/ jueves 18 de noviembre de 2021

El Teatro de la República

PRIMER ACTO. DE BRUJAS Y CULERAS. Hace poco menos de un mes se calentaron los ánimos en la Cámara de Diputados durante la discusión de la Miscelánea Fiscal. Hubo empujones, manotazos e insultos en la tribuna, protagonizados por legisladores del bloque MORENA y PT con opositores (PAN, PRI, PRD y MC). Hace días hubo un nuevo aquelarre en San Lázaro con motivo de la discusión del Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) 2022, en el que las ofensas fueron de ida y vuelta entre diputadas oficialistas y opositoras. Se lanzaron desde “borregas” y “brujas” hasta “culeras” y “putas”. Y al referirse al subsecretario Hugo López Gatell, una legisladora albiazul lo hizo llamándolo “imbécil, arcángel de la muerte, doctor muerte”. Todo ello exhibe el delicado grado de confrontación que prevalece en el país e inevitablemente se refleja en el Legislativo mexicano. O quizá es al revés.

SEGUNDO ACTO. LA FUNCIÓN LEGISLATIVA ESTÁ DEGRADADA. Es un hecho que el trabajo parlamentario es eminentemente político. El Congreso de la Unión es la arena por excelencia para la expresión y el debate político, pensar que la labor parlamentaria puede ser ajena a los vaivenes políticos sería pecar de ingenuidad. Sin embargo, una cosa es la política y otra muy diferente la confrontación personal. Cuando prevalece la política se expresan las diversidades y se defienden las ideas. La distancia es ideológica y, por excepción, se llega a la diatriba. Desafortunadamente, en el Congreso de la Unión está ocurriendo lo contrario. La función legislativa está degradada. La representación popular se ha convertido en un campo de batalla. Y, peor aún, cada vez toma tintes más personales. Lo que es preocupante.

TERCER ACTO. POLITIQUERÍA. El problema no son las mentadas e incluso los jalones. Nadie se espanta. Sino que esta dinámica del conflicto impide que se dictaminen, discutan y aprueben las reformas legales que México necesita. Muchas veces ajenas a los temas ideológicos. Existen un sinnúmero de lagunas en nuestras leyes por no lograr los consensos elementales para subsanarlas acorde las nuevas realidades tecnológicas y de interdependencia mundial. La política debe ser instrumento para el desarrollo, jamás un obstáculo, porque cuando esto sucede ya no es política sino mera politiquería. Los legisladores no deben dejarse llevar por sus pasiones, tienen el encargo de representar los intereses de los habitantes de su distrito o entidad, tanto de los que votaron por ellos como de los que no lo hicieron.

TRAS BAMBALINAS. DISOLUCIÓN DEL PARLAMENTO. Difícilmente ganaría un sí a la revocación del mandato presidencial. Pero, considerando el triste papel que han hecho tanto tirios como troyanos, si fuésemos un régimen parlamentarista y hoy se sometiera a votación nacional la disolución del Congreso, esto es, que se “despidiera” a todos los actuales diputados y senadores y se eligieran nuevos, ¿qué cree usted que ganaría?... Yo también.


Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com

PRIMER ACTO. DE BRUJAS Y CULERAS. Hace poco menos de un mes se calentaron los ánimos en la Cámara de Diputados durante la discusión de la Miscelánea Fiscal. Hubo empujones, manotazos e insultos en la tribuna, protagonizados por legisladores del bloque MORENA y PT con opositores (PAN, PRI, PRD y MC). Hace días hubo un nuevo aquelarre en San Lázaro con motivo de la discusión del Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) 2022, en el que las ofensas fueron de ida y vuelta entre diputadas oficialistas y opositoras. Se lanzaron desde “borregas” y “brujas” hasta “culeras” y “putas”. Y al referirse al subsecretario Hugo López Gatell, una legisladora albiazul lo hizo llamándolo “imbécil, arcángel de la muerte, doctor muerte”. Todo ello exhibe el delicado grado de confrontación que prevalece en el país e inevitablemente se refleja en el Legislativo mexicano. O quizá es al revés.

SEGUNDO ACTO. LA FUNCIÓN LEGISLATIVA ESTÁ DEGRADADA. Es un hecho que el trabajo parlamentario es eminentemente político. El Congreso de la Unión es la arena por excelencia para la expresión y el debate político, pensar que la labor parlamentaria puede ser ajena a los vaivenes políticos sería pecar de ingenuidad. Sin embargo, una cosa es la política y otra muy diferente la confrontación personal. Cuando prevalece la política se expresan las diversidades y se defienden las ideas. La distancia es ideológica y, por excepción, se llega a la diatriba. Desafortunadamente, en el Congreso de la Unión está ocurriendo lo contrario. La función legislativa está degradada. La representación popular se ha convertido en un campo de batalla. Y, peor aún, cada vez toma tintes más personales. Lo que es preocupante.

TERCER ACTO. POLITIQUERÍA. El problema no son las mentadas e incluso los jalones. Nadie se espanta. Sino que esta dinámica del conflicto impide que se dictaminen, discutan y aprueben las reformas legales que México necesita. Muchas veces ajenas a los temas ideológicos. Existen un sinnúmero de lagunas en nuestras leyes por no lograr los consensos elementales para subsanarlas acorde las nuevas realidades tecnológicas y de interdependencia mundial. La política debe ser instrumento para el desarrollo, jamás un obstáculo, porque cuando esto sucede ya no es política sino mera politiquería. Los legisladores no deben dejarse llevar por sus pasiones, tienen el encargo de representar los intereses de los habitantes de su distrito o entidad, tanto de los que votaron por ellos como de los que no lo hicieron.

TRAS BAMBALINAS. DISOLUCIÓN DEL PARLAMENTO. Difícilmente ganaría un sí a la revocación del mandato presidencial. Pero, considerando el triste papel que han hecho tanto tirios como troyanos, si fuésemos un régimen parlamentarista y hoy se sometiera a votación nacional la disolución del Congreso, esto es, que se “despidiera” a todos los actuales diputados y senadores y se eligieran nuevos, ¿qué cree usted que ganaría?... Yo también.


Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com