/ jueves 5 de diciembre de 2019

El Teatro de la República

PRIMER ACTO. ¿VOLVERÍAS A VOTAR POR AMLO? Hace unos días nos preguntaban si, luego de este primer año de la administración lopezobradorista, votaríamos nuevamente por López Obrador. Y nuestra respuesta fue sí. Entendemos que esta afirmación puede ofender a los radicales antiamlo o sonar a música para los oídos de los fundamentalistas proamlo. Lo cierto es que no se busca ni una ni otra cosa. Y cabe hacer la precisión o advertencia de que toda reflexión es perfecta en la subjetividad de quien la realiza, simple y sencillamente porque parte de supuestos pre-establecidos. De ahí la vasta y enriquecedora diversidad existente que deriva, precisamente, de nuestra inagotable y válida capacidad de partir de supuestos diferentes, y así cada quien llegar a sus propias conclusiones para construir una personal ruta perfecta hacia la verdad, que finalmente no es sino “nuestra verdad”. Y el secreto para una pacífica evolución humana está en sostener nuestra verdad, respetar las verdades ajenas y no tratar jamás de imponer nuestros supuestos o las ideas que de ellos brotan a los demás. Se vale compartir sin convencer; como también se puede convencer sin imponer. Ahora bien, con respecto a lo de AMLO, procedemos a explicarnos. En primer lugar, el ejercicio del sufragio es siempre un acto coyuntural. No se puede supeditar al pasado o al futuro, atiende a lo que se aprecia en el preciso momento en que se emite en ese democrático espacio de libertad que otorga la intimidad de la urna. En ese instante nosotros atendimos a diversas cuestiones.

SEGUNDO ACTO. CONSIDERACIONES. Cuando nos cuestionaban sobre si no nos daba miedo que ganara López Obrador, respondíamos que lo que nos daba pánico era que perdiera. Y no era una afirmación partidista o convenenciera. No militábamos ni militamos ahora en MORENA, ni mucho menos tendríamos ventaja o beneficio alguno de ganar la cuatroté. Lo que si veíamos era un pueblo harto agraviado por los malos gobiernos, particularmente por la frivolidad, corrupción e ineficacia del de Peña Nieto. Salvo algunos sectores acostumbrados y/o favorecidos a este estilo abusivo de ejercer el poder público, la mayoría de la población deseaba un golpe de timón. Y la única opción era Andrés Manuel López Obrador. Y que conste que no estamos afirmando que era la mejor, se trataba pues de la única. No había de otra excepto la mayoritariamente repudiada continuidad. La constancia para algunos y terquedad para otros de AMLO le fue ganando ese lugar. Su congruencia o necedad lo pusieron en ese espacio en el que el resultado electoral - a toro pasado - era inevitable. Fueran quienes fueran los candidatos de las otras fuerzas políticas, se aliaran con quien se aliaran, rompieran con quien rompieran, tuvieran buena, regular o mala imagen, estuvieran metidos en escándalos o no, fueran honestos, algo honestos o nada honestos, nada de ello era relevante. La suerte electoral de México estaba echada. Y esto quedó claro con las imágenes del recorrido de López Obrador al Zócalo la noche de la elección.

TERCER ACTO. LA LEY DEL PÉNDULO. Es difícil determinar si la elección del 2018 la ganó Andrés Manuel o bien la perdieron los excesos y abusos de una cadena de gobiernos insensibles a la desigualdad social que tristemente prevalece en México y, cuando menos un par de ellos, terroríficamente frívolos, y uno de éstos groseramente corrupto. Pero era lo que tocaba. Además, en un país sumergido en la pobreza un discurso de izquierda o cuando menos asistencialista no resuelve pero vende, y genera esperanza en que se dé prioridad a temas abandonados por las visiones de derecha. En una realidad social como la mexicana se requiere ese juego que el politólogo Daniel Cosio Villegas bautizó como la “ley del péndulo” y que consistía en que luego de una administración cargada a la derecha venía una cargada a la izquierda. Desde 1982 esa regla no escrita se rompió por casi cuatro décadas.

TRAS BAMBALINAS. DESPRESURIZACIÓN. López Obrador es un hombre honesto y bien intencionado, pero como todo ser humano acusa sus limitaciones, atavismos y complejos - probablemente menos que uno pero los tiene -, y los ha llevado a su gobierno. No hay gobierno perfecto porque al final el poder lo ejercen los hombres. Y como en todas las administraciones en el tiempo y en el mundo siempre hay excelentes, buenos, regulares, malos y pésimos políticos y funcionarios. Lo que sí necesitaba México era una sacudida, y la única disponible por el cause institucional y democrático era la que ganó. El estilo de hacer política de AMLO ha confrontado, pero sin el menor resquicio de duda podemos afirmar que también ha despresurizado socialmente hablando a un México complejo, azotado por la injusticia, el miedo, la marginación, la desigualdad y la pobreza. Y ese intangible es, quizá, la mayor aportación de la 4T a la vida política del país, allende los caprichos, demagogia, ineptitudes y bandazos que se han visto este primer año. Si AMLO logra dejar de confrontar y logra convertirse en un factor de integración y suma, como lo ha hecho con los empresarios - me hacía ver mi apreciado amigo y respetado empresario transportista Miguel Ángel Bres que curiosa y hasta paradójicamente ningún Presidente se había reunido y había escuchado tanto a los empresarios como AMLO - podrá completar una importante misión en la vida política de México. Si no lo hace, parafraseando a Ripert, su 4T quedará en una vana perturbación política. El tiempo nos sacará de dudas.

Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com

PRIMER ACTO. ¿VOLVERÍAS A VOTAR POR AMLO? Hace unos días nos preguntaban si, luego de este primer año de la administración lopezobradorista, votaríamos nuevamente por López Obrador. Y nuestra respuesta fue sí. Entendemos que esta afirmación puede ofender a los radicales antiamlo o sonar a música para los oídos de los fundamentalistas proamlo. Lo cierto es que no se busca ni una ni otra cosa. Y cabe hacer la precisión o advertencia de que toda reflexión es perfecta en la subjetividad de quien la realiza, simple y sencillamente porque parte de supuestos pre-establecidos. De ahí la vasta y enriquecedora diversidad existente que deriva, precisamente, de nuestra inagotable y válida capacidad de partir de supuestos diferentes, y así cada quien llegar a sus propias conclusiones para construir una personal ruta perfecta hacia la verdad, que finalmente no es sino “nuestra verdad”. Y el secreto para una pacífica evolución humana está en sostener nuestra verdad, respetar las verdades ajenas y no tratar jamás de imponer nuestros supuestos o las ideas que de ellos brotan a los demás. Se vale compartir sin convencer; como también se puede convencer sin imponer. Ahora bien, con respecto a lo de AMLO, procedemos a explicarnos. En primer lugar, el ejercicio del sufragio es siempre un acto coyuntural. No se puede supeditar al pasado o al futuro, atiende a lo que se aprecia en el preciso momento en que se emite en ese democrático espacio de libertad que otorga la intimidad de la urna. En ese instante nosotros atendimos a diversas cuestiones.

SEGUNDO ACTO. CONSIDERACIONES. Cuando nos cuestionaban sobre si no nos daba miedo que ganara López Obrador, respondíamos que lo que nos daba pánico era que perdiera. Y no era una afirmación partidista o convenenciera. No militábamos ni militamos ahora en MORENA, ni mucho menos tendríamos ventaja o beneficio alguno de ganar la cuatroté. Lo que si veíamos era un pueblo harto agraviado por los malos gobiernos, particularmente por la frivolidad, corrupción e ineficacia del de Peña Nieto. Salvo algunos sectores acostumbrados y/o favorecidos a este estilo abusivo de ejercer el poder público, la mayoría de la población deseaba un golpe de timón. Y la única opción era Andrés Manuel López Obrador. Y que conste que no estamos afirmando que era la mejor, se trataba pues de la única. No había de otra excepto la mayoritariamente repudiada continuidad. La constancia para algunos y terquedad para otros de AMLO le fue ganando ese lugar. Su congruencia o necedad lo pusieron en ese espacio en el que el resultado electoral - a toro pasado - era inevitable. Fueran quienes fueran los candidatos de las otras fuerzas políticas, se aliaran con quien se aliaran, rompieran con quien rompieran, tuvieran buena, regular o mala imagen, estuvieran metidos en escándalos o no, fueran honestos, algo honestos o nada honestos, nada de ello era relevante. La suerte electoral de México estaba echada. Y esto quedó claro con las imágenes del recorrido de López Obrador al Zócalo la noche de la elección.

TERCER ACTO. LA LEY DEL PÉNDULO. Es difícil determinar si la elección del 2018 la ganó Andrés Manuel o bien la perdieron los excesos y abusos de una cadena de gobiernos insensibles a la desigualdad social que tristemente prevalece en México y, cuando menos un par de ellos, terroríficamente frívolos, y uno de éstos groseramente corrupto. Pero era lo que tocaba. Además, en un país sumergido en la pobreza un discurso de izquierda o cuando menos asistencialista no resuelve pero vende, y genera esperanza en que se dé prioridad a temas abandonados por las visiones de derecha. En una realidad social como la mexicana se requiere ese juego que el politólogo Daniel Cosio Villegas bautizó como la “ley del péndulo” y que consistía en que luego de una administración cargada a la derecha venía una cargada a la izquierda. Desde 1982 esa regla no escrita se rompió por casi cuatro décadas.

TRAS BAMBALINAS. DESPRESURIZACIÓN. López Obrador es un hombre honesto y bien intencionado, pero como todo ser humano acusa sus limitaciones, atavismos y complejos - probablemente menos que uno pero los tiene -, y los ha llevado a su gobierno. No hay gobierno perfecto porque al final el poder lo ejercen los hombres. Y como en todas las administraciones en el tiempo y en el mundo siempre hay excelentes, buenos, regulares, malos y pésimos políticos y funcionarios. Lo que sí necesitaba México era una sacudida, y la única disponible por el cause institucional y democrático era la que ganó. El estilo de hacer política de AMLO ha confrontado, pero sin el menor resquicio de duda podemos afirmar que también ha despresurizado socialmente hablando a un México complejo, azotado por la injusticia, el miedo, la marginación, la desigualdad y la pobreza. Y ese intangible es, quizá, la mayor aportación de la 4T a la vida política del país, allende los caprichos, demagogia, ineptitudes y bandazos que se han visto este primer año. Si AMLO logra dejar de confrontar y logra convertirse en un factor de integración y suma, como lo ha hecho con los empresarios - me hacía ver mi apreciado amigo y respetado empresario transportista Miguel Ángel Bres que curiosa y hasta paradójicamente ningún Presidente se había reunido y había escuchado tanto a los empresarios como AMLO - podrá completar una importante misión en la vida política de México. Si no lo hace, parafraseando a Ripert, su 4T quedará en una vana perturbación política. El tiempo nos sacará de dudas.

Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com