/ sábado 13 de noviembre de 2021

Lo que no nos define | Un nuevo telón

El pasado lunes cientos de migrantes, entre los que se encuentran niños y mujeres, llegaron al borde de la frontera bielorrusa con Polonia. La tensión entre la Unión Europea y Bielorrusia ha ido en aumento desde las elecciones fraudulentas de agosto de 2020 —cuyo resultado no ha sido reconocido por la UE—.

Esta coyuntura se ha interpretado como una represalia auspiciada por el presidente Aleksandr Lukashenko, derivado de las sanciones económicas que se le han impuesto a Bielorrusia, mismas que impulsaron Estados Unidos y Canadá.

En su mayoría, los migrantes son kurdos provenientes de Irak y Siria; se estima que se han concentrado dos mil personas en dicha frontera. Ahora bien, no es la primera ocasión que el mandatario bielorruso motiva este tipo de situaciones. Hace unos meses, más de cuatro mil inmigrantes —iraquíes, sirios, afganos, congoleños y cameruneses— entraron ilegalmente a Lituania desde Bielorrusia; una vez que las autoridades lituanas sellaron el paso, se trasladaron a Letonia y Polonia.

El régimen de Lukashenko ha optado por el tránsito aéreo hacia Minsk, capital bielorrusa, a fin de garantizar un acceso seguro a Europa; de este modo, los refugiados pueden evitar rutas peligrosas por mar desde Turquía y África septentrional. En consecuencia, los embajadores de la Unión Europea discutieron la posibilidad de sancionar al aeropuerto de Minsk a fin de que las compañías aéreas internacionales no aterricen con inmigrantes irregulares a bordo.

La reacción de las autoridades polacas no se ha hecho esperar. Han desplegado 15 mil militares a lo largo de su frontera oriental —casi 400 kilómetros—. En agosto, se registraron cerca de 3 mil 500 intentos de entrar al país, alrededor de mil detenciones y 2 mil 500 expulsiones. En virtud de lo anterior, Polonia ha sido objeto de múltiples críticas por su trato a los migrantes en la frontera.

Cabe resaltar que, en septiembre, Andrzej Duda, presidente polaco, firmó la declaración de estado de emergencia para dos provincias fronterizas con Bielorrusia: Podlakia y Lublin. Esta medida impidió, legalmente, el acceso de ONG 's para brindar ayuda y asistencia médica. “La situación en la frontera es difícil y peligrosa”, sostuvo Blazej Spychalski, vocero del presidente Duda.

Amnistía Internacional ha señalado que Polonia, con apego al derecho internacional en materia de refugiados, debe evaluar las solicitudes de asilo. Por otro lado, la OTAN ya le ha refrendado todo su respaldo a Polonia, al tiempo que Rusia —Putin, mejor dicho— ha mostrado su apoyo a Bielorrusia.

¿Podrá este conflicto migratorio poner en jaque la estabilidad de la Unión Europea? En medio de este escenario, la frontera entre Bielorrusia y Polonia está atrapada en una atmósfera violenta y gélida, plagada de armamento militar, dividida por un alambre de púas y cercada por cuerpos policiales.

¿Serán las fronteras lo que no nos define?


Consultor y profesor universitario

Twitter: Petaco10marina

Facebook: Petaco Diez Marina

Instagram: Petaco10marina

El pasado lunes cientos de migrantes, entre los que se encuentran niños y mujeres, llegaron al borde de la frontera bielorrusa con Polonia. La tensión entre la Unión Europea y Bielorrusia ha ido en aumento desde las elecciones fraudulentas de agosto de 2020 —cuyo resultado no ha sido reconocido por la UE—.

Esta coyuntura se ha interpretado como una represalia auspiciada por el presidente Aleksandr Lukashenko, derivado de las sanciones económicas que se le han impuesto a Bielorrusia, mismas que impulsaron Estados Unidos y Canadá.

En su mayoría, los migrantes son kurdos provenientes de Irak y Siria; se estima que se han concentrado dos mil personas en dicha frontera. Ahora bien, no es la primera ocasión que el mandatario bielorruso motiva este tipo de situaciones. Hace unos meses, más de cuatro mil inmigrantes —iraquíes, sirios, afganos, congoleños y cameruneses— entraron ilegalmente a Lituania desde Bielorrusia; una vez que las autoridades lituanas sellaron el paso, se trasladaron a Letonia y Polonia.

El régimen de Lukashenko ha optado por el tránsito aéreo hacia Minsk, capital bielorrusa, a fin de garantizar un acceso seguro a Europa; de este modo, los refugiados pueden evitar rutas peligrosas por mar desde Turquía y África septentrional. En consecuencia, los embajadores de la Unión Europea discutieron la posibilidad de sancionar al aeropuerto de Minsk a fin de que las compañías aéreas internacionales no aterricen con inmigrantes irregulares a bordo.

La reacción de las autoridades polacas no se ha hecho esperar. Han desplegado 15 mil militares a lo largo de su frontera oriental —casi 400 kilómetros—. En agosto, se registraron cerca de 3 mil 500 intentos de entrar al país, alrededor de mil detenciones y 2 mil 500 expulsiones. En virtud de lo anterior, Polonia ha sido objeto de múltiples críticas por su trato a los migrantes en la frontera.

Cabe resaltar que, en septiembre, Andrzej Duda, presidente polaco, firmó la declaración de estado de emergencia para dos provincias fronterizas con Bielorrusia: Podlakia y Lublin. Esta medida impidió, legalmente, el acceso de ONG 's para brindar ayuda y asistencia médica. “La situación en la frontera es difícil y peligrosa”, sostuvo Blazej Spychalski, vocero del presidente Duda.

Amnistía Internacional ha señalado que Polonia, con apego al derecho internacional en materia de refugiados, debe evaluar las solicitudes de asilo. Por otro lado, la OTAN ya le ha refrendado todo su respaldo a Polonia, al tiempo que Rusia —Putin, mejor dicho— ha mostrado su apoyo a Bielorrusia.

¿Podrá este conflicto migratorio poner en jaque la estabilidad de la Unión Europea? En medio de este escenario, la frontera entre Bielorrusia y Polonia está atrapada en una atmósfera violenta y gélida, plagada de armamento militar, dividida por un alambre de púas y cercada por cuerpos policiales.

¿Serán las fronteras lo que no nos define?


Consultor y profesor universitario

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