/ sábado 19 de diciembre de 2020

Lo que no nos define | Mensajes de división

En los últimos días se han hecho virales en redes sociales los comentarios realizados por el Senador de Nuevo León, Samuel García, en un contexto ajeno a la realidad social que se vive en México y que ponen de manifiesto la necesidad de reflexionar sobre la frivolidad de la clase política y su incidencia sobre la concepción popular.

Las declaraciones políticas se realizan con cierto cálculo, anticipación y medición del impacto a las bases a las que se encuentra dirigido el mensaje, con la finalidad de alimentar una concepción, cambiarla o aumentar la popularidad por la vía de la controversia generada para penetrar aún más en los niveles de conocimiento público e identificación de la población que todavía no conoce a quien la emite al estar “en boca de todos”.

El objetivo es claro: aumentar los niveles de reconocimiento, de empatía, de penetración en la agenda pública y la propaganda gratuita por la vía de la polémica.

Nuestro país vive una crisis de polarización y desigualdad que cada día se va acentuando más en muchos sectores de la vida diaria y la arena pública. Las brechas son claras: “ricos-pobres”, “norte-sur”, “mujeres-hombres”, “chairos -fifís”, “neoliberales-transformadores”, “Venezuela-Dinamarca”, entre otros.

Tampoco soy partidario del lenguaje políticamente correcto. A mi gusto asoma más de lo que cubre. El cálculo anticipado mediante el uso de los lugares comunes, hacen de la comunicación una herramienta vacía de soluciones. La máscara de la verdad es la principal fuente de entendimiento. La verdad haciéndose valer del respeto y de la sensibilidad me parecen las bases de la convergencia y la pluralidad.

Hace unos años en Estados Unidos llegó al poder Donald Trump basándose en el abandono por completo de lo “políticamente correcto”, aumentando los demonios del subconsciente de una gran parte del pueblo norteamericano, alimentando el resentimiento, el clasismo y la xenofobia en ese país. El resultado fue claro y el golpe de timón vigente y confirmado en esta semana, sin embargo, el germen de la divergencia, el discurso popular y despótico floreció, por lo que Trump se irá próximamente, pero los trumpistas seguirán ahí.

De igual manera, hace dos años llegó al poder un movimiento social recogido de las cenizas de muchos “olvidados” de la escena pública con un discurso dirigido al “pueblo de México”. El mensaje fue claro, señalar los grandes lastres sociales, la generación de discursos reivindicativos, polémicos y polarizadores, sabiendo de antemano que la estadística del público elegido favorece el mensaje.

Hoy, desde hace muchos años, todos los días, vivimos -en lo público y en lo privado- en el México de los ataques, del clasismo, del resentimiento, y en el de la violencia oculta en el mensaje. No cabe duda de que no solo es el estilo del gobierno; tampoco el del “pueblo sabio”, es también el carácter de la oposición, el de los no alineados y en el de los que en el rincón más privado de nuestra escena pública creemos y acentuamos los factores de segmentación, de manera consciente y, sobre todo, inconscientemente.

Los mensajes de división son los caminos sin retorno de la convergencia pública que detienen nuestro crecimiento, aíslan nuestra diversidad y acentúan las grandes brechas de desigualdad que vivimos en este país.

Los siguientes meses, con el desarrollo del proceso electoral y en plena crisis sanitaria, veremos de manera clara los lugares comunes del lenguaje políticamente correcto y los mensajes de polarización, que no solo se presentarán en el discurso, sino también en las instituciones y en cada ámbito de nuestra vida social.

¿Cuántos años más durará confinada nuestra empatía?


Twitter: petaco10marina

Facebook: Petaco Diez Marina

Instagram: Petaco10marina

En los últimos días se han hecho virales en redes sociales los comentarios realizados por el Senador de Nuevo León, Samuel García, en un contexto ajeno a la realidad social que se vive en México y que ponen de manifiesto la necesidad de reflexionar sobre la frivolidad de la clase política y su incidencia sobre la concepción popular.

Las declaraciones políticas se realizan con cierto cálculo, anticipación y medición del impacto a las bases a las que se encuentra dirigido el mensaje, con la finalidad de alimentar una concepción, cambiarla o aumentar la popularidad por la vía de la controversia generada para penetrar aún más en los niveles de conocimiento público e identificación de la población que todavía no conoce a quien la emite al estar “en boca de todos”.

El objetivo es claro: aumentar los niveles de reconocimiento, de empatía, de penetración en la agenda pública y la propaganda gratuita por la vía de la polémica.

Nuestro país vive una crisis de polarización y desigualdad que cada día se va acentuando más en muchos sectores de la vida diaria y la arena pública. Las brechas son claras: “ricos-pobres”, “norte-sur”, “mujeres-hombres”, “chairos -fifís”, “neoliberales-transformadores”, “Venezuela-Dinamarca”, entre otros.

Tampoco soy partidario del lenguaje políticamente correcto. A mi gusto asoma más de lo que cubre. El cálculo anticipado mediante el uso de los lugares comunes, hacen de la comunicación una herramienta vacía de soluciones. La máscara de la verdad es la principal fuente de entendimiento. La verdad haciéndose valer del respeto y de la sensibilidad me parecen las bases de la convergencia y la pluralidad.

Hace unos años en Estados Unidos llegó al poder Donald Trump basándose en el abandono por completo de lo “políticamente correcto”, aumentando los demonios del subconsciente de una gran parte del pueblo norteamericano, alimentando el resentimiento, el clasismo y la xenofobia en ese país. El resultado fue claro y el golpe de timón vigente y confirmado en esta semana, sin embargo, el germen de la divergencia, el discurso popular y despótico floreció, por lo que Trump se irá próximamente, pero los trumpistas seguirán ahí.

De igual manera, hace dos años llegó al poder un movimiento social recogido de las cenizas de muchos “olvidados” de la escena pública con un discurso dirigido al “pueblo de México”. El mensaje fue claro, señalar los grandes lastres sociales, la generación de discursos reivindicativos, polémicos y polarizadores, sabiendo de antemano que la estadística del público elegido favorece el mensaje.

Hoy, desde hace muchos años, todos los días, vivimos -en lo público y en lo privado- en el México de los ataques, del clasismo, del resentimiento, y en el de la violencia oculta en el mensaje. No cabe duda de que no solo es el estilo del gobierno; tampoco el del “pueblo sabio”, es también el carácter de la oposición, el de los no alineados y en el de los que en el rincón más privado de nuestra escena pública creemos y acentuamos los factores de segmentación, de manera consciente y, sobre todo, inconscientemente.

Los mensajes de división son los caminos sin retorno de la convergencia pública que detienen nuestro crecimiento, aíslan nuestra diversidad y acentúan las grandes brechas de desigualdad que vivimos en este país.

Los siguientes meses, con el desarrollo del proceso electoral y en plena crisis sanitaria, veremos de manera clara los lugares comunes del lenguaje políticamente correcto y los mensajes de polarización, que no solo se presentarán en el discurso, sino también en las instituciones y en cada ámbito de nuestra vida social.

¿Cuántos años más durará confinada nuestra empatía?


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