/ sábado 3 de julio de 2021

Lo que no nos define | Mitos, fábulas y realidades (segunda parte)

En la primera parte de Mitos, fábulas y realidades profundicé en cómo la imaginación, el lenguaje y el ingenio humanos dieron vida a los mitos y las fábulas, como parte de un esfuerzo del hombre por desentrañar la esencia de su naturaleza e interpretar la compleja realidad que lo atraviesa.

Es oportuno señalar que estas líneas surgen a raíz de un libro de aforismos denominado El lecho de Procusto de Nassim Nicholas Taleb.

En esta ocasión hablaré de un elemento que resalta el valor y la trascendencia de estos relatos: su vigencia. A pesar de que datan desde la antigüedad, intentan resolver las mismas incógnitas que hoy en día nos planteamos. Por este motivo, guardan una estrecha conexión con la actualidad.

Es impresionante observar cómo en nuestra sociedad se replican los personajes, los mensajes y los simbolismos que el hombre creó desde hace siglos. Todo ello se orienta hacia el anhelo humano de encontrar certezas y respuestas a las inmensas preguntas, debido a que el hombre a quien más teme contradecir es a sí mismo.

En la mitología griega, Procusto era un cruel propietario de una hospedería. Procusto tenía un modus operandi bien definido: secuestraba a los viajeros, les ofrecía una cena fastuosa y posteriormente los invitaba a pasar la noche en una cama —tenían que encajar en ésta a la perfección o ajustaba quirúrgicamente sus extremidades—. A quienes eran altos les cortaba las piernas con un hacha; a los bajos de estatura los estiraba. Cabe señalar que Procusto significa "estirador". Su método surtió efectos hasta que se encontró con un hábil viajero: Teseo. Después de la cena, Teseo hizo que Procusto se recostara sobre el lecho y lo decapitó.

En nuestros días, la comunidad no demanda ni Teseos ni Procustos. Unos y otros se creen Teseos, pero terminan transformándose en Procustos. Entonces, ¿quién vengará las ideas de los viajeros?

Los seres humanos al afrontar los límites del conocimiento y lo desconocido, incrustan la vida y el mundo en nociones desgastadas, en reduccionismos que acarrean consecuencias desafortunadas.

Irremediablemente esto se ve reflejado en cómo queremos hacer que los otros piensen igual que nosotros —desde el gobierno, pasando por la oposición y hasta los periodistas—. A esto le llamamos polarización.

En tiempos convulsos —de enojo y desazón social, recordando que todos somos viajeros— debemos hacer una pausa para la introspección. ¿Hacia dónde vamos? ¿Cómo es posible dar pie a la concordia y la unidad en un entorno incendiario? En los mitos, las fábulas y los aforismos posiblemente hallemos una pauta que nos indique las aguas que deberemos navegar de cara al porvenir.

¿Será la falta de percepción de los viajeros lo que no nos define?



Consultor y profesor universitario

Twitter: Petaco10marina

Facebook: Petaco Diez Marina

Instagram: Petaco10marina

En la primera parte de Mitos, fábulas y realidades profundicé en cómo la imaginación, el lenguaje y el ingenio humanos dieron vida a los mitos y las fábulas, como parte de un esfuerzo del hombre por desentrañar la esencia de su naturaleza e interpretar la compleja realidad que lo atraviesa.

Es oportuno señalar que estas líneas surgen a raíz de un libro de aforismos denominado El lecho de Procusto de Nassim Nicholas Taleb.

En esta ocasión hablaré de un elemento que resalta el valor y la trascendencia de estos relatos: su vigencia. A pesar de que datan desde la antigüedad, intentan resolver las mismas incógnitas que hoy en día nos planteamos. Por este motivo, guardan una estrecha conexión con la actualidad.

Es impresionante observar cómo en nuestra sociedad se replican los personajes, los mensajes y los simbolismos que el hombre creó desde hace siglos. Todo ello se orienta hacia el anhelo humano de encontrar certezas y respuestas a las inmensas preguntas, debido a que el hombre a quien más teme contradecir es a sí mismo.

En la mitología griega, Procusto era un cruel propietario de una hospedería. Procusto tenía un modus operandi bien definido: secuestraba a los viajeros, les ofrecía una cena fastuosa y posteriormente los invitaba a pasar la noche en una cama —tenían que encajar en ésta a la perfección o ajustaba quirúrgicamente sus extremidades—. A quienes eran altos les cortaba las piernas con un hacha; a los bajos de estatura los estiraba. Cabe señalar que Procusto significa "estirador". Su método surtió efectos hasta que se encontró con un hábil viajero: Teseo. Después de la cena, Teseo hizo que Procusto se recostara sobre el lecho y lo decapitó.

En nuestros días, la comunidad no demanda ni Teseos ni Procustos. Unos y otros se creen Teseos, pero terminan transformándose en Procustos. Entonces, ¿quién vengará las ideas de los viajeros?

Los seres humanos al afrontar los límites del conocimiento y lo desconocido, incrustan la vida y el mundo en nociones desgastadas, en reduccionismos que acarrean consecuencias desafortunadas.

Irremediablemente esto se ve reflejado en cómo queremos hacer que los otros piensen igual que nosotros —desde el gobierno, pasando por la oposición y hasta los periodistas—. A esto le llamamos polarización.

En tiempos convulsos —de enojo y desazón social, recordando que todos somos viajeros— debemos hacer una pausa para la introspección. ¿Hacia dónde vamos? ¿Cómo es posible dar pie a la concordia y la unidad en un entorno incendiario? En los mitos, las fábulas y los aforismos posiblemente hallemos una pauta que nos indique las aguas que deberemos navegar de cara al porvenir.

¿Será la falta de percepción de los viajeros lo que no nos define?



Consultor y profesor universitario

Twitter: Petaco10marina

Facebook: Petaco Diez Marina

Instagram: Petaco10marina