/ viernes 3 de abril de 2020

Humanitas: arte y pasión

El manifiesto publicado en el periódico Le Figaro de París en 1886 por el poeta Jean Moreas que tituló “Simbolismo” donde explicaba de manera más clara el objetivo de escritores como Charles Baudelaire, Stéphane Mallarme y Paul Verlaine entre otros, que ya no expresaban la naturaleza exterior en sí, misma, sino la idea que se esconde en los fenómenos, es decir, la cosa en sí (El Noúmeno kantiano))

Las formas artísticas las emplean los simbolistas como un medio para expresar, revelar por esa vía la metafísica y el efecto emocional de una idea.

El simbolismo se convirtió en sinónimo de decadencia y de exploración de las profundidades del alma. Este concepto se extendió en el ámbito de la pintura, la escultura y la música de finales del siglo XIX y principios del XX.

Se advirtió que existía un vacío existencial, que provenía desde el siglo XVI cuando se publicó la teoría de Nicolás Copérnico De “Revolutinibus Orbium Coelestium” que derribaba la creencia de que éramos el centro del universo y los hijos favoritos de un dios que nos había asignado una misión en este mundo. Más tarde en 1859 Charles Darwin publicó “El origen de las especies” en donde parece que el hombre es producto de un capricho de la naturaleza o del azar. Después llegó Sigmund Freud y proclamó el aparato psíquico y la naturaleza del inconsciente, negando que el hombre fuera dueño de su propio yo. También participó el ambiente intelectual y cultural de la época que se identificaba con el Decadentismo, en virtud que se negaba el espíritu burgués moderno que promovía el materialismo y el utilitarismo. Los simbolistas fueron un intento de recuperar el humanismo y la espiritualidad perdida a causa de la modernidad.

La obra de los simbolistas contiene temas oníricos, sexuales, mitológicos, místicos y extraños. París fue el centro de gravedad de este movimiento.

A principios del siglo XIX artistas como Francisco de Goya, que realizó la obra “El sueño de la razón produce monstruos” de 1799; Johann Heinrich Fuseli pinta en 1781 “La pesadilla” en donde una mujer dormida es visitada por un íncubo.

Más tarde surge la Hermandad de San Lucas, que reúne a pintores en un monasterio de Roma y que por su aspecto humilde y descuidado los llamaron los Nazarenos, se dedicaban a pintar temas medievales. En Inglaterra surgieron los Prerrafaelitas; en París surgieron los Nabis (profetas) que gustaban de temas exóticos y orientales.

De Suiza emergió el pintor Arnol Böcklin famoso por su cuadro“La Isla de los muertos” del que Hitler tuvo una versión.

Muchos artistas participaron o exploraron temas simbolistas, como lo fue Gustav Klim; hasta el propio Paul Gauguin en obras como “La visión después del sermón” de 1888, en donde representa a Jacob luchando con un ángel enviado de Dios. Todos estos artistas buscaban representar a través de su obra la fuerza impulsora de los rituales ancestrales. Loa artistas se convirtieron en una suerte de chamanes que invocaron a los dioses primordiales para que retornaran a la tierra.

Hay que reconocer que los limites entre el movimiento simbolista y el romanticismo se llegan a perder durante el fin de siglo.

El pintor alemán y romántico Caspar David Friedrich afirmo alguna vez: “El pintor no solo tiene que pintar lo que ve delante de sí. Si no ve nada dentro de sí, debe también dejar de pintar lo que ve delante de él”.

Los pintores simbolistas abordaron temas de lo oculto, la libido sin freno, lo anormal, lo cruel, lo monstruoso, la melancolía, la fantasía, el deseo y la violencia.

Fueron admiradores del lado oscuro de la existencia humana. Artistas como Goya con sus pinturas negras. Los textos sadomasoquistas del Marqués de Sade; los cuentos de Edgar Allan Poe; “Los Cantos de Maldoror” del conde de Lautremont, que tanto admiraron los surrealistas.

El arte del siglo XIX es de espíritu revolucionario, rompe con la tradición académica, critica los estamentos sociales, se resiste la modernidad que impone el utilitarismo burgués.

Este espíritu de ruptura fue el que ocasionó la llegada de las vanguardias artísticas, revelando que el arte no es una historia de progresos, sino de rupturas.

bobiglez@gmail.com

El manifiesto publicado en el periódico Le Figaro de París en 1886 por el poeta Jean Moreas que tituló “Simbolismo” donde explicaba de manera más clara el objetivo de escritores como Charles Baudelaire, Stéphane Mallarme y Paul Verlaine entre otros, que ya no expresaban la naturaleza exterior en sí, misma, sino la idea que se esconde en los fenómenos, es decir, la cosa en sí (El Noúmeno kantiano))

Las formas artísticas las emplean los simbolistas como un medio para expresar, revelar por esa vía la metafísica y el efecto emocional de una idea.

El simbolismo se convirtió en sinónimo de decadencia y de exploración de las profundidades del alma. Este concepto se extendió en el ámbito de la pintura, la escultura y la música de finales del siglo XIX y principios del XX.

Se advirtió que existía un vacío existencial, que provenía desde el siglo XVI cuando se publicó la teoría de Nicolás Copérnico De “Revolutinibus Orbium Coelestium” que derribaba la creencia de que éramos el centro del universo y los hijos favoritos de un dios que nos había asignado una misión en este mundo. Más tarde en 1859 Charles Darwin publicó “El origen de las especies” en donde parece que el hombre es producto de un capricho de la naturaleza o del azar. Después llegó Sigmund Freud y proclamó el aparato psíquico y la naturaleza del inconsciente, negando que el hombre fuera dueño de su propio yo. También participó el ambiente intelectual y cultural de la época que se identificaba con el Decadentismo, en virtud que se negaba el espíritu burgués moderno que promovía el materialismo y el utilitarismo. Los simbolistas fueron un intento de recuperar el humanismo y la espiritualidad perdida a causa de la modernidad.

La obra de los simbolistas contiene temas oníricos, sexuales, mitológicos, místicos y extraños. París fue el centro de gravedad de este movimiento.

A principios del siglo XIX artistas como Francisco de Goya, que realizó la obra “El sueño de la razón produce monstruos” de 1799; Johann Heinrich Fuseli pinta en 1781 “La pesadilla” en donde una mujer dormida es visitada por un íncubo.

Más tarde surge la Hermandad de San Lucas, que reúne a pintores en un monasterio de Roma y que por su aspecto humilde y descuidado los llamaron los Nazarenos, se dedicaban a pintar temas medievales. En Inglaterra surgieron los Prerrafaelitas; en París surgieron los Nabis (profetas) que gustaban de temas exóticos y orientales.

De Suiza emergió el pintor Arnol Böcklin famoso por su cuadro“La Isla de los muertos” del que Hitler tuvo una versión.

Muchos artistas participaron o exploraron temas simbolistas, como lo fue Gustav Klim; hasta el propio Paul Gauguin en obras como “La visión después del sermón” de 1888, en donde representa a Jacob luchando con un ángel enviado de Dios. Todos estos artistas buscaban representar a través de su obra la fuerza impulsora de los rituales ancestrales. Loa artistas se convirtieron en una suerte de chamanes que invocaron a los dioses primordiales para que retornaran a la tierra.

Hay que reconocer que los limites entre el movimiento simbolista y el romanticismo se llegan a perder durante el fin de siglo.

El pintor alemán y romántico Caspar David Friedrich afirmo alguna vez: “El pintor no solo tiene que pintar lo que ve delante de sí. Si no ve nada dentro de sí, debe también dejar de pintar lo que ve delante de él”.

Los pintores simbolistas abordaron temas de lo oculto, la libido sin freno, lo anormal, lo cruel, lo monstruoso, la melancolía, la fantasía, el deseo y la violencia.

Fueron admiradores del lado oscuro de la existencia humana. Artistas como Goya con sus pinturas negras. Los textos sadomasoquistas del Marqués de Sade; los cuentos de Edgar Allan Poe; “Los Cantos de Maldoror” del conde de Lautremont, que tanto admiraron los surrealistas.

El arte del siglo XIX es de espíritu revolucionario, rompe con la tradición académica, critica los estamentos sociales, se resiste la modernidad que impone el utilitarismo burgués.

Este espíritu de ruptura fue el que ocasionó la llegada de las vanguardias artísticas, revelando que el arte no es una historia de progresos, sino de rupturas.

bobiglez@gmail.com