/ viernes 15 de diciembre de 2017

Humanitas: Arte y Pasión

Dos Veces Única de Elena Poniatowska, es una novela que nos permite transitar por múltiples relatos de la historia de México en sus primeras décadas del siglo XX.

En otras novelas como en “Querido Diego, te abraza Quiela” de 1978, o en Tinísima de 1992 habíamos disfrutado sus historias en las que participaron artistas y personajes del  México bárbaro y posrevolucionario, hasta la historia romántica de los artistas del nacionalismo mexicano.

La protagonista de “Dos veces única” es Lupe Marín, es decir, María Guadalupe Marín Preciado (1895-1983) mujer oriunda de Guadalajara, Jalisco, quien fue esposa de dos estrellas de la cosmogonía artística y cultural de México: Diego Rivera el pintor-muralista y Jorge Cuesta el escritor-alquimista, dos personalidades que si se juntaban eran como el agua y el aceite. Al primero lo identificarán las nuevas generaciones tal vez por su mural “Sueño de una tarde dominical en la alameda central”, y al segundo solamente los que leen poesía “Canto a un dios mineral”.

Guadalupe Marín se encadenó a estos personajes que le dieron  sentido, luz y coraje a su existencia. Lupe como le llamaban, era una mujer de carácter impulsivo,  mirada de fuego, de buena estatura. La negrura de su pelo y el jade de sus ojos, atrapó el corazón y la pasión de estos hombres.

Los hechos que le tocaron vivir a esta mujer de fuego, en un país de pleitos y bravura no son poca cosa. El 13 de noviembre de 1927 tres hombres intentan matar con una bomba al presidente Álvaro Obregón cuando viajaba en un coche. “El general, ileso, siguió su camino a la plaza de toros.” Una semana después mandó fusilar a los atacantes, entre los que se encontraba el cura jesuita Agustín Pro, sin juicio, ni pruebas se les condenó. Cuenta la leyenda que un personaje afín al padre Pro consiguió un salvoconducto para detener su fusilamiento, pero desde el palacio de Bucareli al paredón que se encontraba en la calle detrás del edificio de la Lotería Nacional, fue inútil el esfuerzo, cuando llegaron ya se había consumado el asesinato. Finalmente el hecho que cambió la arquitectura política de este país, fue sin duda, ahora sí, el asesinato de Álvaro Obregón en julio de 1928 en el restaurante la Bombilla,… tras  la primera detonación, el rostro descompuesto de Obregón, cayó sobre el plato de sopa, salpicando de caldo y sangre al presunto homicida: León Toral.

Esta extraordinaria novela sigue la vida de Lupe Marín y sus arrebatos,  su posición   liberal de mujer de otro tiempo, libre pues.

“Cuentan que en un cabaret  sacó a bailar a su paisano el pintor Juan Soriano, que era bajito y muy delgado, mientras que ella alta y robusta, un borrachín del lugar la interpeló y le dijo _perdone usted es hombre o mujer _ a lo que ella respondió_ Soy más hombre que usted y más mujer que su %$%&% madre”. Esa era la Prieta mula, un prototipo de mujer que cautivó a propios y extraños, desde Diego Rivera que siempre admiró sus manos, su cuerpo, toda ella, hasta  André Breton líder del movimiento Surrealista, que la conoció  en México durante una visita a los volcanes, pudo admirar su actitud, su belleza marcada por sus ojos de mineral sagrado, que más tarde evocaría el poeta Jorge Cuesta.

Orgullosa siempre de haber sido parte de la vida del monstruo de la pintura mexicana, a quien nunca dejó de frecuentar y admirar.

Luego de su matrimonio con el poeta Jorge Cuesta, la luz más deslumbrante de los Contemporáneos, ella volvió a los territorios de Rivera, abandonando física y espiritualmente a  Jorge Cuesta su exmarido, quien murió trágicamente en un hospital psiquiátrico de manera injusta e indigna.

En otro capítulo de la novela, narra su amistad con Judith van Beuren, dueña del restaurante la Fonda El Refugio, ubicado en la calle de Liverpool, allá en la colonia Juárez. Ese lugar era el punto de reunión de la farándula y la intelectualidad capitalina. Lo mismo se encontraba María Félix, que Silvia Pinal; Chuco Reyes Ferreira, Juan Soriano o Dolores del Río. Cuando Lupe llegaba se instalaba en la cocina con Judith y platicaban mientras cocinaban el famoso “Mole de olla”. Recuerdan la mesa de Octavio Paz con Ramón Xirau y Carlos Fuentes acompañados de Rita Macedo, quien más tarde se suicidaría afuera de la casa de Fuentes. Judith van Beuren, compartía el pan y el vino con personajes de la cultura como Arturo Pani o Daniel Rubín de la Borbolla, fundador de la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Entre los comensales que no eran bien tratados en ese local se encontraba Lola Olmedo y el Indio Fernández por borracho y grosero.

Esta pléyade de estrellas de la cultura tenían sus templos de reunión, en donde se movían por grupos de generación en generación.

El itinerario de esta novela, Dos veces única, toca muchas estaciones que nos hacen entender mejor el juego del poder, la cultura y las pasiones. El libro reconoce a los políticos-intelectuales, hacedores del proyecto cultural más importante de este país, como lo fueron José Vasconcelos y Jaime Torres Bodet, entre muchos otros dioses del Olimpo mexicano bobiglez@gmail.com

Dos Veces Única de Elena Poniatowska, es una novela que nos permite transitar por múltiples relatos de la historia de México en sus primeras décadas del siglo XX.

En otras novelas como en “Querido Diego, te abraza Quiela” de 1978, o en Tinísima de 1992 habíamos disfrutado sus historias en las que participaron artistas y personajes del  México bárbaro y posrevolucionario, hasta la historia romántica de los artistas del nacionalismo mexicano.

La protagonista de “Dos veces única” es Lupe Marín, es decir, María Guadalupe Marín Preciado (1895-1983) mujer oriunda de Guadalajara, Jalisco, quien fue esposa de dos estrellas de la cosmogonía artística y cultural de México: Diego Rivera el pintor-muralista y Jorge Cuesta el escritor-alquimista, dos personalidades que si se juntaban eran como el agua y el aceite. Al primero lo identificarán las nuevas generaciones tal vez por su mural “Sueño de una tarde dominical en la alameda central”, y al segundo solamente los que leen poesía “Canto a un dios mineral”.

Guadalupe Marín se encadenó a estos personajes que le dieron  sentido, luz y coraje a su existencia. Lupe como le llamaban, era una mujer de carácter impulsivo,  mirada de fuego, de buena estatura. La negrura de su pelo y el jade de sus ojos, atrapó el corazón y la pasión de estos hombres.

Los hechos que le tocaron vivir a esta mujer de fuego, en un país de pleitos y bravura no son poca cosa. El 13 de noviembre de 1927 tres hombres intentan matar con una bomba al presidente Álvaro Obregón cuando viajaba en un coche. “El general, ileso, siguió su camino a la plaza de toros.” Una semana después mandó fusilar a los atacantes, entre los que se encontraba el cura jesuita Agustín Pro, sin juicio, ni pruebas se les condenó. Cuenta la leyenda que un personaje afín al padre Pro consiguió un salvoconducto para detener su fusilamiento, pero desde el palacio de Bucareli al paredón que se encontraba en la calle detrás del edificio de la Lotería Nacional, fue inútil el esfuerzo, cuando llegaron ya se había consumado el asesinato. Finalmente el hecho que cambió la arquitectura política de este país, fue sin duda, ahora sí, el asesinato de Álvaro Obregón en julio de 1928 en el restaurante la Bombilla,… tras  la primera detonación, el rostro descompuesto de Obregón, cayó sobre el plato de sopa, salpicando de caldo y sangre al presunto homicida: León Toral.

Esta extraordinaria novela sigue la vida de Lupe Marín y sus arrebatos,  su posición   liberal de mujer de otro tiempo, libre pues.

“Cuentan que en un cabaret  sacó a bailar a su paisano el pintor Juan Soriano, que era bajito y muy delgado, mientras que ella alta y robusta, un borrachín del lugar la interpeló y le dijo _perdone usted es hombre o mujer _ a lo que ella respondió_ Soy más hombre que usted y más mujer que su %$%&% madre”. Esa era la Prieta mula, un prototipo de mujer que cautivó a propios y extraños, desde Diego Rivera que siempre admiró sus manos, su cuerpo, toda ella, hasta  André Breton líder del movimiento Surrealista, que la conoció  en México durante una visita a los volcanes, pudo admirar su actitud, su belleza marcada por sus ojos de mineral sagrado, que más tarde evocaría el poeta Jorge Cuesta.

Orgullosa siempre de haber sido parte de la vida del monstruo de la pintura mexicana, a quien nunca dejó de frecuentar y admirar.

Luego de su matrimonio con el poeta Jorge Cuesta, la luz más deslumbrante de los Contemporáneos, ella volvió a los territorios de Rivera, abandonando física y espiritualmente a  Jorge Cuesta su exmarido, quien murió trágicamente en un hospital psiquiátrico de manera injusta e indigna.

En otro capítulo de la novela, narra su amistad con Judith van Beuren, dueña del restaurante la Fonda El Refugio, ubicado en la calle de Liverpool, allá en la colonia Juárez. Ese lugar era el punto de reunión de la farándula y la intelectualidad capitalina. Lo mismo se encontraba María Félix, que Silvia Pinal; Chuco Reyes Ferreira, Juan Soriano o Dolores del Río. Cuando Lupe llegaba se instalaba en la cocina con Judith y platicaban mientras cocinaban el famoso “Mole de olla”. Recuerdan la mesa de Octavio Paz con Ramón Xirau y Carlos Fuentes acompañados de Rita Macedo, quien más tarde se suicidaría afuera de la casa de Fuentes. Judith van Beuren, compartía el pan y el vino con personajes de la cultura como Arturo Pani o Daniel Rubín de la Borbolla, fundador de la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Entre los comensales que no eran bien tratados en ese local se encontraba Lola Olmedo y el Indio Fernández por borracho y grosero.

Esta pléyade de estrellas de la cultura tenían sus templos de reunión, en donde se movían por grupos de generación en generación.

El itinerario de esta novela, Dos veces única, toca muchas estaciones que nos hacen entender mejor el juego del poder, la cultura y las pasiones. El libro reconoce a los políticos-intelectuales, hacedores del proyecto cultural más importante de este país, como lo fueron José Vasconcelos y Jaime Torres Bodet, entre muchos otros dioses del Olimpo mexicano bobiglez@gmail.com