/ jueves 14 de marzo de 2019

El Teatro de la República

PRIMER ACTO. MÉXICO FRACTURADO. Ya lo hemos dicho antes. Los cimientos que sostienen al sistema político mexicano están hechos añicos y las fracturas son evidentes en los ejes constitucionales que determinan nuestra forma de gobierno: las realidades republicana, representativa, democrática y federal. En una república sana prevalecen los principios de respeto a los derechos fundamentales y, consecuentemente, de legalidad como razones de ser para la fragmentación de las facultades del poder público. Se divide el ejercicio del poder para evitar su indeseada concentración, siendo que es mediante sus facultades que estos poderes - ejecutivo, legislativo y judicial - se limitan, controlan e, idealmente, colaboran de manera recíproca. Desde el punto de vista doctrinal el planteamiento es impecable y hasta resulta sumamente lógico y loable. El problema, como en muchos casos, viene en la práctica. En la actualidad mexicana el sistema de pesos y contrapesos republicano está atrofiado. No obstante que López Obrador ganó la elección con el 53% de los votos y que para efectos prácticos casi opera una mayoría parlamentaria en ambas cámaras, la relación entre el Ejecutivo y el Legislativo no deja de ser conflictiva. Una de claroscuros. Por un lado, salió la Guardia Nacional por unanimidad pero, por el otro, el reciente debate congresional sobre el aborto exhibió la debilidad institucional de MORENA como fracción parlamentaria. Una mala noticia para el Presidente que debería preocuparlo y ocuparlo, porque de nada le servirá su “popularidad” si no logra plasmar en las leyes su proyecto de gobierno.

SEGUNDO ACTO. CUATACHISMO, INCONEXIÓN Y DESCONFIANZA. Es un hecho que a los últimos presidentes de la República, incluyendo a AMLO, les ha faltado capacidad o voluntad, eso lo dejamos a su criterio, para construir un puente hacia la operatividad democracia mediante la integración de gobiernos verdaderamente plurales tanto de forma como de fondo. Por el contrario, el “cuatachismo” ha sido la tónica, muy particularmente en esta administración que acaba de cumplir 100 días. Y, desde el punto de vista de la representatividad, la distancia entre los representantes populares y el populo es evidente. La pésima imagen que se tiene de quienes, supuestamente, encarnan el mandato ciudadano - y de los partidos políticos que los postulan cuando no son independientes - exhibe la desconexión que ha operado entre la política y la sociedad. Esta inconexión es una de las causas por las que en lugar de los principios y valores consagrados en la Constitución, la brújula que nos dirige hoy apunta directamente a una frágil visión unipersonal del país, sus problemas y las soluciones. De lo democrático mejor ni hablar. Seguimos sumergidos en las aguas de la desconfianza electoral. Todo proceso genera inquietudes y es, casi irremediablemente, cuestionado formal y/o mediáticamente. Toda elección es sospechosa per se y sus resultados impugnados. Mientras que en la parte genérica de la idea democrática basta ver los altísimos niveles de pobreza y marginación que prevalecen en México para entender que no somos una nación especialmente democrática.

TERCER ACTO. GRAN TLATOANI. Nuestro federalismo, como dice José José, ha rodado de acá para allá. Nos estacionamos en los cleptocráticos virreinatos de los gobernadores, que le salieron carísimos al país en general y al PRI en particular; y, regresamos a los designios del Gran Tlatoani. A ver, díganle que no. En materia jurídica se perdió la integridad y congruencia federal. Lo anterior sin contar con una serie de cuestiones que es imposible soslayar como son: la galopante inseguridad e impunidad que prevalecen en México; el hecho de que ahora hasta con fundamento constitucional continuará el ejército en las calles; la noticia de que somos el segundo lugar en lavado de dinero de entre 160 economías emergentes; que exportamos mafias, drogas y sicarios a todo el mundo; que creamos y conservamos sólidos monopolios en sectores de alto impacto social; que aún se utiliza el sistema de justicia con fines político-electorales; y la estúpidamente evidente corrupción que supuestamente está por terminarse por encíclica presidencial.

TRAS BAMBALINAS. EL MITO DEL REDENTOR SEXENAL. La verdad es que los mexicanos, desde nuestra diversidad de trincheras, hemos sido incapaces de construir un Estado firme, justo y moderno. Desde antes y ahora. Pero sin esperanza nada queda y esa esperanza son precisamente las nuevas generaciones, sin importar el color de sus preferencias políticas. Ya es hora de reconocer como mito genial la ilusión del redentor sexenal. Aunque parezca más vigente que nunca.

Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com

PRIMER ACTO. MÉXICO FRACTURADO. Ya lo hemos dicho antes. Los cimientos que sostienen al sistema político mexicano están hechos añicos y las fracturas son evidentes en los ejes constitucionales que determinan nuestra forma de gobierno: las realidades republicana, representativa, democrática y federal. En una república sana prevalecen los principios de respeto a los derechos fundamentales y, consecuentemente, de legalidad como razones de ser para la fragmentación de las facultades del poder público. Se divide el ejercicio del poder para evitar su indeseada concentración, siendo que es mediante sus facultades que estos poderes - ejecutivo, legislativo y judicial - se limitan, controlan e, idealmente, colaboran de manera recíproca. Desde el punto de vista doctrinal el planteamiento es impecable y hasta resulta sumamente lógico y loable. El problema, como en muchos casos, viene en la práctica. En la actualidad mexicana el sistema de pesos y contrapesos republicano está atrofiado. No obstante que López Obrador ganó la elección con el 53% de los votos y que para efectos prácticos casi opera una mayoría parlamentaria en ambas cámaras, la relación entre el Ejecutivo y el Legislativo no deja de ser conflictiva. Una de claroscuros. Por un lado, salió la Guardia Nacional por unanimidad pero, por el otro, el reciente debate congresional sobre el aborto exhibió la debilidad institucional de MORENA como fracción parlamentaria. Una mala noticia para el Presidente que debería preocuparlo y ocuparlo, porque de nada le servirá su “popularidad” si no logra plasmar en las leyes su proyecto de gobierno.

SEGUNDO ACTO. CUATACHISMO, INCONEXIÓN Y DESCONFIANZA. Es un hecho que a los últimos presidentes de la República, incluyendo a AMLO, les ha faltado capacidad o voluntad, eso lo dejamos a su criterio, para construir un puente hacia la operatividad democracia mediante la integración de gobiernos verdaderamente plurales tanto de forma como de fondo. Por el contrario, el “cuatachismo” ha sido la tónica, muy particularmente en esta administración que acaba de cumplir 100 días. Y, desde el punto de vista de la representatividad, la distancia entre los representantes populares y el populo es evidente. La pésima imagen que se tiene de quienes, supuestamente, encarnan el mandato ciudadano - y de los partidos políticos que los postulan cuando no son independientes - exhibe la desconexión que ha operado entre la política y la sociedad. Esta inconexión es una de las causas por las que en lugar de los principios y valores consagrados en la Constitución, la brújula que nos dirige hoy apunta directamente a una frágil visión unipersonal del país, sus problemas y las soluciones. De lo democrático mejor ni hablar. Seguimos sumergidos en las aguas de la desconfianza electoral. Todo proceso genera inquietudes y es, casi irremediablemente, cuestionado formal y/o mediáticamente. Toda elección es sospechosa per se y sus resultados impugnados. Mientras que en la parte genérica de la idea democrática basta ver los altísimos niveles de pobreza y marginación que prevalecen en México para entender que no somos una nación especialmente democrática.

TERCER ACTO. GRAN TLATOANI. Nuestro federalismo, como dice José José, ha rodado de acá para allá. Nos estacionamos en los cleptocráticos virreinatos de los gobernadores, que le salieron carísimos al país en general y al PRI en particular; y, regresamos a los designios del Gran Tlatoani. A ver, díganle que no. En materia jurídica se perdió la integridad y congruencia federal. Lo anterior sin contar con una serie de cuestiones que es imposible soslayar como son: la galopante inseguridad e impunidad que prevalecen en México; el hecho de que ahora hasta con fundamento constitucional continuará el ejército en las calles; la noticia de que somos el segundo lugar en lavado de dinero de entre 160 economías emergentes; que exportamos mafias, drogas y sicarios a todo el mundo; que creamos y conservamos sólidos monopolios en sectores de alto impacto social; que aún se utiliza el sistema de justicia con fines político-electorales; y la estúpidamente evidente corrupción que supuestamente está por terminarse por encíclica presidencial.

TRAS BAMBALINAS. EL MITO DEL REDENTOR SEXENAL. La verdad es que los mexicanos, desde nuestra diversidad de trincheras, hemos sido incapaces de construir un Estado firme, justo y moderno. Desde antes y ahora. Pero sin esperanza nada queda y esa esperanza son precisamente las nuevas generaciones, sin importar el color de sus preferencias políticas. Ya es hora de reconocer como mito genial la ilusión del redentor sexenal. Aunque parezca más vigente que nunca.

Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com