Toda crisis es de confianza. De esta manera, el objetivo es si hablamos de confianza en el poder o en la perduración. El 11 de marzo de 2020, la OMS declaró la epidemia de COVID-19 como pandemia. Para entonces, la situación en China ya estaba desbordada, y en España e Italia se habían disparado efectos sumamente alarmantes. En México estábamos confiados, en muchos sentidos, de que todavía no impactaba en nuestro país. Hoy, nos encontramos a tan sólo unos días de que se cumpla un año desde que se registró el primer caso oficial.
La confianza ya se estaba perdiendo en virtud del ejercicio del poder político y su perdurabilidad. El INEGI reveló que la economía nacional decreció 0.1% el primer año de la presente administración. En medio de este panorama de incertidumbre, que ha desincentivado la inversión del sector privado y propiciado la salida de capitales, esta semana JP Morgan dio a conocer que retirará su negocio de banca privada en el territorio nacional.
En cuanto a la esfera social, la pandemia nos ha afectado de diversas formas. El CONEVAL estima en su Informe de Evaluación de la Política de Desarrollo Social 2020, que México retornó a cifras de pobreza equivalentes a las de hace una década. Hoy en día, hay más personas en situación de pobreza por ingresos y en pobreza extrema. Parece que la perdurabilidad tendrá fuerza gravitatoria, y que atraerá a mayor población a la mal llamada “base de la pirámide”. Mientras tanto, el presidente Xi Jinping celebró los esfuerzos por erradicar la pobreza rural en China; ya suman alrededor de 100 millones de personas que han logrado superar esta condición.
El poder y la perduración guardan una conexión importante. Esta semana, en la Cámara de Diputados se manifestó una muestra de poder, pero no de perduración —hubo poco interés en las próximas generaciones—. Se discutió la pobreza energética a futuro en el marco de la coyuntura actual. Al respecto, Bill Gates declaró que México debía apostar más por la educación que por el petróleo. En el ámbito global, Biden dio un golpe de poder al expresar que su mejor socio comercial es Canadá. Sin embargo, la perduración de la agenda bilateral con nuestro país será permanente.
Aunque éstos podrían parecer hechos aislados, los podemos relacionar no sólo con decisiones del orden institucional, sino en lo particular. A un año de distancia, el orden mundial ha cambiado radicalmente. Se ha puesto sobre la mesa la oportunidad de ser mejores personas, de experimentar la alegría de la vida y de replantearnos nosotros mismos —como individuos y como sociedad— con base en un eje de vinculación humana que aborde distintos frentes, como el medioambiental. Éste es un tema de perdurabilidad de toda la especie, y de cómo nos relacionamos con la naturaleza.
En este sentido, resulta necesario cuestionar qué está salvaguardando el ejercicio del poder en su perdurabilidad; así como determinar si buscamos empoderarnos o perdurarnos mediante la resiliencia o la adaptación a los cambios. ¿Será la perdurabilidad y no el poder lo que no nos define?
Consultor y profesor universitario
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