/ sábado 19 de marzo de 2022

Lo que no nos define | Guerra de sanciones


De acuerdo con STRAD Información, Rusia ha acumulado un total de 3 mil 612 sanciones internacionales, en su mayoría impuestas por la Unión Europea. A partir del reconocimiento de la independencia de Donetsk y Lugansk por parte del Kremlin (21 de febrero), se ha desatado una serie de disposiciones que van desde restricciones a las importaciones de productos hasta la expulsión de los principales bancos rusos del sistema de pagos SWIFT.

Las “sanciones” son medidas de las cuales disponen los gobiernos encaminadas a modificar la conducta de un actor de acuerdo con los intereses de quien las formula. Es decir, son un instrumento disuasorio. En la actualidad, se le denomina “diplomacia coercitiva” a este fenómeno, en vista de la reticencia de los entes gubernamentales a ejercer el monopolio del uso legítimo de la fuerza física en las relaciones internacionales —sin comprometer sus recursos militares y humanos—. Ahora bien, éstas deben ir acompañadas de esquemas de mediación, cooperación y asistencia.

Se ha cuestionado ampliamente la eficacia de las sanciones. Según Henry Bienen y Robert Gilpin, profesores norteamericanos: “Con muy pocas excepciones y en circunstancias muy inusuales, las sanciones económicas han demostrado históricamente ser un mecanismo adecuado para la consecución de objetivos en materia de política exterior”. Por ejemplo, las sanciones aplicadas a Sudáfrica en el siglo pasado fueron clave para terminar con el apartheid (sistema de segregación de tipo racial). En cambio, los bloqueos a los regímenes dictatoriales de Corea del Norte y de Cuba no han surtido los efectos previstos.

Con trece votos favor y dos en contra (por parte del vicepresidente ruso, Gevorgian, y de la jueza china, Xue, como era de esperarse), el miércoles 16 de marzo, la Corte Internacional de Justicia ordenó a Rusia suspender de forma inmediata las operaciones militares en Ucrania que comenzaron el pasado 24 de febrero. Asimismo, le solicitó asegurarse de que todas las unidades armadas —militares o irregulares— dirigidas o apoyadas por dicha nación, así como organizaciones y personas sujetas a su control o manejo, no tomen medidas para promover la invasión. En adición, de manera unánime, se instruyó a ambas partes abstenerse de cualquier acción que agrave o extienda la disputa. Cabe señalar que la resolución es vinculante.

Para algunos expertos la guerra en Ucrania es el conflicto internacional más amenazante desde la crisis de los misiles de 1962, con el potencial de convertirse en una guerra nuclear. Si el plan de Occidente para concluir la guerra en Ucrania consiste en aumentar las sanciones a Rusia, difícilmente saldrá airoso de este enfrentamiento. En el ámbito interno, no se advierten impulsos provenientes del ejército, la Duma o los medios de comunicación para frenar la empresa de Putin, dado que el tirano controla el aparato público en su conjunto.

¿Será un telón de incomprensiones lo que no nos define?


Consultor y profesor universitario

Twitter: Petaco10marina

Facebook: Petaco Diez Marina

Instagram: Petaco10marina



De acuerdo con STRAD Información, Rusia ha acumulado un total de 3 mil 612 sanciones internacionales, en su mayoría impuestas por la Unión Europea. A partir del reconocimiento de la independencia de Donetsk y Lugansk por parte del Kremlin (21 de febrero), se ha desatado una serie de disposiciones que van desde restricciones a las importaciones de productos hasta la expulsión de los principales bancos rusos del sistema de pagos SWIFT.

Las “sanciones” son medidas de las cuales disponen los gobiernos encaminadas a modificar la conducta de un actor de acuerdo con los intereses de quien las formula. Es decir, son un instrumento disuasorio. En la actualidad, se le denomina “diplomacia coercitiva” a este fenómeno, en vista de la reticencia de los entes gubernamentales a ejercer el monopolio del uso legítimo de la fuerza física en las relaciones internacionales —sin comprometer sus recursos militares y humanos—. Ahora bien, éstas deben ir acompañadas de esquemas de mediación, cooperación y asistencia.

Se ha cuestionado ampliamente la eficacia de las sanciones. Según Henry Bienen y Robert Gilpin, profesores norteamericanos: “Con muy pocas excepciones y en circunstancias muy inusuales, las sanciones económicas han demostrado históricamente ser un mecanismo adecuado para la consecución de objetivos en materia de política exterior”. Por ejemplo, las sanciones aplicadas a Sudáfrica en el siglo pasado fueron clave para terminar con el apartheid (sistema de segregación de tipo racial). En cambio, los bloqueos a los regímenes dictatoriales de Corea del Norte y de Cuba no han surtido los efectos previstos.

Con trece votos favor y dos en contra (por parte del vicepresidente ruso, Gevorgian, y de la jueza china, Xue, como era de esperarse), el miércoles 16 de marzo, la Corte Internacional de Justicia ordenó a Rusia suspender de forma inmediata las operaciones militares en Ucrania que comenzaron el pasado 24 de febrero. Asimismo, le solicitó asegurarse de que todas las unidades armadas —militares o irregulares— dirigidas o apoyadas por dicha nación, así como organizaciones y personas sujetas a su control o manejo, no tomen medidas para promover la invasión. En adición, de manera unánime, se instruyó a ambas partes abstenerse de cualquier acción que agrave o extienda la disputa. Cabe señalar que la resolución es vinculante.

Para algunos expertos la guerra en Ucrania es el conflicto internacional más amenazante desde la crisis de los misiles de 1962, con el potencial de convertirse en una guerra nuclear. Si el plan de Occidente para concluir la guerra en Ucrania consiste en aumentar las sanciones a Rusia, difícilmente saldrá airoso de este enfrentamiento. En el ámbito interno, no se advierten impulsos provenientes del ejército, la Duma o los medios de comunicación para frenar la empresa de Putin, dado que el tirano controla el aparato público en su conjunto.

¿Será un telón de incomprensiones lo que no nos define?


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