/ sábado 23 de enero de 2021

Lo que no nos define | Sobre Trump y la verdad

Esta semana Biden tomó posesión del cargo, y se convirtió en el 46° presidente de Estados Unidos. Desde el Capitolio, pronunció un discurso inaugural contundente, nutrido por un mensaje de integración, concordia y pluralidad. En las primeras horas de su mandato demostró experiencia en el ruedo, y se “autoestableció” como un símbolo de principios, esperanza y unidad; ahora, le tocará afrontar la dura realidad y manejar lo urgente, por ejemplo: el nuevo orden global y la crisis sanitaria, económica y social. Recordemos que el primer día se gobierna y los demás se administra el gobierno; particularmente, las expectativas generadas. ¡Vaya paquete!

Ahora bien, en este presente que nos alcanzó, mucho se ha hablado sobre la victoria de Biden y poco acerca de la derrota de Donald Trump. Si bien el actual presidente carga en su espalda el peso del voto de 74 millones de estadounidenses, y acompaña sus mensajes con un discurso de cohesión, diversidad y reconciliación, la pregunta debería ser: ¿Donald Trump es pasado? La respuesta anticipada, por el momento, es sí. Pero el mandatario no podrá borrarlo de la historia por decreto, aunque pueda, ya que forma parte de lo que constituye esa nación. El campo no dejará de ser sembrado y, tal vez, otros, ararán lo que él en su momento cosechó.

Se habla de que habrá un segundo impeachment a Trump. Eso no sucederá. La respuesta es clara: el Partido Republicano necesita reinventarse y lamerse las heridas, pese a que personajes semejantes a Trump, como Ted Cruz, representan una amenaza equiparable que alimentará las huestes de los trumpistas, a los heridos que deje tirada la administración de Biden y, con especial énfasis, para aquellos que todavía piensan que hubo fraude en la elección.

Trump perdió por mentir. Le mintió a sus familiares, a sus colaboradores, a su pueblo, a los mexicanos y, sobre todo, se mintió a sí mismo. Mintió al negar el cambio climático; mintió al decir que la solución a los retos en materia migratoria era construir un gran muro —cuando el muro estaba en su verdad—; mintió al ignorar los grandes retos de su país, e incluso dejó en entredicho su lema de campaña: “Make america great again”. Estados Unidos ya era grande, no obstante, lo acomplejó.

Jordan B. Peterson, un psicólogo clínico, profesor de psicología de la Universidad de Toronto, en su libro 12 reglas para la vida, titula la número 8: “Di la verdad o por lo menos no mientas”, y sostiene que como individuos debemos apuntar hacia la verdad. Cito: “[…] Es la mentira lo que hace que las personas sientan una miseria mayor de lo que pueden soportar. Es el engaño lo que llena el alma humana de resentimiento y ansias de venganza. Es la mentira lo que produce el terrible sufrimiento de la humanidad [...] Fue el engaño lo que casi condena por completo a la civilización. Es la mentira la que aún hoy en día nos amenaza de forma total y absoluta.” […] “Para enfrentar la mentira es necesario decir y hacer la verdad. Mientras sigues viviendo de acuerdo con la verdad, a medida que se te revela, tendrás que aceptar los conflictos que esa forma de ser irá generando y deberás lidiar con ellos.”

Todos los días, en todos los lugares y en cada causa política, se escuchan mentiras. Mienten para conseguir votos, generar arreglos y desconocer sus errores, retos y realidades.

En el ejercicio del gobierno —y de la vida en sí—, uno debe enfrentarse a la realidad, siendo fiel a sus convicciones y consciente de sus limitaciones. Desde la ciudadanía contamos con un panorama de la verdad. Ahora bien, existen canciones que pregonan la mentira; un gran ejemplo es Mentiras piadosas, del gran Joaquín Sabina: “En historias de dos conviene a veces mentir, que ciertos engaños son narcóticos contra el mal de amor.”

La gran responsabilidad de no mentir, no sólo es de Biden, sino de todos nosotros. Mientras mintamos, por mínimo que sea, seremos cómplices de nuestros problemas y fracasos, así como partícipes de la tragedia. No hay superación personal para los mentirosos.

¿Quién es el ideólogo de la mentira? ¿Será la verdad lo que no nos define?


Consultor y profesor universitario

Twitter: Petaco10marina

Facebook: Petaco Diez Marina

Instagram: Petaco10marina

Esta semana Biden tomó posesión del cargo, y se convirtió en el 46° presidente de Estados Unidos. Desde el Capitolio, pronunció un discurso inaugural contundente, nutrido por un mensaje de integración, concordia y pluralidad. En las primeras horas de su mandato demostró experiencia en el ruedo, y se “autoestableció” como un símbolo de principios, esperanza y unidad; ahora, le tocará afrontar la dura realidad y manejar lo urgente, por ejemplo: el nuevo orden global y la crisis sanitaria, económica y social. Recordemos que el primer día se gobierna y los demás se administra el gobierno; particularmente, las expectativas generadas. ¡Vaya paquete!

Ahora bien, en este presente que nos alcanzó, mucho se ha hablado sobre la victoria de Biden y poco acerca de la derrota de Donald Trump. Si bien el actual presidente carga en su espalda el peso del voto de 74 millones de estadounidenses, y acompaña sus mensajes con un discurso de cohesión, diversidad y reconciliación, la pregunta debería ser: ¿Donald Trump es pasado? La respuesta anticipada, por el momento, es sí. Pero el mandatario no podrá borrarlo de la historia por decreto, aunque pueda, ya que forma parte de lo que constituye esa nación. El campo no dejará de ser sembrado y, tal vez, otros, ararán lo que él en su momento cosechó.

Se habla de que habrá un segundo impeachment a Trump. Eso no sucederá. La respuesta es clara: el Partido Republicano necesita reinventarse y lamerse las heridas, pese a que personajes semejantes a Trump, como Ted Cruz, representan una amenaza equiparable que alimentará las huestes de los trumpistas, a los heridos que deje tirada la administración de Biden y, con especial énfasis, para aquellos que todavía piensan que hubo fraude en la elección.

Trump perdió por mentir. Le mintió a sus familiares, a sus colaboradores, a su pueblo, a los mexicanos y, sobre todo, se mintió a sí mismo. Mintió al negar el cambio climático; mintió al decir que la solución a los retos en materia migratoria era construir un gran muro —cuando el muro estaba en su verdad—; mintió al ignorar los grandes retos de su país, e incluso dejó en entredicho su lema de campaña: “Make america great again”. Estados Unidos ya era grande, no obstante, lo acomplejó.

Jordan B. Peterson, un psicólogo clínico, profesor de psicología de la Universidad de Toronto, en su libro 12 reglas para la vida, titula la número 8: “Di la verdad o por lo menos no mientas”, y sostiene que como individuos debemos apuntar hacia la verdad. Cito: “[…] Es la mentira lo que hace que las personas sientan una miseria mayor de lo que pueden soportar. Es el engaño lo que llena el alma humana de resentimiento y ansias de venganza. Es la mentira lo que produce el terrible sufrimiento de la humanidad [...] Fue el engaño lo que casi condena por completo a la civilización. Es la mentira la que aún hoy en día nos amenaza de forma total y absoluta.” […] “Para enfrentar la mentira es necesario decir y hacer la verdad. Mientras sigues viviendo de acuerdo con la verdad, a medida que se te revela, tendrás que aceptar los conflictos que esa forma de ser irá generando y deberás lidiar con ellos.”

Todos los días, en todos los lugares y en cada causa política, se escuchan mentiras. Mienten para conseguir votos, generar arreglos y desconocer sus errores, retos y realidades.

En el ejercicio del gobierno —y de la vida en sí—, uno debe enfrentarse a la realidad, siendo fiel a sus convicciones y consciente de sus limitaciones. Desde la ciudadanía contamos con un panorama de la verdad. Ahora bien, existen canciones que pregonan la mentira; un gran ejemplo es Mentiras piadosas, del gran Joaquín Sabina: “En historias de dos conviene a veces mentir, que ciertos engaños son narcóticos contra el mal de amor.”

La gran responsabilidad de no mentir, no sólo es de Biden, sino de todos nosotros. Mientras mintamos, por mínimo que sea, seremos cómplices de nuestros problemas y fracasos, así como partícipes de la tragedia. No hay superación personal para los mentirosos.

¿Quién es el ideólogo de la mentira? ¿Será la verdad lo que no nos define?


Consultor y profesor universitario

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