/ viernes 29 de junio de 2018

Humanitas: arte y pasión

Las vanguardias rusas del siglo XX se gestaron durante el imperio del Zar Nicolás II, se cocinaron durante la I Guerra Mundial y salieron a la luz luego del triunfo de la Revolución Bolchevique de 1917. La vanguardia artística fue un ariete, un arma cargada de esperanza, que produjo giros y pretendió la transformación del mundo, aproximándose a la vida cotidiana de la sociedad para renovarla. Las vanguardias desde su rebelión impulsaron la emancipación del pensamiento, además de formas inéditas de vida. El futuro era el tren del presente y la vanguardia pretendía derribar el muro de la tiranía de la historia.

El 3 de abril de 1921 el periódico New York Times publicaba un artículo que decía: “Los rojos del arte, igual que los de la literatura, los cubistas y los futuristas y toda su nociva progenie, subvertirían o destruirían todas las normas artísticas y literarias con sus métodos bolcheviques”. La abstracción lírica de Kandinsky, el suprematismo de Malevich y el constructivismo de Tatlin y Gabo abrieron una puerta de la percepción para el arte abstracto en Occidente.

La vanguardia Constructivista rusa se desarrolló en las primeras dos décadas del siglo XX influenciados principalmente por el Cubismo, salió a la luz pública en 1920 de la mano de Naum Gabo, Vladimir Tatlin, Antoine Pevsner, Alexander Rodchenko y El Lissitzky .

En el constructivismo se a la escultura y la arquitectura de manera determinante. “El constructivismo no pretendía ser un estilo de arte abstracto, ni siquiera un art per se. En su núcleo era, primero y ante todo, la expresión de una convicción, fundada en motivos muy profundos, de que el artista podía contribuir a hacer más elevadas las necesidades físicas e intelectuales de la sociedad en su conjunto, estableciendo un contacto directo con la producción a base de máquinas, con la ingeniería arquitectónica y con los medios de comunicación gráficos y la fotografía. Satisfacer las necesidades materiales, expresar las aspiraciones, organizar y sistematizar los sentimientos del proletariado revolucionario, tal era su objetivo: no un arte político, sino la socialización del arte”. El Constructivismo era un arte verdaderamente rojo, revolucionario, con frecuencia fue de naturaleza propagandista realizando obras con formas que contenían referencias de la realidad. Para ellos un mundo nuevo acababa de nacer y creían que el artista debería ocupar un lugar preponderante junto al científico o al ingeniero. Creían que un orden social nuevo hace nacer necesariamente formas de expresión nuevas. Rechazaban las preocupaciones burguesas por la interpretación y representación de la realidad.

Uno de los proyectos que mejor ilustran la actividad Constructivista fue sin duda la torre de Tatlin que denominó “Monumento a la Tercera Internacional” (1917-1920), muchos proyectos de aquella época quedaron en el papel porque rebasaban los principios de la función práctica revolucionaria. La torre Tatlin debía medir 400 metros de altura, con una estructura de hierro, acero y cristal en forma de espiral, dedicada a actividades políticas y sociales. Dicha esculto-arquitectura estaba inclinada conforme al ángulo del eje terrestre, constituida por tres plantas giratorias, la primera planta era un cubo que estaría dedicada a las actividades legislativas del gobierno revolucionario, el módulo giraría a lo largo de un año conforme la movimiento de traslación de la tierra alrededor del sol; la segunda planta en forma triangular, concebida como sede del comité central de la Internacional comunista, realizaría su giro durante un mes, igual de lo que tarda la luna en dar su giro sobre la tierra; la tercera planta sería cilíndrica, y debía de estar consagrada a la comunicación y a la información revolucionaria, estaría equipada con todos los adelantos tecnológicos de su época. Ésta que sería cilíndrica daría un giro por día imitando el movimiento de la tierra sobre su eje. Algunos comentan que se pensaba en una cuarta planta de forma semiesférica, desde donde se realizarían proyecciones en las nubes y mensajes revolucionarios a la población y giraría cada hora.

Esta obra se quedó proyectada en una enorme maqueta, jamás se construyó.

Uno de los postulados de los artistas constructivistas era que No se trataba tanto de hacer un arte para el pueblo en los términos que lo plantea cierta demagogia populista, sino de educar al pueblo para que acceda al arte sin prejuicios. Sin embargo, hacia 1934 el estado soviético se cansó de las vanguardias y las echó, el estado impuso el realismo socialista como un arte oficial, dedicado a representar las tesis del partido y rendir culto a sus dirigentes. El sueño había terminado. Les recomendamos visitar la exposición del artista visual Roberto Rosano “Característica Digitaris” en el Museo de la Ciudad, en la que se exhiben obras que apuestan a una nova estética propositiva y contemporánea, en la que acontece ese tránsito entre lo profano y lo sagrado.

bobiglez@gmail.com

Las vanguardias rusas del siglo XX se gestaron durante el imperio del Zar Nicolás II, se cocinaron durante la I Guerra Mundial y salieron a la luz luego del triunfo de la Revolución Bolchevique de 1917. La vanguardia artística fue un ariete, un arma cargada de esperanza, que produjo giros y pretendió la transformación del mundo, aproximándose a la vida cotidiana de la sociedad para renovarla. Las vanguardias desde su rebelión impulsaron la emancipación del pensamiento, además de formas inéditas de vida. El futuro era el tren del presente y la vanguardia pretendía derribar el muro de la tiranía de la historia.

El 3 de abril de 1921 el periódico New York Times publicaba un artículo que decía: “Los rojos del arte, igual que los de la literatura, los cubistas y los futuristas y toda su nociva progenie, subvertirían o destruirían todas las normas artísticas y literarias con sus métodos bolcheviques”. La abstracción lírica de Kandinsky, el suprematismo de Malevich y el constructivismo de Tatlin y Gabo abrieron una puerta de la percepción para el arte abstracto en Occidente.

La vanguardia Constructivista rusa se desarrolló en las primeras dos décadas del siglo XX influenciados principalmente por el Cubismo, salió a la luz pública en 1920 de la mano de Naum Gabo, Vladimir Tatlin, Antoine Pevsner, Alexander Rodchenko y El Lissitzky .

En el constructivismo se a la escultura y la arquitectura de manera determinante. “El constructivismo no pretendía ser un estilo de arte abstracto, ni siquiera un art per se. En su núcleo era, primero y ante todo, la expresión de una convicción, fundada en motivos muy profundos, de que el artista podía contribuir a hacer más elevadas las necesidades físicas e intelectuales de la sociedad en su conjunto, estableciendo un contacto directo con la producción a base de máquinas, con la ingeniería arquitectónica y con los medios de comunicación gráficos y la fotografía. Satisfacer las necesidades materiales, expresar las aspiraciones, organizar y sistematizar los sentimientos del proletariado revolucionario, tal era su objetivo: no un arte político, sino la socialización del arte”. El Constructivismo era un arte verdaderamente rojo, revolucionario, con frecuencia fue de naturaleza propagandista realizando obras con formas que contenían referencias de la realidad. Para ellos un mundo nuevo acababa de nacer y creían que el artista debería ocupar un lugar preponderante junto al científico o al ingeniero. Creían que un orden social nuevo hace nacer necesariamente formas de expresión nuevas. Rechazaban las preocupaciones burguesas por la interpretación y representación de la realidad.

Uno de los proyectos que mejor ilustran la actividad Constructivista fue sin duda la torre de Tatlin que denominó “Monumento a la Tercera Internacional” (1917-1920), muchos proyectos de aquella época quedaron en el papel porque rebasaban los principios de la función práctica revolucionaria. La torre Tatlin debía medir 400 metros de altura, con una estructura de hierro, acero y cristal en forma de espiral, dedicada a actividades políticas y sociales. Dicha esculto-arquitectura estaba inclinada conforme al ángulo del eje terrestre, constituida por tres plantas giratorias, la primera planta era un cubo que estaría dedicada a las actividades legislativas del gobierno revolucionario, el módulo giraría a lo largo de un año conforme la movimiento de traslación de la tierra alrededor del sol; la segunda planta en forma triangular, concebida como sede del comité central de la Internacional comunista, realizaría su giro durante un mes, igual de lo que tarda la luna en dar su giro sobre la tierra; la tercera planta sería cilíndrica, y debía de estar consagrada a la comunicación y a la información revolucionaria, estaría equipada con todos los adelantos tecnológicos de su época. Ésta que sería cilíndrica daría un giro por día imitando el movimiento de la tierra sobre su eje. Algunos comentan que se pensaba en una cuarta planta de forma semiesférica, desde donde se realizarían proyecciones en las nubes y mensajes revolucionarios a la población y giraría cada hora.

Esta obra se quedó proyectada en una enorme maqueta, jamás se construyó.

Uno de los postulados de los artistas constructivistas era que No se trataba tanto de hacer un arte para el pueblo en los términos que lo plantea cierta demagogia populista, sino de educar al pueblo para que acceda al arte sin prejuicios. Sin embargo, hacia 1934 el estado soviético se cansó de las vanguardias y las echó, el estado impuso el realismo socialista como un arte oficial, dedicado a representar las tesis del partido y rendir culto a sus dirigentes. El sueño había terminado. Les recomendamos visitar la exposición del artista visual Roberto Rosano “Característica Digitaris” en el Museo de la Ciudad, en la que se exhiben obras que apuestan a una nova estética propositiva y contemporánea, en la que acontece ese tránsito entre lo profano y lo sagrado.

bobiglez@gmail.com