/ viernes 27 de agosto de 2021

Humanitas. Arte y Pasión

La experiencia del arte no es solamente racional, tiene que ver también con lo emocional, lo espiritual y lo social de ahí que muchas obras que provienen de la abstracción, del expresionismo abstracto o del arte contemporáneo manifiesten este sentido, es decir, la obra se convierte en una amplificación de las emociones y de la energía que el artista exterioriza en la creación y ejecución de una obra a través de la imagen, el color y el gesto.

Esta condición aplica para todas las artes, como manifestaciones materiales e inmateriales de la vida social, emocional y de la imaginación creativa.

En el espacio museístico el visitante participa de una experiencia singular con las obras expuestas, existe en su interior un ámbito que permite que se lleve a cabo ese encuentro en el que el espectador se despoja de si, para ser parte de la obra. Es el momento en que la experiencia se hace manifiesta para el observador a través de las emociones, una vez que este ha dejado de lado la idea de cosificar la obra, se introducen a la experiencia. Hans Georg Gadamer nos invita a establecer una relación parecida al juego, en la que estamos inmersos en las reglas del acontecimiento. Por lo tanto, el arte no es objeto, es experiencia, hermenéutica, que se tiene que interpretar porque no es algo acabado y finito, que pertenezca al pasado, sino como acontecimiento que nos llega como tradición, y solo podemos traerla al presente como interpretación. La interpretación de un espectador de una obra de arte del pasado es una fusión de horizontes, que une ambos tiempos y energías.

En el espacio del museo y la galería se puede llevar a cabo esta experiencia, pero también en lugares sagrados, in situ, cuando visitamos por ejemplo unas ruinas arqueológicas, como Teotihuacán o el centro ceremonial del Pueblito, vivimos una experiencia frente al acontecimiento que permite la fusión de horizontes temporales.

La experiencia artística es muy parecida a la experiencia mística, porque ambas presentan un misterio, un ocultamiento que sabemos que en cualquier momento se nos revelará.

Para Jean-Luc Nancy el arte es una apertura, es la presencia de una ausencia, no la representación de algo que estaría presente en otro lugar, sino el hecho de que hay realidades ocultas, perdidas, que afirman una finalidad sin fin. “Si las vejas identidades se tambalean es inevitable que las artes también lo hagan”.

Las visitas a los espacios dedicados al arte se han convertido en rituales, en peregrinaciones a la que se acude para evocar sentido y plegarias, que como peregrinos invocamos para desvelar el sentido oculto de la vida.

Las experiencias del espíritu se manifiestan ahí, exactamente donde las encontremos acontece el misterio tremendo desde las artes.

El gran filósofo francés de Estrasburgo Jean-Luc Nancy nos dejó el pasado día 24 de agosto. Se fue una de los pensadores más privilegiadas de este mundo, a los ochenta y un años. La cultura nos transforma, y el arte nos salva de no morir de la verdad.


bobiglez@gmail.com

La experiencia del arte no es solamente racional, tiene que ver también con lo emocional, lo espiritual y lo social de ahí que muchas obras que provienen de la abstracción, del expresionismo abstracto o del arte contemporáneo manifiesten este sentido, es decir, la obra se convierte en una amplificación de las emociones y de la energía que el artista exterioriza en la creación y ejecución de una obra a través de la imagen, el color y el gesto.

Esta condición aplica para todas las artes, como manifestaciones materiales e inmateriales de la vida social, emocional y de la imaginación creativa.

En el espacio museístico el visitante participa de una experiencia singular con las obras expuestas, existe en su interior un ámbito que permite que se lleve a cabo ese encuentro en el que el espectador se despoja de si, para ser parte de la obra. Es el momento en que la experiencia se hace manifiesta para el observador a través de las emociones, una vez que este ha dejado de lado la idea de cosificar la obra, se introducen a la experiencia. Hans Georg Gadamer nos invita a establecer una relación parecida al juego, en la que estamos inmersos en las reglas del acontecimiento. Por lo tanto, el arte no es objeto, es experiencia, hermenéutica, que se tiene que interpretar porque no es algo acabado y finito, que pertenezca al pasado, sino como acontecimiento que nos llega como tradición, y solo podemos traerla al presente como interpretación. La interpretación de un espectador de una obra de arte del pasado es una fusión de horizontes, que une ambos tiempos y energías.

En el espacio del museo y la galería se puede llevar a cabo esta experiencia, pero también en lugares sagrados, in situ, cuando visitamos por ejemplo unas ruinas arqueológicas, como Teotihuacán o el centro ceremonial del Pueblito, vivimos una experiencia frente al acontecimiento que permite la fusión de horizontes temporales.

La experiencia artística es muy parecida a la experiencia mística, porque ambas presentan un misterio, un ocultamiento que sabemos que en cualquier momento se nos revelará.

Para Jean-Luc Nancy el arte es una apertura, es la presencia de una ausencia, no la representación de algo que estaría presente en otro lugar, sino el hecho de que hay realidades ocultas, perdidas, que afirman una finalidad sin fin. “Si las vejas identidades se tambalean es inevitable que las artes también lo hagan”.

Las visitas a los espacios dedicados al arte se han convertido en rituales, en peregrinaciones a la que se acude para evocar sentido y plegarias, que como peregrinos invocamos para desvelar el sentido oculto de la vida.

Las experiencias del espíritu se manifiestan ahí, exactamente donde las encontremos acontece el misterio tremendo desde las artes.

El gran filósofo francés de Estrasburgo Jean-Luc Nancy nos dejó el pasado día 24 de agosto. Se fue una de los pensadores más privilegiadas de este mundo, a los ochenta y un años. La cultura nos transforma, y el arte nos salva de no morir de la verdad.


bobiglez@gmail.com