/ viernes 7 de septiembre de 2018

Humanitas: arte y pasión

La tradicional vocación ilustrada de los museos es la conservación, exhibición y explicación del mundo a través de objetos extraordinarios (herencia del gabinete de las maravillas) y obras de arte. Esta visión surgió luego de la revolución francesa de 1789 en donde se democratizó la cultura y el acceso del pueblo a las colecciones reales. El devenir de la institución museo fue incorporando distintas funciones de acuerdo a las demandas sociales de cada época. Por ejemplo, en siglo XIX con el auge del capitalismo y la mecanización industrial, en Londres, se advirtió la necesidad de educar a la población, y principalmente a los niños de la calle, recordemos que Charles Dickens escribe Oliver Twist en donde relata la condición de las calles de Londres. El museo entonces se convertirá en un lugar en donde los saberes se concentran y conservan, los objetos hablan y nos cuentan historias y relatos del mundo. Ya desde el siglo XVIII la ilustración había construido una interpretación del mundo y del saber, clasificada por orden alfabético en la enciclopedia. ¿El museo sería un lugar para educar? Realmente quienes asistían a los museos de Historia natural en el siglo XIX como el British Museum eran elites y grupos sociales interesados en la cultura, es decir, el pueblo llano no era consumidor recurrente de esas sofisticaciones. Sin embargo, y a pesar de que el museo no proporcionaría por si solo un conocimiento claro de la historia universal o de la historia del arte, en el museo todos eran en principio iguales, y si el iletrado no comprendía los bienes culturales que el museo ofrecía, si podía al menos maravillarse por la magnitud de los tesoros. El museo en el siglo XIX se convertirá en forjador de identidad, y ya en el siglo XX el museo se proyecta como un lugar de encuentro en donde se generen experiencias que permita al público no solo adquirir un conocimiento, sino tener un espacio para la reflexión. Es por eso mismo que muchos museos replantearon la exhibición de sus colecciones, de ser simplemente expuestas incluso sin ningún texto que hablara sobre la obra, a una museografía didáctica con apoyos, que permitan establecer un dialogo con cada obra y con su conjunto. El siglo XX, fue un siglo que se presentó de manera vertiginosa, y los museos no estuvieron exentos a esta intensidad, en el caso del museo de Louvre en París el 21 de agosto de 1911 fue robada la obra “Mona Lisa” pintada sobre madera por Leonardo Da Vinci, por un ladrón italiano nacionalista llamado Peruggia, quien creía que la obra emblemática de Da Vinci debería de volver a tierras italianas. La obra estuvo desaparecida durante dos años y fue encontrada el 10 de diciembre de 1913. El 10 de marzo de 1914 en la National Gallery, de Londres una mujer sufragista Mary Richardson acuchilló en siete ocasiones la Venus del Espejo, una de las obras cumbres del pintor español Diego Velázquez. Esto puso en alerta a los principales museos europeos para reforzar las medidas de seguridad. Sin embrago, “La primera Guerra Mundial” representará un hecho que obligaría a los museos europeos a reforzar sus medidas para proteger el patrimonio cultural. Casos aparte fueron: la Revolución Bolchevique de 1917, que permitió proteger los tesoros y obras artísticas pertenecientes a la dinastía Romanov. Otro caso respetable fue el de la República española, que supo proteger todas las obras de arte y tesoros que guarda el Museo del Prado de Madrid durante la Guerra Civil.

La segunda Guerra Mundial y el expolio del nazismo es un tema muy conocido y que no cabría en estas líneas.

Uno de los casos más relevantes en México de las últimas décadas fue el robo al Museo Nacional de Antropología e Historia de la ciudad de México, el día 25 de diciembre de 1985, una pareja de ladrones motivados seguramente por un autor intelectual sustrajeron más de cien piezas entre las que se encontraban obras emblemáticas de nuestro pasado prehispánico. Tres años después, el 10 de junio de 1989 fueron recuperadas por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Hasta donde sabemos no todos los implicados acabaron en prisión.

En esta segunda década del siglo XXI nos enteramos con horror que el Museo Nacional Río de Janeiro sufrió un incendio dentro de sus instalaciones convirtiendo en cenizas casi la totalidad del acervo que guardaba, cerca de veinte millones de objetos. Nuestra solidaridad con el pueblo brasileño por la pérdida de tan importante patrimonio.

Concluimos con una frase de Rüdiger Safransky: “Cuando oscurece el futuro iluminado, se oye mejor la voz del pasado”.

bobiglez@gmail.com

La tradicional vocación ilustrada de los museos es la conservación, exhibición y explicación del mundo a través de objetos extraordinarios (herencia del gabinete de las maravillas) y obras de arte. Esta visión surgió luego de la revolución francesa de 1789 en donde se democratizó la cultura y el acceso del pueblo a las colecciones reales. El devenir de la institución museo fue incorporando distintas funciones de acuerdo a las demandas sociales de cada época. Por ejemplo, en siglo XIX con el auge del capitalismo y la mecanización industrial, en Londres, se advirtió la necesidad de educar a la población, y principalmente a los niños de la calle, recordemos que Charles Dickens escribe Oliver Twist en donde relata la condición de las calles de Londres. El museo entonces se convertirá en un lugar en donde los saberes se concentran y conservan, los objetos hablan y nos cuentan historias y relatos del mundo. Ya desde el siglo XVIII la ilustración había construido una interpretación del mundo y del saber, clasificada por orden alfabético en la enciclopedia. ¿El museo sería un lugar para educar? Realmente quienes asistían a los museos de Historia natural en el siglo XIX como el British Museum eran elites y grupos sociales interesados en la cultura, es decir, el pueblo llano no era consumidor recurrente de esas sofisticaciones. Sin embargo, y a pesar de que el museo no proporcionaría por si solo un conocimiento claro de la historia universal o de la historia del arte, en el museo todos eran en principio iguales, y si el iletrado no comprendía los bienes culturales que el museo ofrecía, si podía al menos maravillarse por la magnitud de los tesoros. El museo en el siglo XIX se convertirá en forjador de identidad, y ya en el siglo XX el museo se proyecta como un lugar de encuentro en donde se generen experiencias que permita al público no solo adquirir un conocimiento, sino tener un espacio para la reflexión. Es por eso mismo que muchos museos replantearon la exhibición de sus colecciones, de ser simplemente expuestas incluso sin ningún texto que hablara sobre la obra, a una museografía didáctica con apoyos, que permitan establecer un dialogo con cada obra y con su conjunto. El siglo XX, fue un siglo que se presentó de manera vertiginosa, y los museos no estuvieron exentos a esta intensidad, en el caso del museo de Louvre en París el 21 de agosto de 1911 fue robada la obra “Mona Lisa” pintada sobre madera por Leonardo Da Vinci, por un ladrón italiano nacionalista llamado Peruggia, quien creía que la obra emblemática de Da Vinci debería de volver a tierras italianas. La obra estuvo desaparecida durante dos años y fue encontrada el 10 de diciembre de 1913. El 10 de marzo de 1914 en la National Gallery, de Londres una mujer sufragista Mary Richardson acuchilló en siete ocasiones la Venus del Espejo, una de las obras cumbres del pintor español Diego Velázquez. Esto puso en alerta a los principales museos europeos para reforzar las medidas de seguridad. Sin embrago, “La primera Guerra Mundial” representará un hecho que obligaría a los museos europeos a reforzar sus medidas para proteger el patrimonio cultural. Casos aparte fueron: la Revolución Bolchevique de 1917, que permitió proteger los tesoros y obras artísticas pertenecientes a la dinastía Romanov. Otro caso respetable fue el de la República española, que supo proteger todas las obras de arte y tesoros que guarda el Museo del Prado de Madrid durante la Guerra Civil.

La segunda Guerra Mundial y el expolio del nazismo es un tema muy conocido y que no cabría en estas líneas.

Uno de los casos más relevantes en México de las últimas décadas fue el robo al Museo Nacional de Antropología e Historia de la ciudad de México, el día 25 de diciembre de 1985, una pareja de ladrones motivados seguramente por un autor intelectual sustrajeron más de cien piezas entre las que se encontraban obras emblemáticas de nuestro pasado prehispánico. Tres años después, el 10 de junio de 1989 fueron recuperadas por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Hasta donde sabemos no todos los implicados acabaron en prisión.

En esta segunda década del siglo XXI nos enteramos con horror que el Museo Nacional Río de Janeiro sufrió un incendio dentro de sus instalaciones convirtiendo en cenizas casi la totalidad del acervo que guardaba, cerca de veinte millones de objetos. Nuestra solidaridad con el pueblo brasileño por la pérdida de tan importante patrimonio.

Concluimos con una frase de Rüdiger Safransky: “Cuando oscurece el futuro iluminado, se oye mejor la voz del pasado”.

bobiglez@gmail.com