/ jueves 1 de febrero de 2018

El teatro de la República

PRIMER ACTO. ABSURDOS. Con sutil persistencia hemos construido un sistema político dominado por los absurdos. ¿Cómo lo conseguimos? Conduciéndonos con inagotable creatividad, firme ambición e inquebrantable mezquindad. Tenemos elecciones estúpidamente caras para el erario público, sin embargo de nada sirve el sacrificio porque el llamado “financiamiento privado” fluye sin control en precampañas y campañas, mientras que la mayoría de los procesos son desacreditados a priori y los resultados desconocidos e impugnados por quienes no resultan favorecidos por el sufragio. Redujimos la duración de las odiosas campañas políticas, pero inventamos esa demoniaca interfase conocida como “precampañas” que han logrado lo que parecía imposible, hacer los tránsitos trianuales y sexenales aún más extenuantes para los ciudadanos. Construimos la anhelada pluralidad política, pero la multiplicidad de partidos políticos ha demostrado coincidir en su esencia, son cárteles de intereses grupales, familiares o caciquiles, desprovistos de ideario cuyos únicos objetivos son hacerse y mantenerse en el mayor número de espacios posibles de poder, dispuestos a asociarse o integrar a quien sea para lograrlo sin importar diferencias o antecedentes. Tenemos un Congreso de la Unión emancipado del Ejecutivo pero permanente partidizado y mayoritariamente sometido a dichos intereses partidarios. Inventamos diversos organismos autónomos de las funciones tradicionales de gobierno, pero inexplicablemente integrados desde las cámaras congresionales por la vía de las cuotas y cuyos miembros quedan sometidos a las directrices de la fuerza política que los impulsó. Se rompió con el monopolio de las candidaturas que tenían los partidos políticos, pero los “candidatos independientes” son destacados ex militantes de los partidos políticos más tradicionales y cuya autonomía es una verdadera utopía. Reconocemos a la corrupción como el cáncer que carcome a nuestra sociedad, pero no logramos ponernos de acuerdo para nombrar al Fiscal Anticorrupción.

SEGUNDO ACTO. EL DEDO DE LA DEMOCRACIA. Y un absurdo que es una belleza es la necesidad de los partidos políticos y coaliciones de hacer pasar como democrática la designación arbitraria de sus candidatos. En principio, por disposición legal los partidos políticos deben seleccionar a sus candidatos mediante métodos democráticos. No obstante, el respeto a la “vida interna” de los institutos políticos les permite elegir el mecanismo “democrático” de su preferencia. Y aquí es donde el alcance del término “democracia” se estira como liga. Porque lo democrático va desde una elección abierta a la ciudadanía hasta la designación por una comisión de notables que seleccionados antidemocráticamente habrán de elegir democráticamente al o los candidatos de que se trate. En este sentido, se establece que habrán de valorarse las cualidades y méritos de los aspirantes para la designación. ¿Dónde está lo democrático? Puede ser en que se apliquen criterios idénticos en la valoración. Esperemos no consideren que la votación de los sujetos comisionados dota de democracia al proceso. Pues bien, si compramos el argumento de la valoración, entonces la designación puede ser discrecional pero no arbitraria. En otras palabras, se vale hacer una evaluación de las cualidades y circunstancias de los aspirantes, pero la decisión final se debe fundamentar en dichos elementos exponiéndose las razones para haber designado al elegido.

TERCER ACTO. BARRERAS NO CUALITATIVAS. No obstante, es frecuente que los órganos partidarios “eliminen” a los contendientes incómodos para allanar el camino a los cuates aplicando lo que podríamos denominar como barreras no cualitativas. Esto es, desde las convocatorias solicitar requisitos cuya obtención quede a su vez sometida a la voluntad o interpretación de alguna persona o estructura partidaria, para desde ahí bloquear al aspirante incómodo quitándole, precisamente, la posibilidad de ser aspirante dado que no cumple con los requisitos exigidos en una farragosa convocatoria.

TRAS BAMBALINAS. ÉNTRALE MEADE. Pero todo esto es, en última instancia, darle atole con el dedo a tus propios militantes y, en cierta forma, cometer suicidio político. La manera en la que el PRI está tratando de resolver las candidaturas es otro absurdo en sí mismo. Resulta inentendible que se atropelle a la cada día más escasa militancia activa tricolor justo en el momento que más unidad se requiere para impulsar la candidatura de un no priista. Pretender imponer está teniendo un costo que ya se está reflejando en las mediciones. José Antonio Meade es un hombre talentoso pero está exhibiendo su novatez política. Si no se mete a resolver, primero, los entuertos en el PRI, no habrá un después. El Presidente sabe ganar elecciones, pero también sabe perder el respaldo popular, y esto último es más reciente.

Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com

PRIMER ACTO. ABSURDOS. Con sutil persistencia hemos construido un sistema político dominado por los absurdos. ¿Cómo lo conseguimos? Conduciéndonos con inagotable creatividad, firme ambición e inquebrantable mezquindad. Tenemos elecciones estúpidamente caras para el erario público, sin embargo de nada sirve el sacrificio porque el llamado “financiamiento privado” fluye sin control en precampañas y campañas, mientras que la mayoría de los procesos son desacreditados a priori y los resultados desconocidos e impugnados por quienes no resultan favorecidos por el sufragio. Redujimos la duración de las odiosas campañas políticas, pero inventamos esa demoniaca interfase conocida como “precampañas” que han logrado lo que parecía imposible, hacer los tránsitos trianuales y sexenales aún más extenuantes para los ciudadanos. Construimos la anhelada pluralidad política, pero la multiplicidad de partidos políticos ha demostrado coincidir en su esencia, son cárteles de intereses grupales, familiares o caciquiles, desprovistos de ideario cuyos únicos objetivos son hacerse y mantenerse en el mayor número de espacios posibles de poder, dispuestos a asociarse o integrar a quien sea para lograrlo sin importar diferencias o antecedentes. Tenemos un Congreso de la Unión emancipado del Ejecutivo pero permanente partidizado y mayoritariamente sometido a dichos intereses partidarios. Inventamos diversos organismos autónomos de las funciones tradicionales de gobierno, pero inexplicablemente integrados desde las cámaras congresionales por la vía de las cuotas y cuyos miembros quedan sometidos a las directrices de la fuerza política que los impulsó. Se rompió con el monopolio de las candidaturas que tenían los partidos políticos, pero los “candidatos independientes” son destacados ex militantes de los partidos políticos más tradicionales y cuya autonomía es una verdadera utopía. Reconocemos a la corrupción como el cáncer que carcome a nuestra sociedad, pero no logramos ponernos de acuerdo para nombrar al Fiscal Anticorrupción.

SEGUNDO ACTO. EL DEDO DE LA DEMOCRACIA. Y un absurdo que es una belleza es la necesidad de los partidos políticos y coaliciones de hacer pasar como democrática la designación arbitraria de sus candidatos. En principio, por disposición legal los partidos políticos deben seleccionar a sus candidatos mediante métodos democráticos. No obstante, el respeto a la “vida interna” de los institutos políticos les permite elegir el mecanismo “democrático” de su preferencia. Y aquí es donde el alcance del término “democracia” se estira como liga. Porque lo democrático va desde una elección abierta a la ciudadanía hasta la designación por una comisión de notables que seleccionados antidemocráticamente habrán de elegir democráticamente al o los candidatos de que se trate. En este sentido, se establece que habrán de valorarse las cualidades y méritos de los aspirantes para la designación. ¿Dónde está lo democrático? Puede ser en que se apliquen criterios idénticos en la valoración. Esperemos no consideren que la votación de los sujetos comisionados dota de democracia al proceso. Pues bien, si compramos el argumento de la valoración, entonces la designación puede ser discrecional pero no arbitraria. En otras palabras, se vale hacer una evaluación de las cualidades y circunstancias de los aspirantes, pero la decisión final se debe fundamentar en dichos elementos exponiéndose las razones para haber designado al elegido.

TERCER ACTO. BARRERAS NO CUALITATIVAS. No obstante, es frecuente que los órganos partidarios “eliminen” a los contendientes incómodos para allanar el camino a los cuates aplicando lo que podríamos denominar como barreras no cualitativas. Esto es, desde las convocatorias solicitar requisitos cuya obtención quede a su vez sometida a la voluntad o interpretación de alguna persona o estructura partidaria, para desde ahí bloquear al aspirante incómodo quitándole, precisamente, la posibilidad de ser aspirante dado que no cumple con los requisitos exigidos en una farragosa convocatoria.

TRAS BAMBALINAS. ÉNTRALE MEADE. Pero todo esto es, en última instancia, darle atole con el dedo a tus propios militantes y, en cierta forma, cometer suicidio político. La manera en la que el PRI está tratando de resolver las candidaturas es otro absurdo en sí mismo. Resulta inentendible que se atropelle a la cada día más escasa militancia activa tricolor justo en el momento que más unidad se requiere para impulsar la candidatura de un no priista. Pretender imponer está teniendo un costo que ya se está reflejando en las mediciones. José Antonio Meade es un hombre talentoso pero está exhibiendo su novatez política. Si no se mete a resolver, primero, los entuertos en el PRI, no habrá un después. El Presidente sabe ganar elecciones, pero también sabe perder el respaldo popular, y esto último es más reciente.

Notario Público 19 de Querétaro.

ferortiz@notaria19qro.com