/ miércoles 18 de julio de 2018

Sólo para villamelones

En la Tauromaquia no sólo se dan dinastías de toreros; también en otros ámbitos del mundo del toro pueden encontrarse varias generaciones de destacados profesionales que, de una u otra manera, han ayudado a engrandecerlo.

Es el caso, desde luego, de los cirujanos taurinos, médicos que han encontrado en la especialización en atención a las heridas por asta de toro una forma de vida igualmente apasionante y substancial. Son ellos los que han permitido, en incontables ocasiones, que la vida de los toreros prevalezca a pesar de las circunstancias.

Y en Querétaro podemos presumir de una notable estirpe de médicos taurinos: los Alcocer. Una especialización iniciada, hace décadas, por el Dr. Francisco Alcocer Pozo, fundador del sanatorio que lleva su nombre, quien ganó merecida fama de cirujano al intervenir a todos esos toreros, incluidas figuras de renombre en su tiempo, que tuvieron la pena de caer heridos en tierras queretanas.

Por fortuna, la vocación médica y taurina de don Pancho, como le conocían los queretanos, trascendió en su hijo Paco, quien, poco a poco y a la par de su padre, fue haciéndose su propio camino en esas lides. Francisco Alcocer Herrera aprendió en las aulas la difícil profesión de cirujano, pero en las enfermerías de las plazas y en los quirófanos, la especialidad que su padre le heredó.

Muchos fueron también los toreros que fueron atendidos por Paco Alcocer en Querétaro, y a más de uno de ellos sus hábiles manos le salvaron la vida. Su trabajo profesional siempre llevó la certeza de la profesionalidad, la capacitación inmejorable y la capacidad médica.

Supongo que para los que se juegan la vida en una plaza siempre habría sido una tranquilidad verlo en su tradicional burladero de contrabarrera, allá en los terrenos de sol y a un paso de la enfermería de la Santa María queretana, acompañado de otros médicos, familiares algunos suyos, con los que hacía equipo, y también, en años más recientes, de su hijo, también Paco y también cirujano.

Este lunes, la noticia de la muerte de Francisco Alcocer Herrera conmovió al sector taurino del país, por lo que siempre representó en momentos de apremio. Se trata de un fallecimiento muy sentido, no sólo para ese sector, sino también para una sociedad queretana acostumbrada a verlo trabajar desde siempre, siguiendo los pasos de su querido padre.

Los toreros, sin embargo, no se han quedado desamparados, pues la estafeta ha sido turnada a un joven, pero ya sapientísimo médico, igualmente queretano y tercera generación de cirujanos taurinos: Francisco Alcocer Fernández, quien también, como su padre y su abuelo, ha salvado vidas tras percances importantes en Querétaro y sus alrededores.

Ha sido una lamentable pérdida la del doctor Francisco Alcocer Herrera. Se le extrañará siempre.

En la Tauromaquia no sólo se dan dinastías de toreros; también en otros ámbitos del mundo del toro pueden encontrarse varias generaciones de destacados profesionales que, de una u otra manera, han ayudado a engrandecerlo.

Es el caso, desde luego, de los cirujanos taurinos, médicos que han encontrado en la especialización en atención a las heridas por asta de toro una forma de vida igualmente apasionante y substancial. Son ellos los que han permitido, en incontables ocasiones, que la vida de los toreros prevalezca a pesar de las circunstancias.

Y en Querétaro podemos presumir de una notable estirpe de médicos taurinos: los Alcocer. Una especialización iniciada, hace décadas, por el Dr. Francisco Alcocer Pozo, fundador del sanatorio que lleva su nombre, quien ganó merecida fama de cirujano al intervenir a todos esos toreros, incluidas figuras de renombre en su tiempo, que tuvieron la pena de caer heridos en tierras queretanas.

Por fortuna, la vocación médica y taurina de don Pancho, como le conocían los queretanos, trascendió en su hijo Paco, quien, poco a poco y a la par de su padre, fue haciéndose su propio camino en esas lides. Francisco Alcocer Herrera aprendió en las aulas la difícil profesión de cirujano, pero en las enfermerías de las plazas y en los quirófanos, la especialidad que su padre le heredó.

Muchos fueron también los toreros que fueron atendidos por Paco Alcocer en Querétaro, y a más de uno de ellos sus hábiles manos le salvaron la vida. Su trabajo profesional siempre llevó la certeza de la profesionalidad, la capacitación inmejorable y la capacidad médica.

Supongo que para los que se juegan la vida en una plaza siempre habría sido una tranquilidad verlo en su tradicional burladero de contrabarrera, allá en los terrenos de sol y a un paso de la enfermería de la Santa María queretana, acompañado de otros médicos, familiares algunos suyos, con los que hacía equipo, y también, en años más recientes, de su hijo, también Paco y también cirujano.

Este lunes, la noticia de la muerte de Francisco Alcocer Herrera conmovió al sector taurino del país, por lo que siempre representó en momentos de apremio. Se trata de un fallecimiento muy sentido, no sólo para ese sector, sino también para una sociedad queretana acostumbrada a verlo trabajar desde siempre, siguiendo los pasos de su querido padre.

Los toreros, sin embargo, no se han quedado desamparados, pues la estafeta ha sido turnada a un joven, pero ya sapientísimo médico, igualmente queretano y tercera generación de cirujanos taurinos: Francisco Alcocer Fernández, quien también, como su padre y su abuelo, ha salvado vidas tras percances importantes en Querétaro y sus alrededores.

Ha sido una lamentable pérdida la del doctor Francisco Alcocer Herrera. Se le extrañará siempre.