por Lucía Villarreal
“¡Es primavera!” celebraste hace dos semanas.
“No, mamá. Hasta el veintiuno” te corrige la de diez.
Pero almas como la tuya no esperan el calendario:
¡Es primavera!
Te lo dice el canto de las aves y
el joven tabachín que reverdece.
Lo confirma el brillante sol que no quema
y la brisa de azahar que te envolvió al caminar por la mañana.
Morado en la jacaranda,
amarillo en la gerbera y
blanco en la cuna de Moisés.
¡Hasta lavanda en la citronela! (no sabías que floreaba).
Primavera.
Sandalias en los pies y manga corta.
Lluvias esporádicas y el canto de pájaros lejanos
que entra por una ventana.
Ganas de limpiar, de ordenar,
de sacar de casa lo que no usas, lo que no necesitas.
El receso escolar de Semana Santa está a la vuelta de la esquina:
momento de planear un tiempo en familia.
De paseo por el parque, te quedas inmóvil.
Pretendes ubicar el origen preciso de aquel canto.
¡Lo encuentras!
Rojo escarlata, pequeño y solitario.
Te da por buscar figuras entre las nubes,
por pisar la hierba húmeda,
por caminar despacio, sin rumbo.
Por abrirte a otras posibilidades.
Nunca más intenso el querer renovarte.
Sábanas frescas, pies descalzos.
Manos dadas.
También es primavera dentro de casa.
Twitter: @lucyvillarreala