/ jueves 1 de julio de 2021

El Teatro de la República

PRIMER ACTO. EL PODER POR EL PODER, ¿Y? Hace no mucho tiempo era considerada una bajeza la lucha por el poder con el mero objeto de hacerse del poder. Para nadie era un secreto que así ocurría, pero también nadie era tan cínico como para reconocerlo públicamente. Siempre se aludía a los principios y valores partidarios, así como al personal deseo de servir, como motivos para participar en política y hacerse del poder. En aquellos tiempos, los partidos hacían malabares para disfrazar su ambición política. Cuando sumaban a algún camaleón a sus filas, se preocupaban por justificar, así fuera con una absurdez, la nueva adopción. En la actualidad las cosas ya no son así. No me importa quién eres, de dónde vienes, - aquí está lo más peligroso - qué quieres y a dónde vas. Lo único que cuenta es ganar. Siguiendo la filosofía del prestigiado entrenador de futbol americano Vince Lombardi que reza "ganar no es lo más importante… es lo único", los partidos políticos mexicanos se ponen el equipo y saltan al emparrillado a confrontar a los contrarios con la exclusiva intención de prevalecer en los espacios públicos.

SEGUNDO ACTO. LA NACIÓN ES UN SÍMBOLO POLÍTICO Y NO UN ACTOR SOCIAL. Para que haya representatividad es necesaria la existencia de una importante capacidad de comunicación por parte de los mandatarios de las demandas provenientes de individuos y sectores de la vida social. La democracia tendrá bases sólidas en la medida en que se logre una cada vez mayor correspondencia entre demandas sociales y ofertas políticas; llevando este principio al extremo, es preciso lograr una correspondencia entre categorías sociales y partidos políticos. Si se reconoce que la sociedad civil, en otros tiempos se hablaba del pueblo, está hecha de una diversidad de actores sociales, entonces, la democracia será representativa en la medida que sea pluralista: por ello el pensamiento demócrata se resiste a la imagen de una sociedad unánime y homogénea y reconoce además que la Nación es un símbolo político y no un actor social.

TERCER ACTO. TENEMOS UN SISTEMA POLÍTICO RUIN. Según el Diccionario de la Real Academia Española, por magnanimidad debe entenderse “benevolencia, clemencia; grandeza y elevación de ánimo; desprendimiento o generosidad”. Y significa tener buena voluntad hacia otras personas, conducirse con compasión y moderación hacia los demás. El antónimo de magnanimidad es la ruindad. Ser ruin es lo opuesto a ser magnánimo. Después del grotesco proceso electoral vivido, independientemente de ganadores y perdedores, una triste conclusión es que nuestra política es ruin. No hubo un solo acto de magnanimidad. La compasión y generosidad hacia los demás brillaron por su ausencia. Nadie realizó una sola expresión pública de respeto o reconocimiento al contrincante. Los reconocimientos de las derrotas, si acaso, fueron forzados prevaleciendo el sembrar la duda sobre la legalidad de la elección. La violencia que azotó al proceso no mereció ninguna clase de solidaridad. Cuando un candidato fue agredido o, inclusive, asesinado, los demás candidatos, hasta los de su mismo partido político a otros cargos, fueron incapaces de detener su proselitismo. Este 2021 vimos la peor cara de quienes supuestamente pretenden servirnos. Una vergüenza. Y sin distinción de ideologías o divisas podemos afirmar que tenemos un sistema político ruin.

TRAS BAMBALINAS. MEJORES PERSONAS. Seguiremos insistiendo, no necesitamos mesías o iluminados, tampoco paladines de la sociedad civil, nos urgen mejores personas en todos los cargos públicos, independientemente de filosofías e ideologías.

Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com

PRIMER ACTO. EL PODER POR EL PODER, ¿Y? Hace no mucho tiempo era considerada una bajeza la lucha por el poder con el mero objeto de hacerse del poder. Para nadie era un secreto que así ocurría, pero también nadie era tan cínico como para reconocerlo públicamente. Siempre se aludía a los principios y valores partidarios, así como al personal deseo de servir, como motivos para participar en política y hacerse del poder. En aquellos tiempos, los partidos hacían malabares para disfrazar su ambición política. Cuando sumaban a algún camaleón a sus filas, se preocupaban por justificar, así fuera con una absurdez, la nueva adopción. En la actualidad las cosas ya no son así. No me importa quién eres, de dónde vienes, - aquí está lo más peligroso - qué quieres y a dónde vas. Lo único que cuenta es ganar. Siguiendo la filosofía del prestigiado entrenador de futbol americano Vince Lombardi que reza "ganar no es lo más importante… es lo único", los partidos políticos mexicanos se ponen el equipo y saltan al emparrillado a confrontar a los contrarios con la exclusiva intención de prevalecer en los espacios públicos.

SEGUNDO ACTO. LA NACIÓN ES UN SÍMBOLO POLÍTICO Y NO UN ACTOR SOCIAL. Para que haya representatividad es necesaria la existencia de una importante capacidad de comunicación por parte de los mandatarios de las demandas provenientes de individuos y sectores de la vida social. La democracia tendrá bases sólidas en la medida en que se logre una cada vez mayor correspondencia entre demandas sociales y ofertas políticas; llevando este principio al extremo, es preciso lograr una correspondencia entre categorías sociales y partidos políticos. Si se reconoce que la sociedad civil, en otros tiempos se hablaba del pueblo, está hecha de una diversidad de actores sociales, entonces, la democracia será representativa en la medida que sea pluralista: por ello el pensamiento demócrata se resiste a la imagen de una sociedad unánime y homogénea y reconoce además que la Nación es un símbolo político y no un actor social.

TERCER ACTO. TENEMOS UN SISTEMA POLÍTICO RUIN. Según el Diccionario de la Real Academia Española, por magnanimidad debe entenderse “benevolencia, clemencia; grandeza y elevación de ánimo; desprendimiento o generosidad”. Y significa tener buena voluntad hacia otras personas, conducirse con compasión y moderación hacia los demás. El antónimo de magnanimidad es la ruindad. Ser ruin es lo opuesto a ser magnánimo. Después del grotesco proceso electoral vivido, independientemente de ganadores y perdedores, una triste conclusión es que nuestra política es ruin. No hubo un solo acto de magnanimidad. La compasión y generosidad hacia los demás brillaron por su ausencia. Nadie realizó una sola expresión pública de respeto o reconocimiento al contrincante. Los reconocimientos de las derrotas, si acaso, fueron forzados prevaleciendo el sembrar la duda sobre la legalidad de la elección. La violencia que azotó al proceso no mereció ninguna clase de solidaridad. Cuando un candidato fue agredido o, inclusive, asesinado, los demás candidatos, hasta los de su mismo partido político a otros cargos, fueron incapaces de detener su proselitismo. Este 2021 vimos la peor cara de quienes supuestamente pretenden servirnos. Una vergüenza. Y sin distinción de ideologías o divisas podemos afirmar que tenemos un sistema político ruin.

TRAS BAMBALINAS. MEJORES PERSONAS. Seguiremos insistiendo, no necesitamos mesías o iluminados, tampoco paladines de la sociedad civil, nos urgen mejores personas en todos los cargos públicos, independientemente de filosofías e ideologías.

Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com