/ miércoles 21 de marzo de 2018

Sólo para villamelones

Si hay un torero que ha perdurado, en calidad y poder, a lo largo de los años, ése es Enrique Ponce.

El torero valenciano, quien tomara la alternativa en 1990, se mantiene en el candelero como si atravesara por el mejor momento de su carrera taurina; es más, ese momento parece acrecentarse a pesar del tiempo, a pesar de todo.

Posee Ponce una sapiencia evidente frente a todos los toros, al grado que puede decirse, sin temor a cometer alguna exageración, que si Enrique no le hace faena a un toro es porque éste simplemente no la tiene.

Cierto que está en la cúspide de la baraja taurina del mundo, y que eso le permite escoger encierros, y también seguramente alternantes, pero nadie puede regatearle un ápice su profesionalismo frente a los bureles y esas ansias que parecen de novillero. Un novillero con todo el caudal de conocimientos de quien ha recorrido la legua del toreo.

Cualquier fecha, cualquier feria, es buena para comprobar lo dicho. Ponce llega a todos sus compromisos con esa potencia torera que lo convierte en triunfador de todas las plazas. Basta con recapitular, por ejemplo y sin ir más lejos, la más reciente Feria de Fallas, que acaba de concluir en estos días.

Un par de puertas grandes en la plaza de su tierra, hasta donde llegó con esos deseos inconmensurables de triunfo, refrendan en la primera de las grandes ferias de la temporada española que tenemos un Ponce dispuesto a todo por cortar apéndices, y un torero de los que se denominan de época.

Con cuarenta y seis años de edad y veintisiete, recién cumplidos, de alternativa, hoy Enrique Ponce es el diestro con la carrera más sólida del mundo taurino. Podrá haber otros gustos, otras preferencias, pero el torero nacido en Chiva será siempre una garantía en cualquier cartel.

Si hay un torero que ha perdurado, en calidad y poder, a lo largo de los años, ése es Enrique Ponce.

El torero valenciano, quien tomara la alternativa en 1990, se mantiene en el candelero como si atravesara por el mejor momento de su carrera taurina; es más, ese momento parece acrecentarse a pesar del tiempo, a pesar de todo.

Posee Ponce una sapiencia evidente frente a todos los toros, al grado que puede decirse, sin temor a cometer alguna exageración, que si Enrique no le hace faena a un toro es porque éste simplemente no la tiene.

Cierto que está en la cúspide de la baraja taurina del mundo, y que eso le permite escoger encierros, y también seguramente alternantes, pero nadie puede regatearle un ápice su profesionalismo frente a los bureles y esas ansias que parecen de novillero. Un novillero con todo el caudal de conocimientos de quien ha recorrido la legua del toreo.

Cualquier fecha, cualquier feria, es buena para comprobar lo dicho. Ponce llega a todos sus compromisos con esa potencia torera que lo convierte en triunfador de todas las plazas. Basta con recapitular, por ejemplo y sin ir más lejos, la más reciente Feria de Fallas, que acaba de concluir en estos días.

Un par de puertas grandes en la plaza de su tierra, hasta donde llegó con esos deseos inconmensurables de triunfo, refrendan en la primera de las grandes ferias de la temporada española que tenemos un Ponce dispuesto a todo por cortar apéndices, y un torero de los que se denominan de época.

Con cuarenta y seis años de edad y veintisiete, recién cumplidos, de alternativa, hoy Enrique Ponce es el diestro con la carrera más sólida del mundo taurino. Podrá haber otros gustos, otras preferencias, pero el torero nacido en Chiva será siempre una garantía en cualquier cartel.