/ sábado 5 de septiembre de 2020

Lo que no nos define | Cuidemos nuestro futuro

Recordando a Muriel Barbery: “<<La vida tiene un sentido que los adultos conocen>> es la mentira universal que todos creen por obligación”. Es una constante interacción entre posibilidades, límites, valores y roles que llevamos a cabo en múltiples ámbitos de la realidad que afrontamos. No hay un manual para vivir la infancia y aun así transcurrió. Con el paso del tiempo analizamos nuestras experiencias, evocamos recuerdos y, en ocasiones, reflexionamos sobre las deudas con nuestro pasado. A eso le denominamos aprendizaje.

En el orden institucional, hemos trazado de manera progresiva un piso mínimo relacionado con el interés superior del menor. Éste se nutre socialmente de las reflexiones globales, posiciones ideológicas, avances tecnológicos, y claro está, de las enormes brechas que separan los distintos extremos de la infancia.

Vemos con sorpresa y cautela la inserción e interacción de los menores en redes sociales, y su capacidad de adaptabilidad. Sin embargo, hoy en día, no le imprimen sentido a su existencia; el mundo que exploran no solo es el que se desprende a través de las pantallas.

De acuerdo con datos del INEGI: el 70.1% de la población de seis años o más es usuaria de Internet, y las principales actividades realizadas son con propósito de entretenimiento (91.5%), información (90.7%) y comunicación (90.6%).

En nuestro país, el teléfono celular es la tecnología con mayor penetración nacional con 86.5 millones de personas usuarias. Y el 24.9% de los usuarios de Internet son menores de edad. Cabe precisar que las plataformas más utilizadas por los mexicanos son: Facebook (98%), Instagram (23%) y Twitter (21%), con un riesgo aproximado de 46% de que las cuentas sean suplantadas.

Según el último reporte del Índice de Civilidad Digital, México ocupa la posición 17 de 25 países evaluados. Estos son algunos de los factores alarmantes a los que están expuestos los usuarios del Internet: contactos no deseados (41%), engaños y fraudes (30%), solicitudes sexuales (24%), y acoso (18%). Lo anterior evidencia los retos digitales a los que se expone la población en general, y en especial, los menores.

Sin duda, la trata de personas constituye uno de los mayores riesgos. Este ilícito tiene un valor de 36 mil millones de dólares anuales. Tan sólo en México se reportan aproximadamente 70 mil casos de explotación sexual en menores de edad, y más de 500 mil casos de trata de personas (que se acentúan especialmente en los sectores más vulnerables).

Cuidar a nuestros menores de estos riesgos es proteger nuestro porvenir. Infancia es igual a destino y el entorno digital representa un reto ineludible en este contexto. No hablo de sobreprotección, sino de ocupación y atención para que la ingenuidad y optimismo no coseche más tragedia y descomposición social.



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Recordando a Muriel Barbery: “<<La vida tiene un sentido que los adultos conocen>> es la mentira universal que todos creen por obligación”. Es una constante interacción entre posibilidades, límites, valores y roles que llevamos a cabo en múltiples ámbitos de la realidad que afrontamos. No hay un manual para vivir la infancia y aun así transcurrió. Con el paso del tiempo analizamos nuestras experiencias, evocamos recuerdos y, en ocasiones, reflexionamos sobre las deudas con nuestro pasado. A eso le denominamos aprendizaje.

En el orden institucional, hemos trazado de manera progresiva un piso mínimo relacionado con el interés superior del menor. Éste se nutre socialmente de las reflexiones globales, posiciones ideológicas, avances tecnológicos, y claro está, de las enormes brechas que separan los distintos extremos de la infancia.

Vemos con sorpresa y cautela la inserción e interacción de los menores en redes sociales, y su capacidad de adaptabilidad. Sin embargo, hoy en día, no le imprimen sentido a su existencia; el mundo que exploran no solo es el que se desprende a través de las pantallas.

De acuerdo con datos del INEGI: el 70.1% de la población de seis años o más es usuaria de Internet, y las principales actividades realizadas son con propósito de entretenimiento (91.5%), información (90.7%) y comunicación (90.6%).

En nuestro país, el teléfono celular es la tecnología con mayor penetración nacional con 86.5 millones de personas usuarias. Y el 24.9% de los usuarios de Internet son menores de edad. Cabe precisar que las plataformas más utilizadas por los mexicanos son: Facebook (98%), Instagram (23%) y Twitter (21%), con un riesgo aproximado de 46% de que las cuentas sean suplantadas.

Según el último reporte del Índice de Civilidad Digital, México ocupa la posición 17 de 25 países evaluados. Estos son algunos de los factores alarmantes a los que están expuestos los usuarios del Internet: contactos no deseados (41%), engaños y fraudes (30%), solicitudes sexuales (24%), y acoso (18%). Lo anterior evidencia los retos digitales a los que se expone la población en general, y en especial, los menores.

Sin duda, la trata de personas constituye uno de los mayores riesgos. Este ilícito tiene un valor de 36 mil millones de dólares anuales. Tan sólo en México se reportan aproximadamente 70 mil casos de explotación sexual en menores de edad, y más de 500 mil casos de trata de personas (que se acentúan especialmente en los sectores más vulnerables).

Cuidar a nuestros menores de estos riesgos es proteger nuestro porvenir. Infancia es igual a destino y el entorno digital representa un reto ineludible en este contexto. No hablo de sobreprotección, sino de ocupación y atención para que la ingenuidad y optimismo no coseche más tragedia y descomposición social.



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