/ sábado 10 de abril de 2021

Lo que no nos define | Las campañas de la soledad

Arrancaron las campañas rumbo a las elecciones del 6 de junio, y por cuestiones inherentes al proceso, los partidos políticos ya definieron su plataforma electoral, agenda, estrategia y candidatos con extremo cálculo; y, en algunos casos, traicionando a sus bases, arreglos, compromisos o principios. La estrategia de la supervivencia y el deterioro de lo político es la eterna constante. Se sabe, se acepta y se vive con ello… por eso la extremada falta de identidad partidista en la militancia; el desdén y la lejanía de todos los demás.

En este proceso, el marketing político se encuentra dirigido a levantar y vender esperanza, vender a la persona -no al proyecto- y ofrecer soluciones -en su caso, mágicas- y no demandas sociales realmente estresadas en su plausibilidad…. como si la sola existencia de una persona cambiara el rumbo de la historia que todos vivimos y contamos ¿Qué los hace tan extraordinarios?

Como estamos acostumbrados, en estos procesos, pero especialmente en éste en particular, los candidatos expondrán su visión calculada a las soluciones que posteriormente deberán de traducirse en acciones de gobierno… ¡Y, ahí está el detalle!

Por eso, las campañas se han convertido en un festín de caras sonrientes y fotos retocadas, derroche de dinero -para algunos-, caras amables recorriendo mercados ofreciendo soluciones -obvio midiendo su rendimiento del mensaje en redes sociales- y, claro, nos esperan meses en que gran parte de la población será monotemática, donde no faltarán los allegados sensibles con puños levantados coreando al unísono el trillado… ¡Vamos a ganar!

En el ámbito público realmente no existe una fiscalización y vigilancia concreta al seguimiento de las promesas, por más que exista el famoso “voto de castigo” o la vinculación a los planes de desarrollo. No hay una fiscalización al momento y es por eso que este proceso permite vender hasta soluciones mitológicas.

Sin embargo, hay una falta de responsabilidad con relación a la verdad y en la forma en la que se genera la oferta política. Hoy más que nunca, los candidatos deben saber que su electorado se encuentra hasta el hastío de la oferta; nadie ha escuchado la suya… por más ciudadano que se denomine el partido, el candidato, su proyecto o lo que sea.

Por eso, en este año, la forma en la que vivimos la política es a través de la preocupación, la posverdad, el teatralismo y, sobre todo, mucho más latente, la soledad del ciudadano y las caras alegres alejándose de ellos y viviendo en una realidad aparte de la que nunca serán participes pese a que el mensaje los contempla ¡El optimismo desbordado no es el opio del pueblo!

Hay incertidumbre en todos los sentidos, desdén, tristeza, decepción, preocupación… infelicidad. Son vientos de soledad, los que acompañan este proceso electoral… no vientos tal vez de cambio y esperanza. En algunos casos, como en Querétaro y otras reducidas entidades, el perfil es no perder lo que tenemos y distinguirnos un poquito más que los otros. ¡Se vale! En estos casos es más puro y sensible que la esperanza de cambio misma.

El gran reto de estas campañas no estriba en proponer soluciones mágicas, sino en entender que la oferta política será la de promover el voto para apelar a una acción política responsable que mueva conciencias y emociones de la población... no el radicalismo; la polarización y el señalamiento.

¿Será esta sensibilidad, horizontalidad y esperanza en el despliegue de la oferta electoral lo que no nos define?


Consultor y profesor universitario

Twitter: Petaco10marina

Facebook: Petaco Diez Marina

Instagram: Petaco10marina


Arrancaron las campañas rumbo a las elecciones del 6 de junio, y por cuestiones inherentes al proceso, los partidos políticos ya definieron su plataforma electoral, agenda, estrategia y candidatos con extremo cálculo; y, en algunos casos, traicionando a sus bases, arreglos, compromisos o principios. La estrategia de la supervivencia y el deterioro de lo político es la eterna constante. Se sabe, se acepta y se vive con ello… por eso la extremada falta de identidad partidista en la militancia; el desdén y la lejanía de todos los demás.

En este proceso, el marketing político se encuentra dirigido a levantar y vender esperanza, vender a la persona -no al proyecto- y ofrecer soluciones -en su caso, mágicas- y no demandas sociales realmente estresadas en su plausibilidad…. como si la sola existencia de una persona cambiara el rumbo de la historia que todos vivimos y contamos ¿Qué los hace tan extraordinarios?

Como estamos acostumbrados, en estos procesos, pero especialmente en éste en particular, los candidatos expondrán su visión calculada a las soluciones que posteriormente deberán de traducirse en acciones de gobierno… ¡Y, ahí está el detalle!

Por eso, las campañas se han convertido en un festín de caras sonrientes y fotos retocadas, derroche de dinero -para algunos-, caras amables recorriendo mercados ofreciendo soluciones -obvio midiendo su rendimiento del mensaje en redes sociales- y, claro, nos esperan meses en que gran parte de la población será monotemática, donde no faltarán los allegados sensibles con puños levantados coreando al unísono el trillado… ¡Vamos a ganar!

En el ámbito público realmente no existe una fiscalización y vigilancia concreta al seguimiento de las promesas, por más que exista el famoso “voto de castigo” o la vinculación a los planes de desarrollo. No hay una fiscalización al momento y es por eso que este proceso permite vender hasta soluciones mitológicas.

Sin embargo, hay una falta de responsabilidad con relación a la verdad y en la forma en la que se genera la oferta política. Hoy más que nunca, los candidatos deben saber que su electorado se encuentra hasta el hastío de la oferta; nadie ha escuchado la suya… por más ciudadano que se denomine el partido, el candidato, su proyecto o lo que sea.

Por eso, en este año, la forma en la que vivimos la política es a través de la preocupación, la posverdad, el teatralismo y, sobre todo, mucho más latente, la soledad del ciudadano y las caras alegres alejándose de ellos y viviendo en una realidad aparte de la que nunca serán participes pese a que el mensaje los contempla ¡El optimismo desbordado no es el opio del pueblo!

Hay incertidumbre en todos los sentidos, desdén, tristeza, decepción, preocupación… infelicidad. Son vientos de soledad, los que acompañan este proceso electoral… no vientos tal vez de cambio y esperanza. En algunos casos, como en Querétaro y otras reducidas entidades, el perfil es no perder lo que tenemos y distinguirnos un poquito más que los otros. ¡Se vale! En estos casos es más puro y sensible que la esperanza de cambio misma.

El gran reto de estas campañas no estriba en proponer soluciones mágicas, sino en entender que la oferta política será la de promover el voto para apelar a una acción política responsable que mueva conciencias y emociones de la población... no el radicalismo; la polarización y el señalamiento.

¿Será esta sensibilidad, horizontalidad y esperanza en el despliegue de la oferta electoral lo que no nos define?


Consultor y profesor universitario

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