/ sábado 18 de septiembre de 2021

Lo que no nos define | Grito de identidad y pertenencia

En los últimos años, hemos experimentado una serie de cambios radicales en distintos planos —social, cultural, climático, económico y político—, los cuales han ido configurando un nuevo paradigma plagado de desafíos.

Hemos concretado avances sustanciales en diversas materias, particularmente en el ámbito de la ciencia y la tecnología. No obstante, a pesar del desarrollo observado, pareciera que estamos sumidos en una espiral hacia abajo dejando olvidados en el camino.

Así pues, el espíritu de nuestros tiempos está caracterizado por fenómenos como la polarización, la ansiedad, el resentimiento, la soledad, la desazón, el hartazgo y la discordia. Por ello, es importante destacar los valores que abrazamos y compartimos, más allá de los aspectos que nos apartan o dividen.

Las fiestas patrias suponen una ocasión excepcional para convocar a la unidad nacional. Además de constituir un espacio de interacción entre gobernantes y gobernados, representa una oportunidad para manifestar qué elementos y símbolos nos definen como país.

Aunque algunos puristas festejan el 28 de septiembre, derivado de la firma del Acta de Independencia en 1821, es preciso reconocer que cada 15 de septiembre, día de celebración popular, los corazones de los mexicanos laten al unísono —debería ser así en todo momento—.

Los arquitectos de nuestra nación fueron héroes, mujeres y hombres, algunos ignorados y otros vanagloriados, que dada su lucha, valentía, coraje y patriotismo sentaron las bases para la construcción de un México independiente, libre, justo y con enormes retos. Ahora bien, se han detonado múltiples cuestionamientos y discusiones en torno a los eventos que han cimbrado nuestra realidad. Lo cierto es que la historia se va nutriendo mediante hechos e imaginarios, y éstos, a su vez, a partir de verdades, mitos, fábulas e imprecisiones.

Las palabras, el ejemplo y las hazañas de cientos de figuras mexicanas —por ejemplo, nuestros medallistas paralímpicos—, son fuente de inspiración. Nos permiten comprender nuestras raíces y nuestro destino, ya que, de manera recurrente, desconfiamos de nuestra propia grandeza —misma que el mundo admira—. No en vano, en cualquier rincón donde existe una bandera de México, tanto al interior como al exterior, está arraigada una forma de encontrar identidad, protección y esperanza.

Hay escritos y datos duros sobre los cuales queremos anclarnos para omitir la grandeza de nuestra nación; sin embargo, tenemos el estilo barroco y surrealista, nuestro folklor, tres premios Nobel y 18 Príncipe/Princesa de Asturias, así como un sentido de fraternidad con otros países.

Día a día debemos gritar por el futuro de las próximas generaciones; por lo que nos une; por aquello que alimenta nuestro orgullo nacional; no por caudillos. Lo que nos define a los mexicanos es nuestra solidaridad inquebrantable en episodios críticos, como en los terremotos de 1985 y de 2017; nuestra vasta riqueza histórica, cultural y natural; nuestra contribución a la esfera de la comunicación y las humanidades con Alma Guillermoprieto, a la diplomacia con el talante de Alfonso García Robles o a la química con el ingenio de Mario Molina; del mismo modo que nuestro firme compromiso internacional en las crisis humanitarias.

En estos días esenciales no nos define una falta de identidad, sino nuestras pertenencias. Por lo tanto, ¿es nuestro pasado y presente lo que no nos define?


Consultor y profesor universitario

Twitter: Petaco10marina

Facebook: Petaco Diez Marina

Instagram: Petaco10marina

En los últimos años, hemos experimentado una serie de cambios radicales en distintos planos —social, cultural, climático, económico y político—, los cuales han ido configurando un nuevo paradigma plagado de desafíos.

Hemos concretado avances sustanciales en diversas materias, particularmente en el ámbito de la ciencia y la tecnología. No obstante, a pesar del desarrollo observado, pareciera que estamos sumidos en una espiral hacia abajo dejando olvidados en el camino.

Así pues, el espíritu de nuestros tiempos está caracterizado por fenómenos como la polarización, la ansiedad, el resentimiento, la soledad, la desazón, el hartazgo y la discordia. Por ello, es importante destacar los valores que abrazamos y compartimos, más allá de los aspectos que nos apartan o dividen.

Las fiestas patrias suponen una ocasión excepcional para convocar a la unidad nacional. Además de constituir un espacio de interacción entre gobernantes y gobernados, representa una oportunidad para manifestar qué elementos y símbolos nos definen como país.

Aunque algunos puristas festejan el 28 de septiembre, derivado de la firma del Acta de Independencia en 1821, es preciso reconocer que cada 15 de septiembre, día de celebración popular, los corazones de los mexicanos laten al unísono —debería ser así en todo momento—.

Los arquitectos de nuestra nación fueron héroes, mujeres y hombres, algunos ignorados y otros vanagloriados, que dada su lucha, valentía, coraje y patriotismo sentaron las bases para la construcción de un México independiente, libre, justo y con enormes retos. Ahora bien, se han detonado múltiples cuestionamientos y discusiones en torno a los eventos que han cimbrado nuestra realidad. Lo cierto es que la historia se va nutriendo mediante hechos e imaginarios, y éstos, a su vez, a partir de verdades, mitos, fábulas e imprecisiones.

Las palabras, el ejemplo y las hazañas de cientos de figuras mexicanas —por ejemplo, nuestros medallistas paralímpicos—, son fuente de inspiración. Nos permiten comprender nuestras raíces y nuestro destino, ya que, de manera recurrente, desconfiamos de nuestra propia grandeza —misma que el mundo admira—. No en vano, en cualquier rincón donde existe una bandera de México, tanto al interior como al exterior, está arraigada una forma de encontrar identidad, protección y esperanza.

Hay escritos y datos duros sobre los cuales queremos anclarnos para omitir la grandeza de nuestra nación; sin embargo, tenemos el estilo barroco y surrealista, nuestro folklor, tres premios Nobel y 18 Príncipe/Princesa de Asturias, así como un sentido de fraternidad con otros países.

Día a día debemos gritar por el futuro de las próximas generaciones; por lo que nos une; por aquello que alimenta nuestro orgullo nacional; no por caudillos. Lo que nos define a los mexicanos es nuestra solidaridad inquebrantable en episodios críticos, como en los terremotos de 1985 y de 2017; nuestra vasta riqueza histórica, cultural y natural; nuestra contribución a la esfera de la comunicación y las humanidades con Alma Guillermoprieto, a la diplomacia con el talante de Alfonso García Robles o a la química con el ingenio de Mario Molina; del mismo modo que nuestro firme compromiso internacional en las crisis humanitarias.

En estos días esenciales no nos define una falta de identidad, sino nuestras pertenencias. Por lo tanto, ¿es nuestro pasado y presente lo que no nos define?


Consultor y profesor universitario

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