/ martes 23 de noviembre de 2021

Psicología para todos | Querétaro y la pandemia; “las cosas no cambian; cambiamos nosotros”


Querétaro es su gente, una ilusión y realidad, formada por el empuje de varios gobernantes; un sueño realizado para los más antiguos queretanos y un sueño despierto de los ciudadanos de provincia emigrados, porque solo conocen lo que han imaginado.

Rigurosos como somos los nacidos en esta noble tierra, poco a poco nos dimos cuenta de que al mundo contemporáneo lo iban a definir tres conceptos: el átomo, el byte y el gen; así cuando se requirió en la pandemia nosotros ya estábamos ahí. Querétaro es el único estado donde se producen vacunas, donde se hacen chips, donde se investiga y se desarrolla todo lo relacionado con el átomo también es en esta tierra.

Sin perder de vista que somos ciudadanos vulnerables del mismo país, planeta, dependemos unos de otros. La historia de la medicina está llena de estudios médicos, a veces abusivos, y la ciencia no está libre de ideologías contradictorias, ni ahora, ni antes. El mundo de ayer cada vez es más remoto, un continente exótico, casi otro siglo, el nuevo no acaba de llegar y todavía no se vislumbra. Estamos en el 2021 y los demonios siguen volando como en procesión por doquier. Recuerdo optimista, apenas hace un año, por la llegada de las vacunas al país, pero después de 4 millones de muertes en el mundo. Nadie esperaba que morirían por el Covid19, ni sospeche sufrir pérdidas en mis seres queridos.

Hace unos meses algunas de esas personas vivían agobiadas por diabetes, artritis, hipertensión, la hipoteca y tal vez el desempleo, pero no por un mero puñado de proteínas que contagian el virus sin fronteras ni religión, ni ideología, de ciencia ficción, de no creérselo y eso y justo eso, el no creérselo, es por lo que muchos gobernantes llevaron al mundo a una catástrofe. Eso nos obliga a reflexionar sobre nuestro sitio en el planeta, y la relación con nuestros antepasados y futuras generaciones.

Me pregunto ¿Qué se ha aprendido de la pandemia?

Al reflexionar, sobre los que habitamos Querétaro y la pandemia reactivamos fragmentos de experiencias pasadas que se combinan con nuevos escenarios. Si no es la respiración, es un recuerdo nos atrapa en el aislamiento para volver a sumergirnos en una ensoñación del mar de lo sensible, en paladear, palpar, olfatear el mundo vivido, nos remite a la infancia. Todo como un mecanismo que intenta minimizar la sorpresa y la incertidumbre.

Nos remite también a la ciudad y no hay una Ciudad de Querétaro, hay varias y compiten, así como en sus municipios sucede algo parecido guardando toda proporción, se enfrentan todas sin importar época o tipo de habitantes. Al llegar un ciudadano a un barrio que se distingue de otros, se mimetiza con la arquitectura y costumbres, lo defiende, con la sensación e ilusión de que al final, solo ese barrio quedará, como único superviviente de la ciudad.


Querétaro es su gente, una ilusión y realidad, formada por el empuje de varios gobernantes; un sueño realizado para los más antiguos queretanos y un sueño despierto de los ciudadanos de provincia emigrados, porque solo conocen lo que han imaginado.

Rigurosos como somos los nacidos en esta noble tierra, poco a poco nos dimos cuenta de que al mundo contemporáneo lo iban a definir tres conceptos: el átomo, el byte y el gen; así cuando se requirió en la pandemia nosotros ya estábamos ahí. Querétaro es el único estado donde se producen vacunas, donde se hacen chips, donde se investiga y se desarrolla todo lo relacionado con el átomo también es en esta tierra.

Sin perder de vista que somos ciudadanos vulnerables del mismo país, planeta, dependemos unos de otros. La historia de la medicina está llena de estudios médicos, a veces abusivos, y la ciencia no está libre de ideologías contradictorias, ni ahora, ni antes. El mundo de ayer cada vez es más remoto, un continente exótico, casi otro siglo, el nuevo no acaba de llegar y todavía no se vislumbra. Estamos en el 2021 y los demonios siguen volando como en procesión por doquier. Recuerdo optimista, apenas hace un año, por la llegada de las vacunas al país, pero después de 4 millones de muertes en el mundo. Nadie esperaba que morirían por el Covid19, ni sospeche sufrir pérdidas en mis seres queridos.

Hace unos meses algunas de esas personas vivían agobiadas por diabetes, artritis, hipertensión, la hipoteca y tal vez el desempleo, pero no por un mero puñado de proteínas que contagian el virus sin fronteras ni religión, ni ideología, de ciencia ficción, de no creérselo y eso y justo eso, el no creérselo, es por lo que muchos gobernantes llevaron al mundo a una catástrofe. Eso nos obliga a reflexionar sobre nuestro sitio en el planeta, y la relación con nuestros antepasados y futuras generaciones.

Me pregunto ¿Qué se ha aprendido de la pandemia?

Al reflexionar, sobre los que habitamos Querétaro y la pandemia reactivamos fragmentos de experiencias pasadas que se combinan con nuevos escenarios. Si no es la respiración, es un recuerdo nos atrapa en el aislamiento para volver a sumergirnos en una ensoñación del mar de lo sensible, en paladear, palpar, olfatear el mundo vivido, nos remite a la infancia. Todo como un mecanismo que intenta minimizar la sorpresa y la incertidumbre.

Nos remite también a la ciudad y no hay una Ciudad de Querétaro, hay varias y compiten, así como en sus municipios sucede algo parecido guardando toda proporción, se enfrentan todas sin importar época o tipo de habitantes. Al llegar un ciudadano a un barrio que se distingue de otros, se mimetiza con la arquitectura y costumbres, lo defiende, con la sensación e ilusión de que al final, solo ese barrio quedará, como único superviviente de la ciudad.