/ jueves 12 de diciembre de 2019

El Teatro de la República

PRIMER ACTO. FILOSOFÍA CLINTON. En 1992 parecía imposible que el demócrata William Jefferson Clinton derrotara en su reelección al republicano George H. W. Bush. Los bonos políticos de este último eran altos, había terminado con la pesadilla de la “guerra fría” y los norteamericanos apoyaban arrolladoramente la guerra en el Golfo Pérsico. Sin embargo, Clinton y sus estrategas detectaron una debilidad en el aparentemente sólido gobierno de Bush: los elevados costos de esa política internacional y malas decisiones gubernamentales habían mermado los bolsillos de los norteamericanos. La economía no estaba bien. Al igual que en su campaña presidencial, cuando llega a la Casa Blanca Bill Clinton decide jugarse el éxito o fracaso de su administración a una sola carta: la economía. En sus ocho años de gobierno la prioridad fue tratar de acertar en las decisiones sobre el rumbo económico que debía tomar la nación más poderosa del mundo. Y esta filosofía personal del que fuera también gobernador de Arkansas rindió sus frutos como estrategia de gobierno. No obstante que los demócratas perdieron la elección presidencial del 7 de noviembre de 2000 por 266 contra 271 votos electorales, cuyas irregularidades en las votaciones en el estado de Florida resultaron determinantes e inclinaron la balanza en favor del republicano George Walker Bush, el gobierno que dirigió Clinton pasó a la historia como un periodo de estabilidad y crecimiento económico y, sin lugar a dudas, su recuerdo fue uno de los factores que favorecieron años después la elección de Barack Obama.

SEGUNDO ACTO. ¿ES LA ECONOMÍA O LA POLÍTICA? A estas alturas se preguntarán ustedes: ¿y para qué tanto rollo con esta añeja cuestión? Pues bien, la intención de retomar la experiencia norteamericana de la era Clinton obedece a que ha resurgido en México el debate sobre la importancia del manejo económico. Y a la luz de la crisis en Chile, pese a haber seguido a rajatabla el modelo de las instituciones financieras internacionales, nuevamente surge la pregunta sobre qué es lo que se debe privilegiar, si la economía o la política. Es evidente que el Presidente López Obrador privilegia la política. Es su estilo, está en su ADN. Además, en un país con las diferencias sociales de México mantener la estabilidad social resulta prioritario. Y si bien para muchos la 4T provoca incertidumbre económica, cierto es que en la base de la pirámide el criticado asistencialismo genera serenidad social. Para concluir, queremos precisar que en nuestra opinión el debate sobre privilegiar la economía o la política es una discusión estéril. Esta dicotomía nos parece bastante absurda ya que estamos confundiendo el objetivo con el instrumento. La naturaleza social del ser humano se justifica en la búsqueda de mejores condiciones de vida. El hombre se asocia para vivir mejor. Y se vive mejor en la medida en que se tiene acceso a más y mejores satisfactores. Por ello, consideramos que en última instancia la sociabilidad natural del ser humano aterriza en terrenos económicos. No obstante, un requisito indispensable para que el andamiaje social funcione consiste en que al interior de cada comunidad existan condiciones para una convivencia pacífica y constructiva. De ahí que el objetivo primario, que es vivir mejor, quede subordinado a la capacidad de los miembros de la comunidad, particularmente de aquellos que ostentan el poder público, para generar un ambiente social adecuado para el trabajo común. Esto significa que los éxitos económicos siempre van a estar supeditados a que existan las condiciones políticas.

TERCER ACTO. RECETA. Si aplicamos estos principios elementales encontramos que actualmente el hecho de hacer política no puede ser en sí mismo el objetivo de ningún gobierno. La política es la herramienta pero no el fin. Lo que pasa es que una mala operación política echa al traste las más acertadas decisiones económicas. De ahí que la receta para nuestro primer mandatario sea muy simple: nombre a los mejores servidores públicos, coordínelos y déjelos trabajar. Que los economistas hagan su trabajo y los políticos el suyo.

TRAS BAMBALINAS. UN NECIO Y UN SUMISO. ¿Cuántas personas se necesitan para hundir un proyecto político? Dos. Un necio y un sumiso.

Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com

PRIMER ACTO. FILOSOFÍA CLINTON. En 1992 parecía imposible que el demócrata William Jefferson Clinton derrotara en su reelección al republicano George H. W. Bush. Los bonos políticos de este último eran altos, había terminado con la pesadilla de la “guerra fría” y los norteamericanos apoyaban arrolladoramente la guerra en el Golfo Pérsico. Sin embargo, Clinton y sus estrategas detectaron una debilidad en el aparentemente sólido gobierno de Bush: los elevados costos de esa política internacional y malas decisiones gubernamentales habían mermado los bolsillos de los norteamericanos. La economía no estaba bien. Al igual que en su campaña presidencial, cuando llega a la Casa Blanca Bill Clinton decide jugarse el éxito o fracaso de su administración a una sola carta: la economía. En sus ocho años de gobierno la prioridad fue tratar de acertar en las decisiones sobre el rumbo económico que debía tomar la nación más poderosa del mundo. Y esta filosofía personal del que fuera también gobernador de Arkansas rindió sus frutos como estrategia de gobierno. No obstante que los demócratas perdieron la elección presidencial del 7 de noviembre de 2000 por 266 contra 271 votos electorales, cuyas irregularidades en las votaciones en el estado de Florida resultaron determinantes e inclinaron la balanza en favor del republicano George Walker Bush, el gobierno que dirigió Clinton pasó a la historia como un periodo de estabilidad y crecimiento económico y, sin lugar a dudas, su recuerdo fue uno de los factores que favorecieron años después la elección de Barack Obama.

SEGUNDO ACTO. ¿ES LA ECONOMÍA O LA POLÍTICA? A estas alturas se preguntarán ustedes: ¿y para qué tanto rollo con esta añeja cuestión? Pues bien, la intención de retomar la experiencia norteamericana de la era Clinton obedece a que ha resurgido en México el debate sobre la importancia del manejo económico. Y a la luz de la crisis en Chile, pese a haber seguido a rajatabla el modelo de las instituciones financieras internacionales, nuevamente surge la pregunta sobre qué es lo que se debe privilegiar, si la economía o la política. Es evidente que el Presidente López Obrador privilegia la política. Es su estilo, está en su ADN. Además, en un país con las diferencias sociales de México mantener la estabilidad social resulta prioritario. Y si bien para muchos la 4T provoca incertidumbre económica, cierto es que en la base de la pirámide el criticado asistencialismo genera serenidad social. Para concluir, queremos precisar que en nuestra opinión el debate sobre privilegiar la economía o la política es una discusión estéril. Esta dicotomía nos parece bastante absurda ya que estamos confundiendo el objetivo con el instrumento. La naturaleza social del ser humano se justifica en la búsqueda de mejores condiciones de vida. El hombre se asocia para vivir mejor. Y se vive mejor en la medida en que se tiene acceso a más y mejores satisfactores. Por ello, consideramos que en última instancia la sociabilidad natural del ser humano aterriza en terrenos económicos. No obstante, un requisito indispensable para que el andamiaje social funcione consiste en que al interior de cada comunidad existan condiciones para una convivencia pacífica y constructiva. De ahí que el objetivo primario, que es vivir mejor, quede subordinado a la capacidad de los miembros de la comunidad, particularmente de aquellos que ostentan el poder público, para generar un ambiente social adecuado para el trabajo común. Esto significa que los éxitos económicos siempre van a estar supeditados a que existan las condiciones políticas.

TERCER ACTO. RECETA. Si aplicamos estos principios elementales encontramos que actualmente el hecho de hacer política no puede ser en sí mismo el objetivo de ningún gobierno. La política es la herramienta pero no el fin. Lo que pasa es que una mala operación política echa al traste las más acertadas decisiones económicas. De ahí que la receta para nuestro primer mandatario sea muy simple: nombre a los mejores servidores públicos, coordínelos y déjelos trabajar. Que los economistas hagan su trabajo y los políticos el suyo.

TRAS BAMBALINAS. UN NECIO Y UN SUMISO. ¿Cuántas personas se necesitan para hundir un proyecto político? Dos. Un necio y un sumiso.

Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com