/ jueves 6 de septiembre de 2018

El Teatro de la República

PRIMER ACTO. NUEVA REALIDAD CONGRESIONAL. La realidad se impone. Y, como en todo, también en política los análisis, pronósticos y expectativas casi siempre sucumben a la fuerza de los hechos. Durante décadas, academia y opinión pública exaltaron hasta el hartazgo las ventajas de la pluralidad democrática, mientras destrozaban la sola posibilidad de regresar a un escenario de partido hegemónico. Hoy, cuando para algunos finalmente la izquierda - o lo que queda de ella - se hace del poder presidencial, curiosamente iniciamos una nueva realidad congresional en la cual tenemos un Congreso de la Unión cuyas cámaras se integran, para efectos prácticos, con un partido hegemónico y, además, voluntariamente sometido a pie juntillas al liderazgo no solo político sino más bien moral - lo que es incluso más relevante o peligroso - de su creador, quien ocupa la Presidencia de la República. Y que quede claro que no estamos criticando nada, simplemente tratamos de disecar nuestra realidad parlamentaria para estar en condiciones de ubicar hacia dónde irá nuestro barco congresional en los próximos años. Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y los candidatos de la coalición encabezada por Morena se ganaron democráticamente los espacios que ocupan. No obstante, no deja de resultar paradójico que algunos de los más críticos de la época de la hegemonía tricolor, formen parte de esa arrolladora mayoría parlamentaria compuesta por Morena y sus aliados políticos. Y que no obstante haber criticado ferozmente la sumisión inherente a la institucionalidad priísta, se conduzcan aún con más docilidad ante todo aquello que halague a su jefe político.

SEGUNDO ACTO. PARLAMENTO MODERNO. Si la tónica del trabajo legislativo va a partir de lo expuesto; entonces, esa película ya la vimos. La diferencia solamente será que ahora la podremos seguir en tiempo real gracias a la tecnología imperante. Y, probablemente, seremos testigos nuevamente de las imposiciones y desplantes de una horda de fieles legisladores oficialistas que operarán otra vez más como “guardias presidenciales” que como contrapesos al poder del Ejecutivo. Sin embargo, México no necesita regresar a ese pasado de un Gran Tlatoani flanqueado por sus guerreros águila con charola. Nuestro país urge de un parlamento moderno, una asamblea verdaderamente representativa de esencia popular, cuya función básica sea la de controlar el ejercicio del poder público en atención al principio de separación de poderes y velar por las libertades fundamentales en apego al orden jurídico vigente. Sin embargo, desde la óptica política no se debe soslayar que el parlamento es el órgano político por excelencia.

TERCER ACTO. ESCAPAR DEL PRESIDENCIALISMO. De ahí que hayamos ubicado el centro del poder político donde no debíamos y que la modernización del sistema presidencialista mexicano sea aún – no lo entendemos - una tarea impostergable. El escenario político es de enérgica colisión de fuerzas divergentes, aún al interior de los propios institutos políticos. Por ello, el régimen históricamente dominante en el México contemporáneo ya no resulta eficaz para garantizar el entendimiento político que requiere nuestro país. Y es que aunque parezca que regresan con AMLO las circunstancias y condiciones que permitieron la operatividad de un sistema político sustentado en un Presidente de la República omnipresente y omnipotente, la realidad internacional y la social son drásticamente diferentes. En síntesis, requerimos un replanteamiento de los instrumentos y mecanismos de gobierno, especialmente de aquellos que tienen que ver con el control del ejercicio del poder público. La conducción de los destinos de una nación plural es una obligación compartida de todos los actores políticos del país.

TRAS BAMBALINAS. CAPRICHO CARRANCISTA. En las reuniones preparatorias del Congreso Constituyente que culminó con la promulgación en 1917 de la Constitución que actualmente nos rige, una buena parte de los legisladores se inclinaba por el establecimiento en México de un sistema parlamentario. Y en contraposición a ellos, Venustiano Carranza pensaba, por obvias razones, que lo mejor era instaurar un régimen presidencialista como finalmente ocurrió. Para justificar su postura el Barón de Cuatrocienegas acudió al pensamiento del francés Alexis de Tocqueville con el siguiente argumento: “Tocqueville observó en el estudio de la historia de los pueblos de América de origen español, que éstos van a la anarquía cuando se cansan de obedecer, y a la dictadura cuando se cansan de destruir; considerando que esta oscilación entre el orden y el desenfreno, es la ley que ha regido y regirá por mucho tiempo a los pueblos mencionados”. Y como México venía de la anarquía revolucionaria, para Carranza nuestro país requería del orden de un presidencialismo fuerte.

Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com

PRIMER ACTO. NUEVA REALIDAD CONGRESIONAL. La realidad se impone. Y, como en todo, también en política los análisis, pronósticos y expectativas casi siempre sucumben a la fuerza de los hechos. Durante décadas, academia y opinión pública exaltaron hasta el hartazgo las ventajas de la pluralidad democrática, mientras destrozaban la sola posibilidad de regresar a un escenario de partido hegemónico. Hoy, cuando para algunos finalmente la izquierda - o lo que queda de ella - se hace del poder presidencial, curiosamente iniciamos una nueva realidad congresional en la cual tenemos un Congreso de la Unión cuyas cámaras se integran, para efectos prácticos, con un partido hegemónico y, además, voluntariamente sometido a pie juntillas al liderazgo no solo político sino más bien moral - lo que es incluso más relevante o peligroso - de su creador, quien ocupa la Presidencia de la República. Y que quede claro que no estamos criticando nada, simplemente tratamos de disecar nuestra realidad parlamentaria para estar en condiciones de ubicar hacia dónde irá nuestro barco congresional en los próximos años. Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y los candidatos de la coalición encabezada por Morena se ganaron democráticamente los espacios que ocupan. No obstante, no deja de resultar paradójico que algunos de los más críticos de la época de la hegemonía tricolor, formen parte de esa arrolladora mayoría parlamentaria compuesta por Morena y sus aliados políticos. Y que no obstante haber criticado ferozmente la sumisión inherente a la institucionalidad priísta, se conduzcan aún con más docilidad ante todo aquello que halague a su jefe político.

SEGUNDO ACTO. PARLAMENTO MODERNO. Si la tónica del trabajo legislativo va a partir de lo expuesto; entonces, esa película ya la vimos. La diferencia solamente será que ahora la podremos seguir en tiempo real gracias a la tecnología imperante. Y, probablemente, seremos testigos nuevamente de las imposiciones y desplantes de una horda de fieles legisladores oficialistas que operarán otra vez más como “guardias presidenciales” que como contrapesos al poder del Ejecutivo. Sin embargo, México no necesita regresar a ese pasado de un Gran Tlatoani flanqueado por sus guerreros águila con charola. Nuestro país urge de un parlamento moderno, una asamblea verdaderamente representativa de esencia popular, cuya función básica sea la de controlar el ejercicio del poder público en atención al principio de separación de poderes y velar por las libertades fundamentales en apego al orden jurídico vigente. Sin embargo, desde la óptica política no se debe soslayar que el parlamento es el órgano político por excelencia.

TERCER ACTO. ESCAPAR DEL PRESIDENCIALISMO. De ahí que hayamos ubicado el centro del poder político donde no debíamos y que la modernización del sistema presidencialista mexicano sea aún – no lo entendemos - una tarea impostergable. El escenario político es de enérgica colisión de fuerzas divergentes, aún al interior de los propios institutos políticos. Por ello, el régimen históricamente dominante en el México contemporáneo ya no resulta eficaz para garantizar el entendimiento político que requiere nuestro país. Y es que aunque parezca que regresan con AMLO las circunstancias y condiciones que permitieron la operatividad de un sistema político sustentado en un Presidente de la República omnipresente y omnipotente, la realidad internacional y la social son drásticamente diferentes. En síntesis, requerimos un replanteamiento de los instrumentos y mecanismos de gobierno, especialmente de aquellos que tienen que ver con el control del ejercicio del poder público. La conducción de los destinos de una nación plural es una obligación compartida de todos los actores políticos del país.

TRAS BAMBALINAS. CAPRICHO CARRANCISTA. En las reuniones preparatorias del Congreso Constituyente que culminó con la promulgación en 1917 de la Constitución que actualmente nos rige, una buena parte de los legisladores se inclinaba por el establecimiento en México de un sistema parlamentario. Y en contraposición a ellos, Venustiano Carranza pensaba, por obvias razones, que lo mejor era instaurar un régimen presidencialista como finalmente ocurrió. Para justificar su postura el Barón de Cuatrocienegas acudió al pensamiento del francés Alexis de Tocqueville con el siguiente argumento: “Tocqueville observó en el estudio de la historia de los pueblos de América de origen español, que éstos van a la anarquía cuando se cansan de obedecer, y a la dictadura cuando se cansan de destruir; considerando que esta oscilación entre el orden y el desenfreno, es la ley que ha regido y regirá por mucho tiempo a los pueblos mencionados”. Y como México venía de la anarquía revolucionaria, para Carranza nuestro país requería del orden de un presidencialismo fuerte.

Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com