/ martes 12 de octubre de 2021

Psicología para todos | Defensora de la dignidad social y de la mujer, sin sermones populistas


Mira me gustaría esto en su cripta:

‘Defensora de la dignidad social y de la mujer, sin sermones populistas. Su misión ha sido resolver, cooperar, transformar’.


Valorar el legado y el lugar que la canciller ocupará en los libros de historia requiere aún de tiempo y cierta distancia. Es evidente la mancha imborrable que supusieron las políticas de austeridad alemanas en Europa. O el haber permitido la entrada a más de millón y medio de refugiados en tiempos de nacionalismos xenófobos. El legado de la política de los pasos pequeños trasciende, sin embargo, las grandes decisiones. Es más difuso y complejo. De momento, Alemania se resiste a pasar página y parece querer más Merkel.

Cuando nació Merkel, en Hamburgo (17 de julio de 1954), la selección de la República Federal de Alemania acababa de ganar el Mundial de Futbol de Suiza al vencer a los húngaros; fue un año especial que terminaría marcando el derrotero de varias naciones como China con la autoproclamación de Mao Zedong, al tiempo que Vietnam lograba el reconocimiento de su independencia por parte de Francia.

Angela Dorotea Kasner, mejor conocida por todos como Angela Merkel (tomó el apellido de su primer marido, el físico Ulrich Merkel, de quien se divorció) nació en la parte libre de Alemania pero por azares de la vida desde muy niña terminó desplazada hacia la parte de la Alemania comunista. Allí, en la República Democrática Alemana, su padre ejerció como pastor en la iglesia de Quitzow.

De religión luterana, habla el ruso, se graduó de la Universidad de Leipzig en Física y tiene un doctorado en Química; ella misma cuenta repetidamente que el día que cayó el Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, estaba en un sauna con una amiga. Tenía tan solo 35 años.

Ese hecho la marcaría para siempre y fue uno de los motivos para que decidiera entrar en la política: en 1990 se unió al nuevo partido Despertar Democrático, que luego formaría parte de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU).

Prácticamente ha hecho actividad y ha estado involucrada con distintas tareas desde el proceso mismo que llevó a la unificación de las dos Alemanias: la occidental o República Federal de Alemania y la oriental o República Democrática Alemana.

Este se celebraron las elecciones generales, las primeras en tres lustros a las que no se presenta la canciller y los candidatos compiten por ver quién es más merkeliano. Quién logra transmitir a los ciudadanos esa sensación de seguridad desde el centro político, que a estas alturas sigue cautivando al electorado. Una última encuesta para la televisión pública refleja que un 80% de los alemanes consideran positiva la herencia de Angela Merkel. Si se volviera a presentar, probablemente volvería a ganar. La consideran una funcionaria decente y responsable que aspira a resolver los problemas más a que a pasar a la historia como una gran estadista.

La misma figura de Angela Merkel es de imposible repetición. Ha sido clave tanto interna como internacionalmente. Durante cuatro mandatos y 16 años ha imprimido al cargo su estilo sobrio, pragmático y a la vez próximo a las cuitas cotidianas de sus compatriotas. Fue la primera mujer en convertirse en canciller en la historia de su país y aunque ha reclamado más presencia de mujeres en distintos foros, solo recientemente, este mismo mes de septiembre, se ha proclamado feminista. Se va queriendo participar del viento de la historia.

us cuatro mandatos han estado marcados por crisis de una envergadura formidable. La del euro, la de Ucrania, la de los refugiados, la pandemia… Merkel las ha domado con un arte negociador y una capacidad para tejer compromisos que ha ido perfeccionando con los años. Conoce a la perfección los ritmos, a quién hay que llamar y cuándo. Qué señales diplomáticas hay que emitir y con qué intensidad en un mundo multilateral cuya mecánica del poder domina a estas alturas como pocos. “Las élites políticas europeas consideran a Alemania como un socio con el que cooperan y al que ven con buenos ojos. Piensan que Merkel se ha preocupado por los países grandes y también por los pequeños y la consideran una figura mucho menos disruptiva que, por ejemplo, Emmanuel Macron”, explica Jana Puglierin, al frente del European Council on Foreign Relations en Berlín, en alusión a una reciente encuesta global del instituto.

Lo mejor de su baraja de la canciller estriba en haber desplegado casi siempre políticas sensatas mediante la continua búsqueda del centro político y lejos de los extremos.

Su balance concreto es pues muy digno, aunque quepa retraerle la timidez de las inversiones internas (en infraestructuras, en digitalización) o el escaso empeño transformador en las reformas. Pero Merkel, al cabo, ha terminado con la ecuación de Alemania como gigante económico y enano político. Aunque queda margen para avanzar más deprisa, también en esta última dimensión ha logrado hacer de Alemania una locomotora. Merkel desde el 2018 se declaró activa y ferviente feminista.

La victoria de Olaf Scholz revive a la social democracia europea. El futuro ejecutivo alemán que nazca de las negociaciones tendrá que enfrentarse a medidas de calado, como la reforma de las reglas fiscales o la posición de la unión europea frente a China.


Mira me gustaría esto en su cripta:

‘Defensora de la dignidad social y de la mujer, sin sermones populistas. Su misión ha sido resolver, cooperar, transformar’.


Valorar el legado y el lugar que la canciller ocupará en los libros de historia requiere aún de tiempo y cierta distancia. Es evidente la mancha imborrable que supusieron las políticas de austeridad alemanas en Europa. O el haber permitido la entrada a más de millón y medio de refugiados en tiempos de nacionalismos xenófobos. El legado de la política de los pasos pequeños trasciende, sin embargo, las grandes decisiones. Es más difuso y complejo. De momento, Alemania se resiste a pasar página y parece querer más Merkel.

Cuando nació Merkel, en Hamburgo (17 de julio de 1954), la selección de la República Federal de Alemania acababa de ganar el Mundial de Futbol de Suiza al vencer a los húngaros; fue un año especial que terminaría marcando el derrotero de varias naciones como China con la autoproclamación de Mao Zedong, al tiempo que Vietnam lograba el reconocimiento de su independencia por parte de Francia.

Angela Dorotea Kasner, mejor conocida por todos como Angela Merkel (tomó el apellido de su primer marido, el físico Ulrich Merkel, de quien se divorció) nació en la parte libre de Alemania pero por azares de la vida desde muy niña terminó desplazada hacia la parte de la Alemania comunista. Allí, en la República Democrática Alemana, su padre ejerció como pastor en la iglesia de Quitzow.

De religión luterana, habla el ruso, se graduó de la Universidad de Leipzig en Física y tiene un doctorado en Química; ella misma cuenta repetidamente que el día que cayó el Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, estaba en un sauna con una amiga. Tenía tan solo 35 años.

Ese hecho la marcaría para siempre y fue uno de los motivos para que decidiera entrar en la política: en 1990 se unió al nuevo partido Despertar Democrático, que luego formaría parte de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU).

Prácticamente ha hecho actividad y ha estado involucrada con distintas tareas desde el proceso mismo que llevó a la unificación de las dos Alemanias: la occidental o República Federal de Alemania y la oriental o República Democrática Alemana.

Este se celebraron las elecciones generales, las primeras en tres lustros a las que no se presenta la canciller y los candidatos compiten por ver quién es más merkeliano. Quién logra transmitir a los ciudadanos esa sensación de seguridad desde el centro político, que a estas alturas sigue cautivando al electorado. Una última encuesta para la televisión pública refleja que un 80% de los alemanes consideran positiva la herencia de Angela Merkel. Si se volviera a presentar, probablemente volvería a ganar. La consideran una funcionaria decente y responsable que aspira a resolver los problemas más a que a pasar a la historia como una gran estadista.

La misma figura de Angela Merkel es de imposible repetición. Ha sido clave tanto interna como internacionalmente. Durante cuatro mandatos y 16 años ha imprimido al cargo su estilo sobrio, pragmático y a la vez próximo a las cuitas cotidianas de sus compatriotas. Fue la primera mujer en convertirse en canciller en la historia de su país y aunque ha reclamado más presencia de mujeres en distintos foros, solo recientemente, este mismo mes de septiembre, se ha proclamado feminista. Se va queriendo participar del viento de la historia.

us cuatro mandatos han estado marcados por crisis de una envergadura formidable. La del euro, la de Ucrania, la de los refugiados, la pandemia… Merkel las ha domado con un arte negociador y una capacidad para tejer compromisos que ha ido perfeccionando con los años. Conoce a la perfección los ritmos, a quién hay que llamar y cuándo. Qué señales diplomáticas hay que emitir y con qué intensidad en un mundo multilateral cuya mecánica del poder domina a estas alturas como pocos. “Las élites políticas europeas consideran a Alemania como un socio con el que cooperan y al que ven con buenos ojos. Piensan que Merkel se ha preocupado por los países grandes y también por los pequeños y la consideran una figura mucho menos disruptiva que, por ejemplo, Emmanuel Macron”, explica Jana Puglierin, al frente del European Council on Foreign Relations en Berlín, en alusión a una reciente encuesta global del instituto.

Lo mejor de su baraja de la canciller estriba en haber desplegado casi siempre políticas sensatas mediante la continua búsqueda del centro político y lejos de los extremos.

Su balance concreto es pues muy digno, aunque quepa retraerle la timidez de las inversiones internas (en infraestructuras, en digitalización) o el escaso empeño transformador en las reformas. Pero Merkel, al cabo, ha terminado con la ecuación de Alemania como gigante económico y enano político. Aunque queda margen para avanzar más deprisa, también en esta última dimensión ha logrado hacer de Alemania una locomotora. Merkel desde el 2018 se declaró activa y ferviente feminista.

La victoria de Olaf Scholz revive a la social democracia europea. El futuro ejecutivo alemán que nazca de las negociaciones tendrá que enfrentarse a medidas de calado, como la reforma de las reglas fiscales o la posición de la unión europea frente a China.