/ jueves 24 de junio de 2021

El Teatro de la República

PRIMER ACTO. CALIFICAR LA TAREA PARLAMENTARIA. En anteriores colaboraciones hemos insistido en la relevancia del Poder Legislativo como eje impulsor de la consolidación democrática. Sin un Congreso comprometido y eficaz difícilmente avanzaremos en el azaroso camino de construir un México más equitativo. Sin embargo, ¿cómo medir la eficacia de nuestras cámaras congresionales? En los últimos años organizaciones internacionales, universidades, centros de investigación especializada y medios de comunicación han creado índices para valorar el desempeño de los legisladores. Por citar algunos ejemplos, el Centro de Investigación y Docencia Económicas, A.C. (CIDE) y el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM han desarrollado programas de monitoreo y evaluación de la tarea parlamentaria. Algunos organismos empresariales como la COPARMEX han hecho lo propio y organizaciones no gubernamentales como México Evalúa también se han animado a este ejercicio. La mayoría de estos sistemas utilizan como base las mismas variables: asistencia, participación en tribuna, cargos en las comisiones dictaminadoras y, sobre todo, número de iniciativas y puntos de acuerdo presentados por el diputado o senador. Sin duda, algunos de estos elementos de calificación resultan incuestionables, tal es el caso de las asistencia, evidentemente no puede haber un buen legislador que no vaya a las sesiones de Pleno y de sus comisiones; pero hay otros factores como el número de iniciativas presentadas o bien el sentido de su voto que resultan a todas luces fuera de lugar.

SEGUNDO ACTO. RELACIÓN CON EL EJECUTIVO. De los análisis históricos se desprende que no es posible hacer una valoración objetiva del trabajo legislativo si no se toma en cuenta la relación existente con el Ejecutivo. No opera igual un Congreso cuando se presenta una mayoría relevante del partido gobernante o, por el contrario, cuando la presencia oficial es más limitada. En otras palabras, es imposible calificar debidamente el desempeño parlamentario si no se atiende a la influencia e intervención del Presidente de la República. Por ejemplo, según un análisis del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) de 1982 a 1999 el Ejecutivo Federal logró la aprobación del 96% de las iniciativas que presentó a las cámaras en México. Solo por contrastar, en el mismo periodo en Costa Rica solo alcanzó el 41%. El presidencialismo latinoamericano condiciona determinantemente la tarea parlamentaria.

TERCER ACTO. EL COMPLEJO DE LAS REVOLUCIONES. En nuestra opinión la prueba de la eficacia con relación al trabajo parlamentario dista mucho de ser susceptible de medirse con criterios cuantitativos. La tarea legislativa no se puede valorar en función del número de instrumentos parlamentarios que se presentan, inclusive, ni siquiera de las reformas legales que se consuman. Un Congreso eficiente es en el que las propuestas se tramitan y los temas se debaten, sea que se aprueben o no. El mejor legislativo no es el que hace reformas estructurales sino aquel que procesa los ajustes que las leyes requieren para no perder su propia eficacia. Y es que en México seguimos padeciendo el complejo de las revoluciones, que consiste en pensar que para ser profundos los cambios deben de ser traumáticos y farragosos, siendo que en mejorar lo existente y cotidiano está el camino a mejores leyes.

TRAS BAMBALINAS. 72%. Según el INEGI en México el 72% de la población utiliza internet. El futuro nos revolcó.

Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com

PRIMER ACTO. CALIFICAR LA TAREA PARLAMENTARIA. En anteriores colaboraciones hemos insistido en la relevancia del Poder Legislativo como eje impulsor de la consolidación democrática. Sin un Congreso comprometido y eficaz difícilmente avanzaremos en el azaroso camino de construir un México más equitativo. Sin embargo, ¿cómo medir la eficacia de nuestras cámaras congresionales? En los últimos años organizaciones internacionales, universidades, centros de investigación especializada y medios de comunicación han creado índices para valorar el desempeño de los legisladores. Por citar algunos ejemplos, el Centro de Investigación y Docencia Económicas, A.C. (CIDE) y el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM han desarrollado programas de monitoreo y evaluación de la tarea parlamentaria. Algunos organismos empresariales como la COPARMEX han hecho lo propio y organizaciones no gubernamentales como México Evalúa también se han animado a este ejercicio. La mayoría de estos sistemas utilizan como base las mismas variables: asistencia, participación en tribuna, cargos en las comisiones dictaminadoras y, sobre todo, número de iniciativas y puntos de acuerdo presentados por el diputado o senador. Sin duda, algunos de estos elementos de calificación resultan incuestionables, tal es el caso de las asistencia, evidentemente no puede haber un buen legislador que no vaya a las sesiones de Pleno y de sus comisiones; pero hay otros factores como el número de iniciativas presentadas o bien el sentido de su voto que resultan a todas luces fuera de lugar.

SEGUNDO ACTO. RELACIÓN CON EL EJECUTIVO. De los análisis históricos se desprende que no es posible hacer una valoración objetiva del trabajo legislativo si no se toma en cuenta la relación existente con el Ejecutivo. No opera igual un Congreso cuando se presenta una mayoría relevante del partido gobernante o, por el contrario, cuando la presencia oficial es más limitada. En otras palabras, es imposible calificar debidamente el desempeño parlamentario si no se atiende a la influencia e intervención del Presidente de la República. Por ejemplo, según un análisis del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) de 1982 a 1999 el Ejecutivo Federal logró la aprobación del 96% de las iniciativas que presentó a las cámaras en México. Solo por contrastar, en el mismo periodo en Costa Rica solo alcanzó el 41%. El presidencialismo latinoamericano condiciona determinantemente la tarea parlamentaria.

TERCER ACTO. EL COMPLEJO DE LAS REVOLUCIONES. En nuestra opinión la prueba de la eficacia con relación al trabajo parlamentario dista mucho de ser susceptible de medirse con criterios cuantitativos. La tarea legislativa no se puede valorar en función del número de instrumentos parlamentarios que se presentan, inclusive, ni siquiera de las reformas legales que se consuman. Un Congreso eficiente es en el que las propuestas se tramitan y los temas se debaten, sea que se aprueben o no. El mejor legislativo no es el que hace reformas estructurales sino aquel que procesa los ajustes que las leyes requieren para no perder su propia eficacia. Y es que en México seguimos padeciendo el complejo de las revoluciones, que consiste en pensar que para ser profundos los cambios deben de ser traumáticos y farragosos, siendo que en mejorar lo existente y cotidiano está el camino a mejores leyes.

TRAS BAMBALINAS. 72%. Según el INEGI en México el 72% de la población utiliza internet. El futuro nos revolcó.

Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com