/ viernes 2 de marzo de 2018

Humanitas: arte y pasión

La figura mítica de la rebelde Lilith corresponde a la tradición judaica, que seguramente se apropiaron del mito durante su cautiverio en Babilonia. La belleza seductora de Lilith se asociaba a los súcubos, demonios nocturnos que provocan sueños eróticos a los hombres, en la tradición asirio-babilónica.

Lilith  fue la primera mujer de Adán, que por haber sido creados del mismo polvo nunca  quiso someterse al primer hombre, y esto la convirtió en la primera mujer rebelde. Lilith no solo abandonó a Adán sino que huyó del paraíso, no quiso sucumbir al grand ennui ( al aburrimiento y la insatisfacción) y  se fue a vivir a la región del aire para convertirse luego en representación del mal.

En la tradición judía, Lilith aparece como la primera esposa de Adán y se piensa que los rabinos  utilizaron esta figura femenina para explicar el mal que afligía a la humanidad desde su creación. En el génesis se presenta a Eva como “la madre de todos los vivientes” y tenía que aparecer como una figura respetable que sirviera de ejemplo a  las jóvenes judías. Las interpretaciones rabínicas responsabilizaron a Lilith de todos los males para salvar a Eva. Lilith fue la garante de todas las desventuras de la humanidad, de la misma manera que en los mitos griegos se utilizó a la bella Pandora, la primer mujer que se unió al torpe Epimeteo, siendo la culpable de todos los males del mundo.

Esta representación de lo femenino viene a afirmarse en el siglo XIX en el seno de la rigurosa moral victoriana y en las mujeres de la clase ociosa o burguesa dicha la época.

Por una parte se exaltaba la virtud femenina de la mujer ociosa y del Dolce Far Niente, que provocó que abundaran imágenes de la mujer débil, enfermiza, con falta de fuerza, de languidez, de indolentes jóvenes reclinadas sobre sus sofás, padeciendo el grand ennui que era el tedio de la época. Esta condición enfermiza de domesticidad y opresión fue en gran medida símbolo de estabilidad de la burguesía decimonónica, sin embargo no tardó en surgir un tipo de mujer que se rebelaría a ésta condición. Aparecerá esta nueva mujer tanto en la literatura como en la vida real. El personaje de Ibsen en “Casa de muñecas”  (1880) Nora, abandona a su esposo Helmer, reclamándole sus derechos como ser humano en condiciones de igualdad. Qué decir de Madame Bovary, personaje de Flaubert que ante el aburrimiento y la insatisfacción de la vida doméstica  comete adulterio (1857); o  Ana Karenina de Tolstoi y sus fuertes pasiones (1877); o “Nana” de Zola, que con su belleza provocadora destruía a todos los que la deseaban (1880).

El nacimiento de la mujer,  la otra, la fuerte, la figura a la que le temen los hombres y las instituciones que le llamaron la “Femme fatale”. Es con esta nueva mujer con la que se asociará a la mítica Lilith, símbolo de la libertad y la igualdad.

Muchos misóginos de la época alertaban que la acción, el vigor y las actividades artísticas eran un mal síntoma en las mujeres. Se mantenía el ideal del matrimonio basado en la supremacía del hombre y en la parsimonia femenina que enaltecía el espíritu de la mujer domestica.  Pero la  nueva actitud femenina permeó en las sociedades más misóginas de la época como lo fue la inglesa y un poco menos la francesa, en donde surgieron personalidades como Flora Tristán, luchadora política; científicas como la polaca María Curie, que realmente se apellidaba Sklodowska, pero tenía que usar el apellido del marido. Pintoras como Berthe Morisot y Mary Cassatt; intelectuales como Lou Andréas-Salomé una las primeras mujeres en explorar el psicoanálisis además de sus complejas relaciones con personajes como Paul Rée,  Rainer Maria Rilke y  Friedrich Nietzsche; y por supuesto la grandiosa  Alma Mahler, cuyo maestro y esposo fue el genial músico Gustave Mahler.  y  que entre sus amantes tuvo al  arquitecto Walter Gropius, creador de la Bauhaus, al compositor Alexander von Zemlinsky  y a los pintores Oscar Kokoschka y Gustave Klimt, autor del famoso cuadro “El beso”.

Estas mujeres fueron una evocación de la mítica Lilith, y practicaron la igualdad de género y su derecho a la libertad frente al eterno femenino.

 bobiglez@gmail.com

La figura mítica de la rebelde Lilith corresponde a la tradición judaica, que seguramente se apropiaron del mito durante su cautiverio en Babilonia. La belleza seductora de Lilith se asociaba a los súcubos, demonios nocturnos que provocan sueños eróticos a los hombres, en la tradición asirio-babilónica.

Lilith  fue la primera mujer de Adán, que por haber sido creados del mismo polvo nunca  quiso someterse al primer hombre, y esto la convirtió en la primera mujer rebelde. Lilith no solo abandonó a Adán sino que huyó del paraíso, no quiso sucumbir al grand ennui ( al aburrimiento y la insatisfacción) y  se fue a vivir a la región del aire para convertirse luego en representación del mal.

En la tradición judía, Lilith aparece como la primera esposa de Adán y se piensa que los rabinos  utilizaron esta figura femenina para explicar el mal que afligía a la humanidad desde su creación. En el génesis se presenta a Eva como “la madre de todos los vivientes” y tenía que aparecer como una figura respetable que sirviera de ejemplo a  las jóvenes judías. Las interpretaciones rabínicas responsabilizaron a Lilith de todos los males para salvar a Eva. Lilith fue la garante de todas las desventuras de la humanidad, de la misma manera que en los mitos griegos se utilizó a la bella Pandora, la primer mujer que se unió al torpe Epimeteo, siendo la culpable de todos los males del mundo.

Esta representación de lo femenino viene a afirmarse en el siglo XIX en el seno de la rigurosa moral victoriana y en las mujeres de la clase ociosa o burguesa dicha la época.

Por una parte se exaltaba la virtud femenina de la mujer ociosa y del Dolce Far Niente, que provocó que abundaran imágenes de la mujer débil, enfermiza, con falta de fuerza, de languidez, de indolentes jóvenes reclinadas sobre sus sofás, padeciendo el grand ennui que era el tedio de la época. Esta condición enfermiza de domesticidad y opresión fue en gran medida símbolo de estabilidad de la burguesía decimonónica, sin embargo no tardó en surgir un tipo de mujer que se rebelaría a ésta condición. Aparecerá esta nueva mujer tanto en la literatura como en la vida real. El personaje de Ibsen en “Casa de muñecas”  (1880) Nora, abandona a su esposo Helmer, reclamándole sus derechos como ser humano en condiciones de igualdad. Qué decir de Madame Bovary, personaje de Flaubert que ante el aburrimiento y la insatisfacción de la vida doméstica  comete adulterio (1857); o  Ana Karenina de Tolstoi y sus fuertes pasiones (1877); o “Nana” de Zola, que con su belleza provocadora destruía a todos los que la deseaban (1880).

El nacimiento de la mujer,  la otra, la fuerte, la figura a la que le temen los hombres y las instituciones que le llamaron la “Femme fatale”. Es con esta nueva mujer con la que se asociará a la mítica Lilith, símbolo de la libertad y la igualdad.

Muchos misóginos de la época alertaban que la acción, el vigor y las actividades artísticas eran un mal síntoma en las mujeres. Se mantenía el ideal del matrimonio basado en la supremacía del hombre y en la parsimonia femenina que enaltecía el espíritu de la mujer domestica.  Pero la  nueva actitud femenina permeó en las sociedades más misóginas de la época como lo fue la inglesa y un poco menos la francesa, en donde surgieron personalidades como Flora Tristán, luchadora política; científicas como la polaca María Curie, que realmente se apellidaba Sklodowska, pero tenía que usar el apellido del marido. Pintoras como Berthe Morisot y Mary Cassatt; intelectuales como Lou Andréas-Salomé una las primeras mujeres en explorar el psicoanálisis además de sus complejas relaciones con personajes como Paul Rée,  Rainer Maria Rilke y  Friedrich Nietzsche; y por supuesto la grandiosa  Alma Mahler, cuyo maestro y esposo fue el genial músico Gustave Mahler.  y  que entre sus amantes tuvo al  arquitecto Walter Gropius, creador de la Bauhaus, al compositor Alexander von Zemlinsky  y a los pintores Oscar Kokoschka y Gustave Klimt, autor del famoso cuadro “El beso”.

Estas mujeres fueron una evocación de la mítica Lilith, y practicaron la igualdad de género y su derecho a la libertad frente al eterno femenino.

 bobiglez@gmail.com

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