/ jueves 11 de junio de 2020

El Teatro de la República

PRIMER ACTO. VIEJO OESTE. Sin lugar a dudas, a Andrés Manuel López Obrador le rindió frutos en el pasado la estrategia de salir a batirse en duelo constantemente. En sus años de forajido del sistema político enfrentó a incontables adversarios. Y, en su momento, los reflectores de esos episodios fueron oro molido para el tenaz tabasqueño. Sin embargo, la estrategia del viejo oeste pareciera poco eficaz cuando ya no eres el buscado sino el alguacil. A diferencia de la época en la que para muchos AMLO era como un David que combatía a pedradas al tirano gobierno Goliat, en estos momentos tiene a sus pies a toda la estructura estatal federal. En otras palabras, ya es Goliat y todo indica que ni cuenta se ha dado. Mucho le cuesta al Presidente de la República su codependencia a la victimización política. Es curiosa su manera de ver las cosas. Antes, todos los poderosos lo atacaban porque así se los exigía el sistema, mientras que hoy todos ellos están en su contra precisamente porque él es el sistema. No tiene sentido.

SEGUNDO ACTO. ¡SON UN CHINGO! La percepción presidencial recuerda ese cuento del borracho que conduce su auto cuando escucha en la radio: “tengan cuidado, hay un borracho en sentido contrario en la autopista”; a lo que el ebrio conductor apunta: “uno… ¡si son un chingo!”. Nuestro Presidente de la República, democráticamente electo y constitucionalmente legitimado, va en sentido contrario. Y no se trata de un disenso ideológico entre liberales y conservadores, tampoco de un debate social sobre pobres y ricos, y menos aún de un discernimiento ético entre buenos y malos; la cuestión es menos conceptual y más orgánica, la tarea presidencial en nuestro régimen exige la articulación de los sistemas republicano y federal. En otras palabras, el individuo en quien se deposita el “Supremo Poder Ejecutivo de la Unión”, como lo define el artículo 80 constitucional - uno de los pocos que no ha sufrido modificación alguna desde 1917 -, tiene la responsabilidad de hacer funcionar los dos engranes que mueven a nuestro sistema político: el sistema federal y el gobierno republicano. Y para cumplir cabalmente con esta compleja tarea, debe conducirse con seriedad, congruencia, firmeza, respeto, tolerancia, y rectitud. Por eso, si se actúa en contra de estos principios, podemos afirmar que se va en sentido contrario.

TERCER ACTO. DISCURSO YIHADISTA. Cuando lo que urge a México es moderación, sale el Presidente a embestir a quienes rechazan los fundamentalismos. Y curiosamente su discurso yihadista coincide con esa volada del Bloque Opositor Amplio (BOA). Es evidente el trasfondo político de la confrontación. Es claro también que el escenario cambió radicalmente en los últimos meses y el Gobierno está buscando - y encontrando – distractores y arenas para la lucha político-electoral. Desafortunadamente, todo presagia un proceso más confrontando que nunca, cuyos resultados al final serán menos relevantes que la descomposición del ambiente político que va a producir.

TRAS BAMBALINAS. ENCUESTAS. Se supone que las encuestas son radiografías de las preferencias en un momento determinado. En este sentido, con las diferencias naturales al método y universo, deberían ser coincidentes al menos parcialmente, ¿o no? El problema es que distintas radiografías del mismo momento arrojan fracturas totalmente diferentes. Y el tema se reduce a tres opciones: se manipulan; se hacen mal; o, el electorado es indescifrable. Pudiera darse una combinación de algunas o todas las anteriores. Así pues, si se venden no hay que tomarlas en cuenta, son un negocio; si se hacen mal, tampoco son útiles, son basura; y, si el electorado es indescifrable, no sirven para nada, son estériles. Entonces, ¿por qué se siguen haciendo, pagando y difundiendo? La respuesta es sencilla: porque las encuestas son herramientas para generar percepción en el futuro elector. ¿Funcionan? A veces.


Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com

PRIMER ACTO. VIEJO OESTE. Sin lugar a dudas, a Andrés Manuel López Obrador le rindió frutos en el pasado la estrategia de salir a batirse en duelo constantemente. En sus años de forajido del sistema político enfrentó a incontables adversarios. Y, en su momento, los reflectores de esos episodios fueron oro molido para el tenaz tabasqueño. Sin embargo, la estrategia del viejo oeste pareciera poco eficaz cuando ya no eres el buscado sino el alguacil. A diferencia de la época en la que para muchos AMLO era como un David que combatía a pedradas al tirano gobierno Goliat, en estos momentos tiene a sus pies a toda la estructura estatal federal. En otras palabras, ya es Goliat y todo indica que ni cuenta se ha dado. Mucho le cuesta al Presidente de la República su codependencia a la victimización política. Es curiosa su manera de ver las cosas. Antes, todos los poderosos lo atacaban porque así se los exigía el sistema, mientras que hoy todos ellos están en su contra precisamente porque él es el sistema. No tiene sentido.

SEGUNDO ACTO. ¡SON UN CHINGO! La percepción presidencial recuerda ese cuento del borracho que conduce su auto cuando escucha en la radio: “tengan cuidado, hay un borracho en sentido contrario en la autopista”; a lo que el ebrio conductor apunta: “uno… ¡si son un chingo!”. Nuestro Presidente de la República, democráticamente electo y constitucionalmente legitimado, va en sentido contrario. Y no se trata de un disenso ideológico entre liberales y conservadores, tampoco de un debate social sobre pobres y ricos, y menos aún de un discernimiento ético entre buenos y malos; la cuestión es menos conceptual y más orgánica, la tarea presidencial en nuestro régimen exige la articulación de los sistemas republicano y federal. En otras palabras, el individuo en quien se deposita el “Supremo Poder Ejecutivo de la Unión”, como lo define el artículo 80 constitucional - uno de los pocos que no ha sufrido modificación alguna desde 1917 -, tiene la responsabilidad de hacer funcionar los dos engranes que mueven a nuestro sistema político: el sistema federal y el gobierno republicano. Y para cumplir cabalmente con esta compleja tarea, debe conducirse con seriedad, congruencia, firmeza, respeto, tolerancia, y rectitud. Por eso, si se actúa en contra de estos principios, podemos afirmar que se va en sentido contrario.

TERCER ACTO. DISCURSO YIHADISTA. Cuando lo que urge a México es moderación, sale el Presidente a embestir a quienes rechazan los fundamentalismos. Y curiosamente su discurso yihadista coincide con esa volada del Bloque Opositor Amplio (BOA). Es evidente el trasfondo político de la confrontación. Es claro también que el escenario cambió radicalmente en los últimos meses y el Gobierno está buscando - y encontrando – distractores y arenas para la lucha político-electoral. Desafortunadamente, todo presagia un proceso más confrontando que nunca, cuyos resultados al final serán menos relevantes que la descomposición del ambiente político que va a producir.

TRAS BAMBALINAS. ENCUESTAS. Se supone que las encuestas son radiografías de las preferencias en un momento determinado. En este sentido, con las diferencias naturales al método y universo, deberían ser coincidentes al menos parcialmente, ¿o no? El problema es que distintas radiografías del mismo momento arrojan fracturas totalmente diferentes. Y el tema se reduce a tres opciones: se manipulan; se hacen mal; o, el electorado es indescifrable. Pudiera darse una combinación de algunas o todas las anteriores. Así pues, si se venden no hay que tomarlas en cuenta, son un negocio; si se hacen mal, tampoco son útiles, son basura; y, si el electorado es indescifrable, no sirven para nada, son estériles. Entonces, ¿por qué se siguen haciendo, pagando y difundiendo? La respuesta es sencilla: porque las encuestas son herramientas para generar percepción en el futuro elector. ¿Funcionan? A veces.


Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com