/ miércoles 4 de agosto de 2021

La grabadora

Grabando…

En este tiempo que se polemiza si la plaza de toros Santa María de Querétaro, un escenario de una de las fiestas más bellas que es el toreo, una plaza de las más bellas que existen en el mundo, se vende y se destruye o no para convertir el terreno en un centro comercial, es necesario insistir, me guste o no, que una familia taurina es la dueña del inmueble, es su decisión de enajenarla o no y que el comprador decida que hacer con ella es resolución entre particulares y sabrán que hacer.

Respeto y tengo afecto por los propietarios, pero lo que quiero comentar es lo que viví tantos años en las entrañas del callejón, en su ruedo, en su restaurant.

Los primeros recuerdos es que venía de Celaya los jueves con mi padre, Guillermo y amigos, a las novilladas de los jueves nocturnos donde los incipientes chicos se iniciaban en el arte de Cúchares, grandes noches que vivimos; después a las corridas de toros los sábados en las temporadas de navidad, donde los grandes toreros nos regalaban inolvidables faenas que se iniciaban en noviembre y culminaban el 5 de febrero. Lo mejor es que en 1980 que llegué a radicar a Querétaro, viví lo que nunca podré olvidar transmitiendo con grandes personajes las memorables corridas de la Santa María de Querétaro.

Tardes y tardes que en la producción de la transmisión por XENA fui testigo del buen verbo y lenguaje de mi amigo Andrés Estévez Nieto en la crónica y en los comerciales Manuel Hurtado, el gran maestro de la locución queretana, tardes y tardes, a veces noches y muchas noches, en que tuve el honor de realizar las transmisiones de las corridas de toros de los grandes, los más grandes de los ruedos con el Maestro José Alameda, el hombre que fue dueño del mejor español que he escuchado en vida, hablaba con puntos, comas y toda la ortografía.

Nunca podré olvidar a Rafael Morales “Clarinero”, excelente para narrar la fiesta taurina a quien también acompañé. La voz comercial era Jorge Zúñiga, el de “La rubbbiiiaaa que toooodoss quieren… la rubia Superiorrr…” a quién un día suplí en los mensajes al quedar afónico una tarde.

Cómo olvidar el llegar a la plaza desde el mediodía para ser testigos del sorteo de los bureles, después escuchar misa en el ruedo con el cura que era un gran amigo, el párroco José Morales Flores, luego comer y brindar antes de la transmisión para la XENA y XEQ de México, que al terminar la corrida regresábamos a seguir brindando por las buenas, regulares y malas tardes.

Off the record…

Por supuesto que siempre, antes y después del toro la plática acompañada por una buena cerveza, luego de un aromático coñac con el propietario de la plaza Santa María de Queretaro, el gran Nicolás González Rivas. Ya platicaré de las anécdotas vividas en el gran coso. Memorable época.

Grabando…

En este tiempo que se polemiza si la plaza de toros Santa María de Querétaro, un escenario de una de las fiestas más bellas que es el toreo, una plaza de las más bellas que existen en el mundo, se vende y se destruye o no para convertir el terreno en un centro comercial, es necesario insistir, me guste o no, que una familia taurina es la dueña del inmueble, es su decisión de enajenarla o no y que el comprador decida que hacer con ella es resolución entre particulares y sabrán que hacer.

Respeto y tengo afecto por los propietarios, pero lo que quiero comentar es lo que viví tantos años en las entrañas del callejón, en su ruedo, en su restaurant.

Los primeros recuerdos es que venía de Celaya los jueves con mi padre, Guillermo y amigos, a las novilladas de los jueves nocturnos donde los incipientes chicos se iniciaban en el arte de Cúchares, grandes noches que vivimos; después a las corridas de toros los sábados en las temporadas de navidad, donde los grandes toreros nos regalaban inolvidables faenas que se iniciaban en noviembre y culminaban el 5 de febrero. Lo mejor es que en 1980 que llegué a radicar a Querétaro, viví lo que nunca podré olvidar transmitiendo con grandes personajes las memorables corridas de la Santa María de Querétaro.

Tardes y tardes que en la producción de la transmisión por XENA fui testigo del buen verbo y lenguaje de mi amigo Andrés Estévez Nieto en la crónica y en los comerciales Manuel Hurtado, el gran maestro de la locución queretana, tardes y tardes, a veces noches y muchas noches, en que tuve el honor de realizar las transmisiones de las corridas de toros de los grandes, los más grandes de los ruedos con el Maestro José Alameda, el hombre que fue dueño del mejor español que he escuchado en vida, hablaba con puntos, comas y toda la ortografía.

Nunca podré olvidar a Rafael Morales “Clarinero”, excelente para narrar la fiesta taurina a quien también acompañé. La voz comercial era Jorge Zúñiga, el de “La rubbbiiiaaa que toooodoss quieren… la rubia Superiorrr…” a quién un día suplí en los mensajes al quedar afónico una tarde.

Cómo olvidar el llegar a la plaza desde el mediodía para ser testigos del sorteo de los bureles, después escuchar misa en el ruedo con el cura que era un gran amigo, el párroco José Morales Flores, luego comer y brindar antes de la transmisión para la XENA y XEQ de México, que al terminar la corrida regresábamos a seguir brindando por las buenas, regulares y malas tardes.

Off the record…

Por supuesto que siempre, antes y después del toro la plática acompañada por una buena cerveza, luego de un aromático coñac con el propietario de la plaza Santa María de Queretaro, el gran Nicolás González Rivas. Ya platicaré de las anécdotas vividas en el gran coso. Memorable época.

ÚLTIMASCOLUMNAS