/ sábado 9 de enero de 2021

Lo que no nos define | Se buscan gobernantes

Así como un soldado en cada hijo tiene nuestra patria, tal parece que también abundan los aspirantes a gobernarla. Perfiles abundan en cada periodo electoral que vienen a subirse al barco que tenga mejor opción de destino. Sin embargo, hace falta preguntar, a cada aspirante ¿qué es gobernar?

Gobernar no es el arte de improvisación. No es quedar bien con el líder del movimiento, sino con todas las causas que representamos y las que no oímos. Por más que aspiremos, gobernar también es aprender a moderar las esperanzas.

La crisis de las democracias modernas y, en específico, de los modelos actuales de “Estado de Bienestar” se deben también al mal manejo de las expectativas. Cuando la riqueza se concentra en unos pocos; cuando el ingreso promedio es ínfimo, no existen las condiciones para revertir la fórmula indeleble en donde la asistencia social se da en función de la recaudación; y la recaudación se da en función de la eficiencia y de la dinámica productiva.

Gobernar es generar confianza. Gobernar no es evitar decisiones con miedo al que dirán, a veces significa evitar el mal mayor, o bien eliminar el mal menor. No es buscar quedar bien ante el espejo vanidoso de la historia momentánea. Es tomar decisiones difíciles y afrontar con entereza su proyección y evolución histórica, independientemente de la pesada balanza de la percepción pública de frágil memoria y ánimo cambiante.

¿A qué va todo esto? a muchas cosas, pero algunas en particular.

No todo lo popular es conveniente y no todo lo conveniente es popular. Debemos recordarles a los gobernantes que las gestas heroicas generalmente quedan en el anuario del olvido. En los libros del desasosiego. En el ejercicio de gobierno: los días son largos, los años cortos, los proyectos convulsos y, al final, solo queda la soledad del después que es la permanente compañía.

Gobernar es un ejercicio de desgaste; de renuncia y sólo pocas veces de satisfacción. Tanto se ha escrito y poco queda por interpretar. Desde los espejos de los príncipes, utopías, manuales de autoayuda, memorias de líderes mundiales y retratos de caudillos.

Se debe gobernar para los que no dan votos, para los que no coinciden, para la base, pero también para uno mismo.

Hay que defender también la pluralidad y la disidencia. Entender que son más los lazos que nos unen que las diferencias que nos separan. Desde la palestra de gobierno se toman decisiones que convierten preguntas elementales en sentencias naturales. Para gobernar, la cancha ideológica de la conciencia debe siempre tener un balón suelto.

Las sociedades deberán ser abiertas para construir entendimiento. ¿Qué preferimos? ¿Divergencia o miedo? La divergencia trae su agenda, el miedo la quema. Una agenda de concientización penetra ideología, pero genera humildad, sensatez y concordia.

¿Qué hacer con los olvidados? Recordarlos, involucrarlos y atenderlos. No como base electoral, sino como capital humano y titulares de derechos. Ante las tentaciones de la megalomanía, el homenaje de la autocrítica.

Perseguir, reprochar, amenazar y apapachar gremios detiene el crecimiento, fortalece la polarización, fomenta la corrupción y, sobre todo, nos aleja de la gran posibilidad de proyectar a bien esta gran nación.

Vamos tarde. Nos faltan perfiles. Las aprobaciones de los mandatarios mundiales no califican en el termómetro de la vergüenza. Y en este proceso electoral que pronto viviremos, espero que el cálculo no sea la regla.

En un mundo convulso, de dolor, de resentimiento de vaguedades, de miedos latentes e intereses encontrados… se buscan gobernantes.

¿Dónde los encontramos?


Twitter: Petaco10marina

Facebook: Petaco Diez Marina

Instagram: Petaco10marina


Así como un soldado en cada hijo tiene nuestra patria, tal parece que también abundan los aspirantes a gobernarla. Perfiles abundan en cada periodo electoral que vienen a subirse al barco que tenga mejor opción de destino. Sin embargo, hace falta preguntar, a cada aspirante ¿qué es gobernar?

Gobernar no es el arte de improvisación. No es quedar bien con el líder del movimiento, sino con todas las causas que representamos y las que no oímos. Por más que aspiremos, gobernar también es aprender a moderar las esperanzas.

La crisis de las democracias modernas y, en específico, de los modelos actuales de “Estado de Bienestar” se deben también al mal manejo de las expectativas. Cuando la riqueza se concentra en unos pocos; cuando el ingreso promedio es ínfimo, no existen las condiciones para revertir la fórmula indeleble en donde la asistencia social se da en función de la recaudación; y la recaudación se da en función de la eficiencia y de la dinámica productiva.

Gobernar es generar confianza. Gobernar no es evitar decisiones con miedo al que dirán, a veces significa evitar el mal mayor, o bien eliminar el mal menor. No es buscar quedar bien ante el espejo vanidoso de la historia momentánea. Es tomar decisiones difíciles y afrontar con entereza su proyección y evolución histórica, independientemente de la pesada balanza de la percepción pública de frágil memoria y ánimo cambiante.

¿A qué va todo esto? a muchas cosas, pero algunas en particular.

No todo lo popular es conveniente y no todo lo conveniente es popular. Debemos recordarles a los gobernantes que las gestas heroicas generalmente quedan en el anuario del olvido. En los libros del desasosiego. En el ejercicio de gobierno: los días son largos, los años cortos, los proyectos convulsos y, al final, solo queda la soledad del después que es la permanente compañía.

Gobernar es un ejercicio de desgaste; de renuncia y sólo pocas veces de satisfacción. Tanto se ha escrito y poco queda por interpretar. Desde los espejos de los príncipes, utopías, manuales de autoayuda, memorias de líderes mundiales y retratos de caudillos.

Se debe gobernar para los que no dan votos, para los que no coinciden, para la base, pero también para uno mismo.

Hay que defender también la pluralidad y la disidencia. Entender que son más los lazos que nos unen que las diferencias que nos separan. Desde la palestra de gobierno se toman decisiones que convierten preguntas elementales en sentencias naturales. Para gobernar, la cancha ideológica de la conciencia debe siempre tener un balón suelto.

Las sociedades deberán ser abiertas para construir entendimiento. ¿Qué preferimos? ¿Divergencia o miedo? La divergencia trae su agenda, el miedo la quema. Una agenda de concientización penetra ideología, pero genera humildad, sensatez y concordia.

¿Qué hacer con los olvidados? Recordarlos, involucrarlos y atenderlos. No como base electoral, sino como capital humano y titulares de derechos. Ante las tentaciones de la megalomanía, el homenaje de la autocrítica.

Perseguir, reprochar, amenazar y apapachar gremios detiene el crecimiento, fortalece la polarización, fomenta la corrupción y, sobre todo, nos aleja de la gran posibilidad de proyectar a bien esta gran nación.

Vamos tarde. Nos faltan perfiles. Las aprobaciones de los mandatarios mundiales no califican en el termómetro de la vergüenza. Y en este proceso electoral que pronto viviremos, espero que el cálculo no sea la regla.

En un mundo convulso, de dolor, de resentimiento de vaguedades, de miedos latentes e intereses encontrados… se buscan gobernantes.

¿Dónde los encontramos?


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