/ sábado 13 de marzo de 2021

Lo que no nos define|Confinamiento extendido

Hace un año, nuestra realidad cambió radicalmente: se declaró oficialmente la pandemia de COVID-19 y, como sociedad, tomamos medidas de confinamiento con la esperanza de volver algún día a las aulas escolares, a las oficinas de trabajo… al espacio público. Sin embargo, para sorpresa de muchos, el confinamiento se ha extendido y se ha sumergido en una crisis de confianza, reflejada en la prolongación de algo que al ser humano le ha aterrado siempre: la incertidumbre, la cual nos ha enfrentado de manera forzosa, para bien o para mal, ante circunstancias crudas de la vida. De unas hemos aprendido y, de otras, afligido.

Según el Banco Mundial, la pandemia causó una de las recesiones de la economía global más profundas en los últimos 150 años, registrándose una caída del PIB del -4.3%, provocando escenarios de inestabilidad política y social.

Por otro lado, la ONU ha revelado que en 2020 las emisiones de CO2 disminuyeron entre 4% y 7% debido a las medidas del confinamiento. Ahora bien, no basta con esta disminución temporal, al reconocer que las autoridades se han visto orilladas a seguir la tendencia de otros países y empezar a implementar agendas "verdes".

A nivel internacional, los gobiernos han respondido a través de instrumentos fiscales como vía para superar este duro trance. No obstante, nos enfrentamos a un escenario que reclama la creación de políticas públicas, tanto en el plano económico como en el de bienestar.

Por lo tanto, este confinamiento se ha reflejado en el terreno narrativo y fáctico de la polarización, donde las medidas de distanciamiento han permeado en un discurso de roce entre el gobierno y la sociedad civil, ya que mientras siguen cayendo las cifras de recaudación y las de pobreza se aceleran, los problemas de salud mental empiezan a reclamar víctimas, los hospitales se convierten en cementerios y la violencia intrafamiliar estalla. Así pues, se ha desarrollado un reclamo social cada vez más tormentoso, donde la soledad asoma —hoy siendo traducida en un estar mal acompañado—, que genera vicios, apatía, ansiedad, trastornos y dudas, en lugar de resiliencia y fortaleza.

A la vez, se han abierto brechas tecnológicas, de desigualdad, de aprendizaje, que generan resentimiento y rencor dentro del foro público. Peligrosamente, no se vislumbra una cercana reconciliación, solidaridad ni trabajo en conjunto.

En estos momentos, como sociedad, convivimos diversas generaciones y no solamente la mal llamada "generación de cristal", en donde cada uno de nosotros nos hemos cristalizado, apropiándonos de los vicios transgeneracionales, donde al sólo ver nuestro propio reflejo nos hemos desconocido a nosotros mismos.

El confinamiento extendido ha traído profundas transformaciones en distintos planos. Debemos sacar ventaja de las dificultades que afrontamos con el propósito de adaptarnos a una realidad desconocida. De esta forma, a nuestro regreso, estaremos preparados para sobrellevar con resiliencia las adversidades. ¿Será la sana cercanía lo que no nos define?

Consultor y profesor universitario

Twitter: Petaco10marina

Facebook: Petaco Diez Marina

Instagram: Petaco10marina

Hace un año, nuestra realidad cambió radicalmente: se declaró oficialmente la pandemia de COVID-19 y, como sociedad, tomamos medidas de confinamiento con la esperanza de volver algún día a las aulas escolares, a las oficinas de trabajo… al espacio público. Sin embargo, para sorpresa de muchos, el confinamiento se ha extendido y se ha sumergido en una crisis de confianza, reflejada en la prolongación de algo que al ser humano le ha aterrado siempre: la incertidumbre, la cual nos ha enfrentado de manera forzosa, para bien o para mal, ante circunstancias crudas de la vida. De unas hemos aprendido y, de otras, afligido.

Según el Banco Mundial, la pandemia causó una de las recesiones de la economía global más profundas en los últimos 150 años, registrándose una caída del PIB del -4.3%, provocando escenarios de inestabilidad política y social.

Por otro lado, la ONU ha revelado que en 2020 las emisiones de CO2 disminuyeron entre 4% y 7% debido a las medidas del confinamiento. Ahora bien, no basta con esta disminución temporal, al reconocer que las autoridades se han visto orilladas a seguir la tendencia de otros países y empezar a implementar agendas "verdes".

A nivel internacional, los gobiernos han respondido a través de instrumentos fiscales como vía para superar este duro trance. No obstante, nos enfrentamos a un escenario que reclama la creación de políticas públicas, tanto en el plano económico como en el de bienestar.

Por lo tanto, este confinamiento se ha reflejado en el terreno narrativo y fáctico de la polarización, donde las medidas de distanciamiento han permeado en un discurso de roce entre el gobierno y la sociedad civil, ya que mientras siguen cayendo las cifras de recaudación y las de pobreza se aceleran, los problemas de salud mental empiezan a reclamar víctimas, los hospitales se convierten en cementerios y la violencia intrafamiliar estalla. Así pues, se ha desarrollado un reclamo social cada vez más tormentoso, donde la soledad asoma —hoy siendo traducida en un estar mal acompañado—, que genera vicios, apatía, ansiedad, trastornos y dudas, en lugar de resiliencia y fortaleza.

A la vez, se han abierto brechas tecnológicas, de desigualdad, de aprendizaje, que generan resentimiento y rencor dentro del foro público. Peligrosamente, no se vislumbra una cercana reconciliación, solidaridad ni trabajo en conjunto.

En estos momentos, como sociedad, convivimos diversas generaciones y no solamente la mal llamada "generación de cristal", en donde cada uno de nosotros nos hemos cristalizado, apropiándonos de los vicios transgeneracionales, donde al sólo ver nuestro propio reflejo nos hemos desconocido a nosotros mismos.

El confinamiento extendido ha traído profundas transformaciones en distintos planos. Debemos sacar ventaja de las dificultades que afrontamos con el propósito de adaptarnos a una realidad desconocida. De esta forma, a nuestro regreso, estaremos preparados para sobrellevar con resiliencia las adversidades. ¿Será la sana cercanía lo que no nos define?

Consultor y profesor universitario

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