/ miércoles 9 de mayo de 2018

Sólo para villamelones

La legendaria plaza de toros madrileña de Las Ventas ha generado ya el primer nombre de los que pueden considerarse triunfadores esta temporada 2018, aún antes de iniciar el ferial isidril, el más importante del mundo. Ese nombre es el de Javier Cortés.

El torero madrileño, acostumbrado al sacrificio, lleva ya ocho años como matador de toros, luego de que se doctoró en la también madrileña plaza de Vistalegre en el 2010, y tuvo la oportunidad de participar en uno de los dos festejos, previos al serial de San Isidro, que comprende la llamada Feria de la Comunidad.

Cortés partió plaza el pasado miércoles dos de mayo para estoquear un encierro de la ganadería de José Miguel Arroyo, que lidia con los hierros de El Tajo y La Reina; en el cartel era acompañado por Iván Vicente y por Gonzalo Caballero, que tras su reciente discurso para rechazar el premio que le había sido conferido, centraba sobre sí la mayor de las expectaciones.

Pero la tarde se la llevó, sin duda, Javier, con una faena que algunos críticos catalogaron como sublime, cargada de intensidad, de entrega y de un peligro tan evidente como sus consecuencias: una muy fuerte cornada en el muslo, que tuvo que atenderse en la enfermería de la plaza apenas pasaportar a su segundo. Hasta esa enfermería su cuadrilla le llevó la oreja que le fue concedida desde las alturas.

La de Cortés fue una de esas faenas que nos hacen recordar la magia y el riesgo que conlleva la profesión de torero. Sabía el diestro que no podía desaprovechar la oportunidad de complementar un cartel de la plaza más importante del mundo, así fuera dentro de los festejos previos a la amplia y variada feria de San Isidro.

Toreó a profundidad, arriesgando el físico y dominando con determinación a un toro bravo. Se llevó la cornada, pero continuó sobre la arena, cojeando visiblemente cada vez que concluía una tanda y se iba de la cara del toro. Ahí estuvo, como el valiente que es, estructurando una faena completa y cargada de emociones.

Y su nombre quedó ya grabado como el primero de los triunfadores del año en Las Ventas. Y es que esa plaza madrileña es así: abre las puertas del resto de la temporada, o las cierra, según el caso.

Javier Cortés, con esa su entrega, su valentía y su verdad, las abrió de par en par, y de paso nos recordó lo apasionado y riesgoso que es lidiar reses bravas.

La legendaria plaza de toros madrileña de Las Ventas ha generado ya el primer nombre de los que pueden considerarse triunfadores esta temporada 2018, aún antes de iniciar el ferial isidril, el más importante del mundo. Ese nombre es el de Javier Cortés.

El torero madrileño, acostumbrado al sacrificio, lleva ya ocho años como matador de toros, luego de que se doctoró en la también madrileña plaza de Vistalegre en el 2010, y tuvo la oportunidad de participar en uno de los dos festejos, previos al serial de San Isidro, que comprende la llamada Feria de la Comunidad.

Cortés partió plaza el pasado miércoles dos de mayo para estoquear un encierro de la ganadería de José Miguel Arroyo, que lidia con los hierros de El Tajo y La Reina; en el cartel era acompañado por Iván Vicente y por Gonzalo Caballero, que tras su reciente discurso para rechazar el premio que le había sido conferido, centraba sobre sí la mayor de las expectaciones.

Pero la tarde se la llevó, sin duda, Javier, con una faena que algunos críticos catalogaron como sublime, cargada de intensidad, de entrega y de un peligro tan evidente como sus consecuencias: una muy fuerte cornada en el muslo, que tuvo que atenderse en la enfermería de la plaza apenas pasaportar a su segundo. Hasta esa enfermería su cuadrilla le llevó la oreja que le fue concedida desde las alturas.

La de Cortés fue una de esas faenas que nos hacen recordar la magia y el riesgo que conlleva la profesión de torero. Sabía el diestro que no podía desaprovechar la oportunidad de complementar un cartel de la plaza más importante del mundo, así fuera dentro de los festejos previos a la amplia y variada feria de San Isidro.

Toreó a profundidad, arriesgando el físico y dominando con determinación a un toro bravo. Se llevó la cornada, pero continuó sobre la arena, cojeando visiblemente cada vez que concluía una tanda y se iba de la cara del toro. Ahí estuvo, como el valiente que es, estructurando una faena completa y cargada de emociones.

Y su nombre quedó ya grabado como el primero de los triunfadores del año en Las Ventas. Y es que esa plaza madrileña es así: abre las puertas del resto de la temporada, o las cierra, según el caso.

Javier Cortés, con esa su entrega, su valentía y su verdad, las abrió de par en par, y de paso nos recordó lo apasionado y riesgoso que es lidiar reses bravas.