/ martes 2 de febrero de 2021

Psicología para todos|Covid-19 y el silencio significativo

Antes éramos todo acción, tacto y vista ahora somos todo oídos. Es como si la pandemia tratara de afinar el mundo. El paisaje sonoro que apenas vamos descubriendo nos ayuda a entender la ecología acústica, con una variedad de cantos de pájaros, sonido del viento, de las ramas de los arboles sonidos saludables. También ya percibimos las marcas sonoras de nuestro hogar, que la colorean de seguridad y de los hábitos de nuestros familiares. Igual nos pueden crear respuestas emocionales e inconscientes profundas: memorias, emociones e incluso viscerales. Pero al final nuestros miedos se alertan por sonidos y se tranquilizan al certificar el origen del esos ruidos.

El coronavirus, entidad invisible e insonora, ha cambiado el sonido del mundo y la ubicación de nuestro escucha. Ahora es una especie de atención flotante que es la característica para percibir los murmullos interiores, los que se manifiestan en los largos silencios del confinamiento. Aunque esta atención flotante se ve movida por que ahora nos relacionamos también con el ambiente con nuestro espacio acústico como nunca antes, y se ve alterado por la comunicación con otros seres queridos, compañeros de trabajo o desconocidos que nos aparecen en el espacio cibernético y nos obliga a tener el cerebro enchufado a los auriculares.

Quizá deberíamos de escuchar y observar la naturaleza con algo más de humildad: no hay árboles ansiosos, ni flores neuróticas, ni pájaros preocupados. Y a boca de jarro les pregunto: ¿Cómo hacer oír la voz del individuo en tiempos de guerra contra un virus y demagogia de la mayoría de los políticos? Les contesto con otra pregunta: ¿Cómo hacer oír nuestra voz que busca una intimidad y el contacto directo con el prójimo?

A la distancia en nuestros confinamientos coincidimos en buscar un aliento de esperanza. En una buena parte del mundo cada quien puede conservar su individualidad y ser libre todavía; el camino que hay que defender es ese, no el del poder político, sino el respeto a la individualidad, la libre empresa a los emprendedores, nada de siervos de la nación, todo lo que le permite a un hombre estrechar la mano del otro sin importar color, raza, o nivel social, ahora tan usadas estas diferencias, por los populistas para dividirnos. No creo en las creencias, pero si en las relaciones interpersonales, lo único que nos queda. Esta expresión parece frágil en unos años amenazados por autoritarismos de izquierda o de derecha. Conecto otro comentario: La juventud hoy puede detectar ecos de un nuevo compañerismo que llega a la fraternidad: Tolerante y ético.

Dispuestos a no seguir a ninguna creencia ni ideológica, ni religiosa y menos política, van por la defensa de la tierra y el prójimo. Ellos y todos vivimos en la incertidumbre del día a día; en otras palabras, eres el héroe de tu propia historia. Y no las autoridades gubernamentales. El silencio es señal de determinadas vivencias psíquicas. Es también índice de la una actitud espiritualidad o de un estado de ánimo que está emparentado con el gesto y la fisonomía.

La palabra en efecto, es patrimonio que el hombre no comparte con ninguna otra criatura. Animal racional significa también provisto de la palabra. El mundo humano llega hasta donde alcance lenguaje predictivo, se encuentra ya en la percepción en la conducta práctica. El gesto, La mímica y la danza son modos del habla y como lo veremos también es el silencio. Y la posibilidad originaria de la plata es tanto el decir como el callar. Entre esos dos extremos se tendrá toda forma de lenguaje. Esta pandemia nos ha dejado sin saber nombrar muchos fenómenos y ha puesto en nuestro lenguaje cotidiano más de 50 términos que nunca antes habíamos usado. El humano quiere saber cómo se llaman las cosas para poder sentir las más hospitalarias. En mi consulta con las parejas a veces lo importante no es qué se dicen, aunque en eso siempre hay cosas encubiertas, en las parejas a veces hay que saber escudriñar en lo que ‘no se han dicho’, y tratar de responder porque no se lo han dicho, ya sea que no lo hacen por un sentido positivo, o no le dicen por maldad.

Antes éramos todo acción, tacto y vista ahora somos todo oídos. Es como si la pandemia tratara de afinar el mundo. El paisaje sonoro que apenas vamos descubriendo nos ayuda a entender la ecología acústica, con una variedad de cantos de pájaros, sonido del viento, de las ramas de los arboles sonidos saludables. También ya percibimos las marcas sonoras de nuestro hogar, que la colorean de seguridad y de los hábitos de nuestros familiares. Igual nos pueden crear respuestas emocionales e inconscientes profundas: memorias, emociones e incluso viscerales. Pero al final nuestros miedos se alertan por sonidos y se tranquilizan al certificar el origen del esos ruidos.

El coronavirus, entidad invisible e insonora, ha cambiado el sonido del mundo y la ubicación de nuestro escucha. Ahora es una especie de atención flotante que es la característica para percibir los murmullos interiores, los que se manifiestan en los largos silencios del confinamiento. Aunque esta atención flotante se ve movida por que ahora nos relacionamos también con el ambiente con nuestro espacio acústico como nunca antes, y se ve alterado por la comunicación con otros seres queridos, compañeros de trabajo o desconocidos que nos aparecen en el espacio cibernético y nos obliga a tener el cerebro enchufado a los auriculares.

Quizá deberíamos de escuchar y observar la naturaleza con algo más de humildad: no hay árboles ansiosos, ni flores neuróticas, ni pájaros preocupados. Y a boca de jarro les pregunto: ¿Cómo hacer oír la voz del individuo en tiempos de guerra contra un virus y demagogia de la mayoría de los políticos? Les contesto con otra pregunta: ¿Cómo hacer oír nuestra voz que busca una intimidad y el contacto directo con el prójimo?

A la distancia en nuestros confinamientos coincidimos en buscar un aliento de esperanza. En una buena parte del mundo cada quien puede conservar su individualidad y ser libre todavía; el camino que hay que defender es ese, no el del poder político, sino el respeto a la individualidad, la libre empresa a los emprendedores, nada de siervos de la nación, todo lo que le permite a un hombre estrechar la mano del otro sin importar color, raza, o nivel social, ahora tan usadas estas diferencias, por los populistas para dividirnos. No creo en las creencias, pero si en las relaciones interpersonales, lo único que nos queda. Esta expresión parece frágil en unos años amenazados por autoritarismos de izquierda o de derecha. Conecto otro comentario: La juventud hoy puede detectar ecos de un nuevo compañerismo que llega a la fraternidad: Tolerante y ético.

Dispuestos a no seguir a ninguna creencia ni ideológica, ni religiosa y menos política, van por la defensa de la tierra y el prójimo. Ellos y todos vivimos en la incertidumbre del día a día; en otras palabras, eres el héroe de tu propia historia. Y no las autoridades gubernamentales. El silencio es señal de determinadas vivencias psíquicas. Es también índice de la una actitud espiritualidad o de un estado de ánimo que está emparentado con el gesto y la fisonomía.

La palabra en efecto, es patrimonio que el hombre no comparte con ninguna otra criatura. Animal racional significa también provisto de la palabra. El mundo humano llega hasta donde alcance lenguaje predictivo, se encuentra ya en la percepción en la conducta práctica. El gesto, La mímica y la danza son modos del habla y como lo veremos también es el silencio. Y la posibilidad originaria de la plata es tanto el decir como el callar. Entre esos dos extremos se tendrá toda forma de lenguaje. Esta pandemia nos ha dejado sin saber nombrar muchos fenómenos y ha puesto en nuestro lenguaje cotidiano más de 50 términos que nunca antes habíamos usado. El humano quiere saber cómo se llaman las cosas para poder sentir las más hospitalarias. En mi consulta con las parejas a veces lo importante no es qué se dicen, aunque en eso siempre hay cosas encubiertas, en las parejas a veces hay que saber escudriñar en lo que ‘no se han dicho’, y tratar de responder porque no se lo han dicho, ya sea que no lo hacen por un sentido positivo, o no le dicen por maldad.