/ viernes 22 de junio de 2018

Humanitas: arte y pasión

La artista cubana Ana Mendieta murió en el año 1985 al caer de una torre de departamentos desde el piso treinta y cuatro del Greenvich Village de Manhattan, N.Y. El único testigo y sospechoso fue su marido el escultor conceptual Carl André que estaba con ella, y que por razones obvias, tuvo que enfrentar un juicio durante tres años para demostrar su inocencia. Nunca se sabrá la verdad de los hechos, Carl André contaba con suficientes recursos económicos y amistades para librar la prisión.

Ana Mendieta en el año de 1961 fue parte del proyecto anticastrista denominado “Operación Peter Pan” que consistió en enviar niños cubanos de entre 6 y 16 años de edad a los Estados Unidos, para librarlos del régimen cubano. A los doce años fue enviada a Iowa junto con su hermana a vivir en orfanatos y casas de caridad en donde vivió el racismo y la xenofobia por primera vez.

En la Habana perteneció a una familia acomodada por lo que nunca vivió la discriminación en carne propia. Su padre Ignacio Mendieta oligarca cubano, que en un principio simpatizó y colaboró dando armas a Fidel Castro, terminó encarcelado por colaborar en la invasión de playa Girón, luego de que se declarará el gobierno revolucionario socialista.

Ana realizó estudios de pintura en la universidad de Iowa, de donde se graduó en 1972. Su profesor Hans Breder la dotó del amor y la fortaleza que ella necesitaba, con él llegó a México. Sus primeras obras se orientaron hacia el feminismo, la violencia y la provocación por la condición de la mujer en la sociedad contemporánea. Mendieta trabajó durante toda su corta vida como una artista-activista, defendiendo a los que ocupan los márgenes sociales. En México en los años setenta realizó acciones como las siluetas que son la clave para entender su propuesta, que es representar la silueta de un cuerpo ausente. Mendieta nos revela su querer ser, su deseo de tornar al origen, a lo perdido, a la totalidad, es decir, al útero materno a lo femenino.

En la Habana luego de su regreso después de años, en donde buscó y encontró su identidad perdida, realizó una serie de excavaciones en la roca, que relacionó con deidades antillanas propias de la lengua Taíno. Su búsqueda insistente de una identidad, que había sido fragmentada, descentrada, producto de una cultura perdida y una cultura impuesta, la hizo vivir en un estado de identidad fronterizo. Realizó muchas acciones y performance en donde el cuerpo desnudo, ensangrentado, violado, muestra el estado y la condición de muchas mujeres, que como ella, su identidad había sido fragmentada y violentada.

Ana nació en 1948 en la Habana y murió dramáticamente en 1985 en la ciudad de Nueva York a los 36 años.

Nos legó en su obra indicios, huellas, pistas para una profunda reflexión crítica sobre los conflictos entre género, violencia y cultura, que actualmente padecemos en gran parte del planeta. Ana Mendieta representa al artista contemporáneo que entiende el arte desde lo social, político, psicológico, multicultural, que se arriesga en los márgenes y las fronteras de lo fundado y dictado; explica la relación de la materia y los espiritual como una chaman. Concibió el cuerpo como un contenedor de experiencias del dolor, de la violencia y de la memoria. Ella es un ejemplo del artista-activista contemporáneo, que el territorio del arte y la sociedad del siglo XXI demandan con urgencia.

bobiglez@gmail.com

La artista cubana Ana Mendieta murió en el año 1985 al caer de una torre de departamentos desde el piso treinta y cuatro del Greenvich Village de Manhattan, N.Y. El único testigo y sospechoso fue su marido el escultor conceptual Carl André que estaba con ella, y que por razones obvias, tuvo que enfrentar un juicio durante tres años para demostrar su inocencia. Nunca se sabrá la verdad de los hechos, Carl André contaba con suficientes recursos económicos y amistades para librar la prisión.

Ana Mendieta en el año de 1961 fue parte del proyecto anticastrista denominado “Operación Peter Pan” que consistió en enviar niños cubanos de entre 6 y 16 años de edad a los Estados Unidos, para librarlos del régimen cubano. A los doce años fue enviada a Iowa junto con su hermana a vivir en orfanatos y casas de caridad en donde vivió el racismo y la xenofobia por primera vez.

En la Habana perteneció a una familia acomodada por lo que nunca vivió la discriminación en carne propia. Su padre Ignacio Mendieta oligarca cubano, que en un principio simpatizó y colaboró dando armas a Fidel Castro, terminó encarcelado por colaborar en la invasión de playa Girón, luego de que se declarará el gobierno revolucionario socialista.

Ana realizó estudios de pintura en la universidad de Iowa, de donde se graduó en 1972. Su profesor Hans Breder la dotó del amor y la fortaleza que ella necesitaba, con él llegó a México. Sus primeras obras se orientaron hacia el feminismo, la violencia y la provocación por la condición de la mujer en la sociedad contemporánea. Mendieta trabajó durante toda su corta vida como una artista-activista, defendiendo a los que ocupan los márgenes sociales. En México en los años setenta realizó acciones como las siluetas que son la clave para entender su propuesta, que es representar la silueta de un cuerpo ausente. Mendieta nos revela su querer ser, su deseo de tornar al origen, a lo perdido, a la totalidad, es decir, al útero materno a lo femenino.

En la Habana luego de su regreso después de años, en donde buscó y encontró su identidad perdida, realizó una serie de excavaciones en la roca, que relacionó con deidades antillanas propias de la lengua Taíno. Su búsqueda insistente de una identidad, que había sido fragmentada, descentrada, producto de una cultura perdida y una cultura impuesta, la hizo vivir en un estado de identidad fronterizo. Realizó muchas acciones y performance en donde el cuerpo desnudo, ensangrentado, violado, muestra el estado y la condición de muchas mujeres, que como ella, su identidad había sido fragmentada y violentada.

Ana nació en 1948 en la Habana y murió dramáticamente en 1985 en la ciudad de Nueva York a los 36 años.

Nos legó en su obra indicios, huellas, pistas para una profunda reflexión crítica sobre los conflictos entre género, violencia y cultura, que actualmente padecemos en gran parte del planeta. Ana Mendieta representa al artista contemporáneo que entiende el arte desde lo social, político, psicológico, multicultural, que se arriesga en los márgenes y las fronteras de lo fundado y dictado; explica la relación de la materia y los espiritual como una chaman. Concibió el cuerpo como un contenedor de experiencias del dolor, de la violencia y de la memoria. Ella es un ejemplo del artista-activista contemporáneo, que el territorio del arte y la sociedad del siglo XXI demandan con urgencia.

bobiglez@gmail.com