencillez. Más que recomendable.

PÚBLICO CONOCEDOR. CIEGO FUE EL QUE NO QUISO VER. Esto publicamos en estas mismas planas hace exactamente 3 años: “Vemos una sociedad desencantada, un gobierno confundido y un proyecto desdibujado de nación. Parece que las decisiones se están tomando irreflexivamente, casi a bote pronto. La segunda mitad de la administración federal se perfila hacia una especie de limbo gubernamental. Nadie parece dispuesto a compartir los compromisos, no obstante, todos están prestos a repartir las culpas. A la mitad del camino se puede decir que venció el plazo para el cumplimiento de los compromisos, y lo cierto es que dejando de lado las cada vez más lejanas mieles de las reformas estructurales, ya sea por condiciones externas, rezagos históricos o incapacidades, poco se aprecian los resultados prometidos. Y la oposición parece disfrutar con la comedia gubernamental”.

Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com

PRIMER ACTO. ATRASO SOCIAL. En la política mexicana la soberbia es la regla mientras que la autocrítica brilla por su ausencia. La comunidad política, entendida como el conjunto de hombres y mujeres que ostentan el ejercicio del poder público, vive atrincherada en su visión redentora y no es capaz de evaluar con objetividad su propio desempeño y, menos aún, la situación del país. Parece que todos ellos dan por hecho que los vientos democráticos que han soplado en los últimos años han construido un sistema perfecto de políticos sublimes, que las permanentes confrontaciones y falta de acuerdos entre ellos no son sino una muestra más del sano desarrollo político del país, y que las injusticias presentes, así como nuestro incierto futuro son solamente consecuencias de nuestro trágico pasado. En estas condiciones, resulta sumamente difícil ubicar en su justa dimensión la realidad política nacional. Y si bien nos queda claro que en los últimos años ha habido avances importantes en materia política - como son el respeto al sufragio, la pluralidad legislativa, la alternancia en el gobierno y la autonomía del poder judicial - desde la perspectiva social los progresos en esos mismos años son casi imperceptibles para la inmensa mayoría de la población. Muchos de nosotros crecimos convencidos de las bondades de la democracia per se. Se arraigo en nosotros la idea de que con la llegada de instituciones democráticas al sistema político mexicano también llegarían en automático las anheladas transformaciones sociales que finalmente se traducirían en un país más justo y de oportunidades para todos.


SEGUNDO ACTO. ROBERT ALAN DAHL. Desafortunadamente esto no ha sido así. Pese a los cambios positivos en el sistema político la pobreza y la injusticia continúan siendo un signo distintivo de nuestra sociedad. El abismo social se abre cada vez más y las oportunidades son escasas. El cáncer de la marginación se expande sin tregua. En este punto, ante la paradoja que nos plantean el progreso político y el desarrollo social, vale la pena retomar el debate sobre el verdadero significado del concepto democracia. Y para hacerlo no encuentro mejor directriz que las ideas del politólogo Robert Alan Dahl. Este norteamericano, quien fuera también doctor en filosofía y catedrático de ciencias políticas de la Universidad de Yale - fallecido en 2014 - es uno de los más destacados teóricos de la democracia de nuestro tiempo. El profesor Dahl fue un consistente crítico de la idea tradicional de la democracia. Siguiendo sus ideas, una verdadera democracia se aprecia por sus condiciones y no por sus instituciones. En otras palabras, la presencia en un régimen político de instituciones democráticas tales como la libre expresión de las ideas, el voto libre y secreto y el derecho de oposición, entre otras, no es suficiente para acreditar la existencia de un Estado democrático. Para Dahl una nación alcanza el grado de democrática cuando en ella se dan las condiciones necesarias para el desarrollo humano.


TERCER ACTO. PLURALISMO SÓLIDO. Esto significa que las pruebas de una verdadera democracia están en cuestiones tales como los servicios a los que tiene acceso la mayoría de la población, el ingreso per capita y el porcentaje de graduados. Lo interesante de esta teoría es que la condición para alcanzar esos objetivos de desarrollo humano radica en el nivel de pluralismo que se presente, entendido como un conjunto de momentos de la vida política y social, organizaciones, asociaciones, partidos, iglesias y grupos de interés, en los cuales se generan las condiciones para la democracia. Así entonces, para la efectiva vigencia de un sistema democrático, además de la presencia de instituciones como las que hemos señalado, se requiere de un progreso social derivado de la interacción de todos los sectores que intervienen en la vida comunitaria. Así, tenemos que una vez que se ha logrado construir una base institucional firme se debe construir un pluralismo sólido, y esta combinación va a derivar en mejores condiciones de vida para la población. Esta idea es exactamente el otro lado de la moneda de nuestro régimen. La pluralidad planteada por Dahl choca de frente con la entronización de un solo individuo que implica el presidencialismo mexicano. En nuestro sistema cada seis años entregamos un cheque en blanco a una sola persona, que de representar al superhéroe nacional conforme avanza su gestión transmuta al villano favorito. Así pues, la combinación de un régimen casi unipersonal con una absurda distribución del ingreso es un explosivo cóctel social. Simple y sencillamente no lo hemos entendido.


TRAS BAMBALINAS. LOS PERROS DUROS NO BAILAN. Escribimos estas líneas mientras disfrutamos de unas inmerecidas vacaciones en la hermosa costa yucateca. Como cada año, este espacio de descanso nos regala el tiempo y espacio ideal para disfrutar de la lectura. Es el caso que justo terminamos la más reciente novela del prestigiado Arturo Pérez Reverte que se llama “Los perros duros no bailan”. Esta espléndida obra corrobora la calidad del polifacético periodista y escritor, cuya capacidad narrativa va del mundo del narcotráfico en “La Reina del Sur” al de los grafiteros en “El francotirador paciente”, o bien de la esgrima en “El maestro de esgrima” a la grilla clerical de “La piel del tambor”. Pérez Reverte es fuera de serie. “Los perros duros no bailan” es una imperdible novela canino-policiaca, cuyo personaje protagónico, El Negro, cautiva con su profunda sencillez. Más que recomendable.

PÚBLICO CONOCEDOR. CIEGO FUE EL QUE NO QUISO VER. Esto publicamos en estas mismas planas hace exactamente 3 años: “Vemos una sociedad desencantada, un gobierno confundido y un proyecto desdibujado de nación. Parece que las decisiones se están tomando irreflexivamente, casi a bote pronto. La segunda mitad de la administración federal se perfila hacia una especie de limbo gubernamental. Nadie parece dispuesto a compartir los compromisos, no obstante, todos están prestos a repartir las culpas. A la mitad del camino se puede decir que venció el plazo para el cumplimiento de los compromisos, y lo cierto es que dejando de lado las cada vez más lejanas mieles de las reformas estructurales, ya sea por condiciones externas, rezagos históricos o incapacidades, poco se aprecian los resultados prometidos. Y la oposición parece disfrutar con la comedia gubernamental”.

Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com